Yihadismo recupera su bastión
El yihadismo recupera su bastión con la toma final de Kabul a manos de los talibanes y la declaración del Emirato Islámico de Afganistán.
Tras 20 años de guerra, Estados Unidos cumple lo diseñado por Trump y Biden. Detrás de Washington desfilan Reino Unido, Francia y España. Entre todas las fuerzas aliadas, las pérdidas humanas ascienden a 160.000, con un 25% de muertos civiles.
El efecto sobre la geopolítica mundial ha sido impulsivo, sin valorar cómo se trastornan los equilibrios en otras partes del planeta, como la zona Oeste del Sahel que da al Atlántico.
Cuando los talibanes fueron arrinconados en las montañas y Obama acabó con Osama Bin Laden en Pakistán, gran parte del terrorismo yihadista emprendió la huída hacia el cuerno africano, a través de Eritrea o Etiopía, y cruzó por tierra la gran manta del Sahel llegando a las puertas de Mauritania.
Otra parte se fundió con el crimen organizado que opera en Guinea Bissau, Mali, Níger o Burkina Fasso. Muchos pasaron por el aeropuerto de Gran Canaria con destino a Nouakchott y Noaudibú hasta el punto de que los servicios de inteligencia europeos optaron por censurar la aerolínea de bandera mauritana alegando que presentaba fisuras en la seguridad.
Mauritania, un estado igual de islámico, cambió el nombre a la aerolínea y mejoró los protocolos de control de sus pasajeros a cambio, eso sí, de un buen fajo de billetes en concepto de cooperación y desarrollo.
Para entonces, los militantes ya habían entrado en el país con identidades falsas y el Yihadismo de cuna afgana creó tantas siglas como granos de arena para rendir culto a Al Qaeda del Magreb Islámico.
La proximidad de tanta inseguridad es la gran amenaza para territorios como Canarias y para países vecinos como Marruecos, Argelia y la propia Mauritania. Nadie está a salvo porque con los terroristas de la guerra santa que son capaces de establecer alianzas con las mafias, no se juega.
Reino Unido pronosticó en un informe datado en julio, que Kabul resistiría 90 días. Menuda guasa. No aguantó ni 90 horas.
Europa debe tomar nota de la debilidad en su flujo de información ahora que Estados Unidos también abandona a su suerte a las tropas españolas y francesas asentadas en El Sahel maliense. Y es frustrante que las administraciones autonómicas españolas sigan invisibles a un conflicto mundial que ya da muchos quebraderos de cabeza y que está depositado en nuestra despensa trasera.