La Nación en crisis
Para Armesilla, España está en un proceso como el del final del Imperio Austrohúngaro. La Primera Guerra Mundial acabó con el Imperio ruso, con el otomano y con el austrohúngaro. Ahora volvemos a un momento parecido
(Crónica especial, Segovia)
Se celebra en Segovia un seminario, en el marco de universidad estival, por vez primera, organizado por el Issep (Instituto Superior de Sociología, Economía y Política). Este primer verano, a pesar de que Segovia está plagada de truenos y relámpagos, versa sobre la nación, su pasado, su presente y su futuro. El director del Issep, el filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, señaló que el siguiente año versará el seminario sobre la Nación y el Imperio, y el siguiente año, terminando la trilogía, sobre la crisis Nación-Imperio-Cristiandad.
Lo que interesa, en este caso, es que una serie de profesores de historia y política y mentes pensantes, entienden que el concepto de nación ha entrado en crisis al punto en que España ya desaparece o cambia.
El catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Cádiz, Rafael Sánchez Saus, que ha sido rector de la Universidad San Pablo CEU, y director de la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias, Letras y Artes de Cádiz, tuvo a su cargo la conferencia inaugural. Señaló cómo se ha trocado la discusión que hasta ahora existía acerca de cuándo comenzó la idea de nación española, y ahora la idea es si la nación española existe. Citó a Álvarez Junco que, parafraseando a Eric Hobsbawm, indicaba en los años ochenta del pasado siglo que el nacionalismo existiría hasta que a la población se le cayera la venda de los ojos. Álvarez Junco se extraña, ya en este siglo, de que el concepto no sólo no haya decaído sino que se extiende por el planeta, se refuerza, sostenido por la identidad, siendo la nación algo sobre lo que no se razona, sino que se siente ardorosamente.
Cuando se estudia una nación se tiene que ir a su origen, y los orígenes son complejos y difusos e imprecisos, con innumerables sucesos como invasiones, etcétera…, lo que nos da al fin que una nación es un producto de la historia.
En base a ello, el profesor Sánchez Saus acude a los mapas de Ptolomeo, en los que ya la Península Ibérica aparecía como una región bien distinguida entre otras diecisiete de Europa. Y esa percepción se ha mantenido y consolidado hasta ahora, 2.500 años después. Extradisciplinarmente alude al análisis de 500.000 marcadores genéticos estudiados para averiguar que hay grandes grupos genéticos (no raciales) y concretamente el alogrupo R1B, asociado al cromagnon, es asombrosamente mayoritario en Iberia y toda la fachada atlántica, incluidas las islas británicas, Irlanda y la costa de Francia, más que con Italia y el Mediterráneo.
Al Imperio Romano le hacía falta, asimismo, una percepción de unidad durante los cuatro o cinco siglos en los que duró, y así configuró de forma decisiva lo que denominó Hispania, siendo el latín la lengua que permitió a los hispanos entenderse entre ellos. En 298 d.C., Diocleciano ordenó en una reordenación divisoria del imperio, que hizo que el arzobispo de Mérida fuera el representante de Hispania.
Luego llegaron los visigodos que, asumiendo el cristianismo venido del Imperio Romano, ya a mitad del siglo VII habían constituido a España, siendo que los hispanos godos se llamaban a sí mismos cristianos o cristícolas. La conquista musulmana quiebra todo y genera Al Andalus que, de ninguna manera, puede entenderse como un parte de España, sino como una conquista del territorio por otra civilización distinta, desde mediados del siglo IX, con la dinastía Omeya, hasta el siglo XI. Los cristianos no fueron reconocidos en la vida andalusí, que convirtieron esa tierra en un lugar orientalizado e islámico. España, realmente, dice el profesor Sánchez Saus, se forma en oposición a Al Andalus. Julián Marías decía que España es el sueño de un pueblo que se negó a ser musulmán.
Pero bien, el rasgo fundamental del español es, justamente, tratar al otro como distinto, lo cual viene de la convivencia con Al Andalus, que terminó extendiéndose a su forma de ser con la conquista de América, o de forma anecdótica con la División Azul que cuando llegaba a Rusia siempre caían bien los españoles. Entre los siglos XI y XIII la guerra era casi continua y la población musulmana fue vencida, expulsada y sustituida. Simultáneamente el Camino de Santiago conformó, por el norte, la identidad de España. En el siglo XII aparece el gentilicio español, palabra de origen occitano, y nombre común aceptado. Luego llegó, en 1137, la unión de los reinos de Aragón y Cataluña, en 1230 se unen Castilla y León, en 1412 el compromiso de Caspe, en el siglo XV la unión dinástica de los reyes católicos, en 1512 la unión de Navarra. Todo eran uniones de reinos. España fue una creación de sus reyes.

Santiago Armesilla, Domingo González y Alejandro Rodríguez de La Peña, en el congreso de Segovia, en septiembre de 2023. (Foto JEM).
Con el descubrimiento de América, España se consolida y pasa ello a ser una de las características de la hispanidad, y se genera el dominio de espacios colosales. Pero la corona no se portó bien con los conquistadores, por temor a que los criollos conformaran una nobleza poderosa que pudiera hacer sombra al rey, y empezó a cercenar derechos legales a los españoles de América. Y así sigue la historia, y España existió sin constitución, y se hacía todo lo que se quería. Finalmente, dando un salto a la España que ha llegado hasta ahora, el profesor Sánchez Saus estima que el verdadero problema está en la emergencia demográfica que, entonces sí, acabará con España, después de 2.500 años de incipiente historia.
Iván Vélez, investigador de la Fundación Gustavo Bueno, autor de “Sobre la Leyenda Negra” y “El mito de Cortés”, señaló a Hernán Cortés en sus cartas a Francisco Núñez, ya en su madurez, cuando reflexiona, acerca de la encomienda del Imperio, que toda la obra de los conquistadores se perdería si fallan junto a la religión las armas, lo que define a un imperio es la cruz y la espada. Iván Vélez redondea: y la pluma, a través de las leyes. La construcción de España se empieza en su lucha contra el Islam, y si ahora falla la supervivencia biológica, la nación biológica, en uso de los conceptos de Gustavo Bueno, entonces no habría nación española, podría haber unidad, pero no identidad.
España ya está en peligro balcanizante, dice Iván Vélez, no es una simple amenaza, sino que ya es un peligro. La visión que se impone es que España es una cárcel de naciones que se han de liberar para luego federalizarse. Los componentes racialistas y supremacistas de las regiones españolas que buscan la secesión son los que lideran ese camino, entendiendo España como algo coyuntural, tendente a desaparecer para luego integrarse en Europa. Por el contrario, Iván Vélez propugna una visión integral de la nación española, no disolvente como identidad, con todos sus ciudadanos iguales, y con una misma lengua.
José María Marco, profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, señaló tres periodos que terminaron en fracaso. El iniciado por Cánovas, con la monarquía constitucional, con un parlamento bipartidista y una constitución corta y sucinta y práctica, iniciando los derechos de libertad religiosa y el llamado Pacto del Pardo, un periodo histórico que duró 50 años, hasta 1923, con la dictadura de Primo de Rivera. Ahí se nutrió España de la idea de nación romántica, originada tal vez entre los alemanes con su “Volkgeist”. Dice José María Marco que nunca hubiera imaginado que viviría en un país que estallaría en pedazos reviviendo varios nacionalismos a la vez, como en estos tiempos.
Después de 1923 se trasladó todo hacia la Segunda República, que duró cinco años, y terminó en otro fracaso. Y después llegó Franco, que hizo resurgir la quintaesencia del espíritu español, con un territorio claramente delimitado, y un tiempo de cuarenta años al que podría denominarse caudillaje, hasta restaurar la monarquía, pero que conllevó otro fracaso histórico, porque las referencias que llevaba en su interior el régimen ya habían caducado, sobre todo el catolicismo. Y entonces llegamos a la actualidad, con la restauración de la monarquía parlamentaria, sesenta años después del golpe de Primo de Rivera. El profesor Marco señala que uno de los consensos que se van a romper es el de la nación española. Hay una enorme falta de referencias sólidas, la dictadura fracasó en ello y no sirve como referencia. Tampoco sirve el modelo republicano, que está desacreditado. Solo queda la idea de democracia. La república se constituye en mito, y surge la desconfianza hacia la monarquía parlamentaria y la nación liberal. Estamos sumidos en una gigantesca confusión. Llevamos cincuenta años construyendo un régimen en el que la nación no está, excepto para los militares y los policías. Hemos llegado al punto en el que este proceso está acabando. La nación deja de existir, el territorio está en duda. Hemos llegado a un nuevo 98, las ciudades del norte de África se perderán por la debilidad de la nación, la identidad nacional se acoge con burla, la monarquía española está en duda con un rey al que se ha retirado su significado político. Dice el profesor Marco: “Mi hipótesis es que la idea nacional está quebrada y hay que reinventar”.
Tanto Iván Vélez como José María Marco señalaron a Ortega como exponente colaborador a la desaparición del nacionalismo español cuando decía que España es el problema y Europa es la solución, justo unos años antes de que Europa se convirtiera en una idea de Hitler y Mussolini.
Canarias, OTAN y Cubillo
En su intervención, el filósofo Santiago Armesilla, politólogo y economista, tambien puso en duda la duración de la soberanía española sobre Ceuta y Melilla, además de que recordó que las Islas Canarias fueron el chantaje de EEUU a la España de Adolfo Suárez si no entraba en la OTAN, de cuyo tejemaneje surgió el atentado contra Antonio Cubillo en Argelia.
Dio unos trazos de la imposibilidad de que un solo imperio dominara el planeta, en base a unas manifestaciones de Gustavo Bueno (Armesilla es filósofo de la escuela buenista) en las que explicaba que la única forma de que hubiera un gobierno planetario único sería la de que viniera una invasión de una civilización extraterrestre.
Para Armesilla, España está en un proceso como el del final del Imperio Austrohúngaro. La Primera Guerra Mundial acabó con el Imperio ruso, con el otomano y con el austrohúngaro. Ahora volvemos a un momento parecido, con otros protagonistas, y los imperios, como el de la Unión Soviética, pueden desaparecer en un momento. La URSS, que parecía eterna, duró 68 años. Y nunca se puede volver atrás.
El profesor Alejandro Rodríguez de La Peña, catedrático de Historia Medieval de la Universidad San Pablo CEU, y especialista en la crueldad de los imperios, cita que no ha habido nación ni tribu que no haya fundado sus primeros pasos en la violencia. Pero justamente, y hablando como buenista filosófico, España ha sido un Imperio generador, no conquistador y exterminador. Propone el profesor Rodríguez de La Peña una atención a cómo España ha ido haciéndose cada vez más pequeña. Ya hay quien propone que España sea solo Castilla, sabiendo que, si se prescinde de los votos del País Vasco y de Cataluña, España sería entonces de derechas.
Armesilla terminó señalando, como lo hizo anteriormente el profesor Sánchez Saus, del peligro de los picos demográficos que, una vez se invierten, son difícil o imposible de subvertir. Y los inmigrantes que vienen a un país con el pico demográfico invertido también adquieren la misma tendencia, siendo que el país tiende a desaparecer o entrar en una grave crisis de identidad.
Entre todos los ponentes, de gran saber histórico y filosófico político, parece instaurado el pesimismo por la nación española. Está en crisis, y algunos ya la dan por perdida, o reducida a mínima expresión.
Entre tanto llovía a cántaros, tronaba y los relámpagos cruzaban el cielo señalando la silueta del alcázar de Segovia y el Acueducto, y a mi móvil llegaban las noticias, bulos unos y otros no, de las fuerzas armadas advirtiendo al presidente Sánchez, del Rey negándose a firmar la amnistía, de la vicepresidente comunista querellada en el Tribunal Supremo y admitida a trámite por sus conversaciones con el prófugo catalán… en fin, más añadidos a la sensación de que la nación española está en una crisis final. Un concepto, el de nación, continuamente renovable, que aúpa a unas y hunde a otras en la faz de un planeta vivo.