Estambul, cambia de continente sin salir de la ciudad
Demasiado europea para tratarse de Asia y desmesuradamente asiática para ser Europa. La capital turística de Turquía te seduce con la mentira, pero te conquista con la verdad
Estambul, ciudad de dos continentes y también de gatos (sí, gatos. Has leído bien, pero eso ya te lo contaré más adelante). ‘Despeinada’ como estabas por el ambiente hallado en Tesalónica, a seis horas más arriba de las Calcídicas y bordeando la costa hacia el Noreste del Egeo, vibrarás ante el horizonte de aventuras que te ofrece Estambul.
Estambul, esposa y amante a la vez. Metrópoli con dos orillas de antagónica diversidad que, sin embargo, se entienden a la perfección. Pero que no te engañe…pues ambas se miran de reojo constantemente. Celosas, quizá, la una de la otra.
Demasiado europea para tratarse de Asia y desmesuradamente asiática para ser Europa. Y sin embargo, las sientes. A ambas/os, a Oriente y a Occidente. Estambul te seduce con la mentira, pero te conquista con la verdad. Después del flechazo, asumes su comprensión por mero contagio.
Estambul no es la capital de Turquía, pero como si lo fuera, por su volumen en población y actividad económica, gracias sobre todo al turismo, y por su inmenso poder de fascinación. Porque tanto la historia como la literatura la agraciaron, desde siempre, con el manto de la eternidad.
Y es que como afirmó el propio escritor turco, Orhan Pamuk, “La ciudad no tiene otro centro sino nosotros mismos”. Justamente ahí radica el verdadero secreto de Estambul, en su extraordinaria capacidad para elevar nuestros sueños como ninguna otra ciudad en el mundo. Con certeza.
Localizada a orillas del Bósforo, Estambul se alza sobre ese estrecho que, dicen, separa Europa de Asia. Pero es cuestión de miradas. Yo diría que las une, sin duda, más que las separa. Y en ese puente entre ambos continentes, radica la verdadera riqueza de Estambul. Su misterio.
Los 2 continentes
Pertenece a los dos continentes por derecho y por vocación. Ubicada entre dos mares, el Mar Negro al norte y el Mar de Mármara al sur, el viento sopla secretos desde los cuartos puntos cardinales.
Así que, por más recomendaciones que te hagamos, su verdadero descubrimiento dependerá enteramente de ti, de cuánto estés dispuesto a moverte por esta urbe que, como Roma, se levanta sobre siete colinas, pero se colorea de señas multiculturales. Y también, de hasta dónde llegue tu curiosidad por esta región de contrastes, que mece sus caderas entre lo moderno y lo tradicional.

Estámbul en el Bósforo. Nadia Jiménez, autora del reportaje, con dos jóvenes turcos que cruzaban a Asia Menor. (Foto Espiral21).
Pero sólo por señalar un centro desde el que podrías empezar este paseo de ‘las mil y una noches’, en una escapada de al menos cuatro o cinco días, eso sí… Te invitamos a que, desde su corazón, cruces la plaza de Sultanahmet y admires ante ti la imponente Basílica de Santa Sofía.
Icono indiscutible de Estambul y visita obligada sin distinciones de credo, fue construida como iglesia cristiana en los tiempos del emperador Justiniano (537) y reconvertida, luego, en templo musulmán.
Ahora es, en sí misma, un verdadero museo para el Arte sin parangones, con su mármol procedente de todos los confines, sus restos de mosaicos bizantinos y sus medallones con letras árabes que nos cuentan los nombres de los hijos del profeta Mahoma.
“La occidentalización nos ha dado a mí y a millones de estambulíes el placer de encontrar ‘exótico’ nuestro propio pasado”, puede leerse nuevamente en las páginas que Pamuk dedica a su ciudad de nacimiento.
Y en efecto, Santa Sofía es sólo un ejemplo de esa mirada cruzada en la realidad de Estambul. Y la sientes nada más entrar, en los ojos del Cristo ortodoxo que te observa, ’el Pantocrátor’…te pongas donde te pongas.
Pero no te vayas aún de la Plaza de Sultanahmet (nombre del sultán Ahmet), punto neurálgico para cualquier turista. Porque este espacio que cubre lo que antes fue el ‘Augusteo’ en tiempos del Imperio Romano y de Bizancio, alberga tres de sus imprescindibles.
Mezquita Azul, Topkapi, La Cisterna…
La Mezquita de Sultanahmet o maravillosa Mezquita Azul, el Palacio Topkapi o ‘Palacio de los Sultanes’, y la Cisterna de la Basílica (subterránea, claro), mi enclave favorito si tuviera que elegir (y como confidencia, imán en mi nevera). No te distraigas pues, en fotografías con el resto de los turistas alrededor del Obelisco de Teodosio ni el de Constantino, colapsado de vendedores ambulantes.
A tu espalda está uno de los grandes atractivos de Estambul…la Mezquita Azul, así que dedícale ese instante de pasión que merece y déjate impresionar por sus dimensiones (la única del mundo con seis minaretes), que aún te deslumbrará más cuanto te descalces y accedas a su interior. Más de 20.000 azulejos, sobre todo en color azul, decoran todo el techo de su brillante cúpula.
Espectacular, de verdad. Sólo sientes deseos de elevarte hasta sus 46 metros de altura para verlos mejor…Si pudieras trepar por su multitud de lámparas que, sorprendentemente, penden a una altura bastante baja, como si hubieran quedado suspendidas en el tiempo. A la espera de los rezos.
La Cisterna de la Basílica o de Yerebatan, la mayor de las cisternas bizantinas que abastecían de agua a la ciudad, con su infinita hilera de columnas de mármol. ¿336 o 672? Pero quién podría afirmarlo con certeza si, en realidad, se reflejan todas ellas en el agua.
La iluminación y la música terminan de completar una atmósfera envolvente, cuyo efecto es realmente mágico. Ni siquiera reparas en las esculturas de ‘cabezas de Medusa’ que adornan algunos de los pilares, aún cuando te cuenten que están dispuestas del revés para que su mirada no petrifique a los visitantes. Para cuando quieres darte cuenta, tus pensamientos se han dado a la fuga en el laberinto del tiempo.
Si no te has tomado aún un zumo de granadas recién exprimidas, este podría ser el momento de hacer un alto en el camino. A modo de un chasquido de dedos, te ayudará a volver a la realidad para seguir disfrutando de Estambul.
La visita al Palacio Topkapi te llevará al menos media jornada, ya que está formado, a su vez, por varios edificios más pequeños y rodeados por otros tantos patios. Así pues, te recomendamos que dejes para el día siguiente esta experiencia de vislumbrar el lujo más ostentoso.
Un magnífico harén del que dispuso el sultán Mehmed II (literalmente cubierto de mosaicos), que invita de lleno a la imaginación más atrevida, con sus fuentes, sus griferías de oro…Y sus rincones secretos en los que despojarse de unos caftanes reales en seda y brocados, absolutamente majestuosos.

Estambul, según el escritor Pamuk, tiene el centro de la ciudad “en nosotros mismos”. En la foto, músicos en un restaurante próximo a los baños de Cemberlitas. (Foto Espiral21).
Pero aguarda hasta mañana, porque ya te habrás percatado de la cola…Y es que aquí se halla también tres cabellos de la barba del profeta Mahoma, custodiados permanentemente y en oración continua, por unos religiosos que recitan las ‘suras’ del Corán.
No se sabe bien qué atrae más. Si peregrinos musulmanes y otros curiosos por ver tales reliquias, o turistas que persiguen el ‘puñal Topkapi’. El que dicen el más caro del mundo. Oro, diamantes, esmeraldas y otras piedras preciosas.
Así que contempla desde ahí la mejor vista de la Torre de Gálata y ya volverás. Es la hora de comer para que, al atardecer, no te pierdas la puesta de sol justamente desde lo alto de ese otro enclave imprescindible que fue puesto de vigilancia durante el Imperio Otomano.
Al borde del Bósforo
Y sí, ya estás al borde del Bósforo para disfrutar de las vistas. Pero nada comparable con las del momento del ocaso al otro lado del puente de Gálata, cuando los rayos incidan en sus aguas y descubras el por qué del ‘Cuerno de Oro’. Verás que, en efecto, lucen, doradas en un mágico momento.
Pero llegado este instante de degustar aunque sea un tentempié, aquí puedes elegir entre picar algo en la calle (hay puestos de casi todo y está delicioso) y así cruzar el viejo puente para seguir callejeando; o bien, sentarte a la mesa.
Una buena opción es probar los ‘zeytinyagli dolma’ (hojas de parra rellenas de arroz), en el restaurante ‘Konyali’ con terraza sobre el Bósforo, en los propios jardines del palacio Topkapi. Y los auténticos ‘döner kebab’ servidos en pan pita con arroz ‘pilav’. Seguidos, por supuesto, de dulces ‘baklava’ y el famoso café turco.

Estambul mantiene todavía procesos artesanales en dulcerías y restaurantes que contrastan con la modernidad del Taksim. (Foto Espiral21).
Aunque yo, sinceramente, cruzaría a pie el viejo puente Gálata, ruidoso y lleno de pescadores en las barandillas, y el ‘trajín’ de la gente que viene y va. ‘Saborearía’ ya, de inmediato, lo que es pasar de Occidente a Oriente. Se palpa, y no sólo visualmente.
De modo que comería en una de las ‘barquillas-restaurante’ que están atracadas y disponen tanto de mesas dentro como fuera. Luego, el postre me lo tomaría en la terraza del ático del ‘Marmara Pera Hotel’, muy cerca de la emblemática torre Gálata (todo un símbolo, pues en él durmió Agatha Christie). En el barrio de ‘Pera’ no puedes perderte tampoco la animada calle ‘Istiklal Cadessi’ o Avenida de la Independencia, a la que todavía muchos recuerdan como ‘la Grande Rue de Pera’…Es la nostalgia de Estambul.
No sé qué es más sobresaliente…Si sus vistas panorámicas sobre el ‘Cuerno de Oro’, o sus ‘Baklavas de pistachos’ (pastelitos de pasta ‘filo’ y crujientes pistachos), mejores que los de otros frutos secos. Y por supuesto, las tradicionales ‘delicias turcas’ (‘lokum’).
Para el que no las conozca, son unos bocaditos gelatinosos con sabor a frutas, verdadero antecedente de las pastillas de goma, pero naturales y con una historia de más de 200 años a sus espaldas. Las más famosas…las de Haci Bekir, su inventor. Y el primero en usar almidón en vez de harina, en 1777.
Dependiendo de la opción elegida para matar el hambre, habrá tiempo o no de dar un paseo en barco por las aguas del Bósforo antes de que se oculte el sol. Surcar ese estrecho que separa Mármara del Mar Negro es tan sugerente, que poco te importará lo abarrotado que pueda ir el ferry de las líneas turcas.
Dispones también de un ferry ‘largo’, si lo que quieres es pasar la jornada entera navegando y entregarte a otro viaje, el de la silueta de Estambul desde el mar. El Palacio de Dolmabahçe, la Torre de Gálata, el Palacio de Beylerbeyi y una sucesión de impresionantes casas palaciegas que, de nuevo, invita a soñar con otros tiempos.
Si quieres volver a cruzar al otro lado, desde 2013 existe un túnel (a 60 metros bajo las aguas del Bósforo), con sus paradas unidas a la red del metro (el segundo más antiguo del mundo, después del de Londres). Bastarán 15 minutos.
Su vida callejera es tan ajetreada que la curiosidad te hace sentir aún más libre. De noche, Estambul se vuelve todavía más agitada y cuesta decidir dónde cenar.

Haci Bekir fue el inventor de las famosas delicias turcas. En la foto, el equipo de la tienda pionera en Estambul. (Foto FB Haci Bekir).
Para carnes ‘Günaydin’, con Cuneyt Asan al frente o ‘el profesor de la carne’, como se le conoce en el universo de la gastronomía turca. Con granja de producción propia para el autoabastecimiento de materia prima, aunque se trate sólo de una ‘burger’ o un ‘kebab’, tan de moda, convierte el comer en toda una institución.
Si lo que quieres es descubrir la rica gastronomía del país… Cordero con yogur y tomate, judías con calamares y almejas, o bien, el bonito con vinagre de manzana…La oferta de establecimientos es amplia sin que tengas que reservar en el restaurante ‘Mikla’, el más reconocido de Estambul.
Desayuno típico con ‘meze’
Eso sí, deja hueco para el desayuno típico a base de ‘meze’ (tapas), en el que degustar un sinfín de embutidos de vaca o cordero, carnes ahumadas y los deliciosos panes rellenos de queso cocidos en horno de leña y untados con miel de flores, mermelada de tomate o ‘hummus’ de judías.
Y es que, sin ser Francia, Turquía tiene acreditados 283 tipos diferentes de quesos, sobre todo, de Anatolia…(Pero ese es otro viaje). Si se te cruza la ocasión de probarlos con un vino blanco de ‘uva emir’…¡Aprovéchala!
También hay tiendas Gourmet muy famosas como ‘Delimonti’, donde te sorprenden con ‘delicatessen’ como el ‘mucver’, una versión revisada del tradicional ‘pancake’ de verduras. Uno no espera tal nivel de sofisticación en su mesa, más allá del famoso café turco.
Pero así es Estambul, te desconcierta tanto como te conmueve. Una verdadera encrucijada de historia y modernidad. Y curiosamente, sus orillas parecen estar intercambiadas para el cliché del turista occidental.
Toda esta modernidad gastronómica del barrio de Beyoğlu, en la parte asiática, se acompaña de las tiendas de ropa cuyos nombres de franquicia conocemos todos, a lo largo de la calle que discurre desde la plaza Taksim. Allí puedes coger el tranvía y también un funicular para bajar hasta el muelle de Kabatas.
¿Como no callejear hasta perderse?…Como los gatos. Te llamará la atención que Estambul está llena de gatos. Y cuando digo llena, es llena. Sus calles y parques, en las puertas y ventanas de sus pequeñas tiendas. Los mercados, las terrazas de todos los cafés en los que te sientes, en puentes.
Por supuesto, en sus muelles, donde pillar su manjar favorito (el pescado).
Los estambulíes adoran a los gatos (kedi, en turco), que vagan libremente sin dueño en medio de los 15 millones de habitantes, pero son queridos por todos. Quizá porque también ellos sienten esa indiferencia ante el tiempo que pasa. Estambul es testimonio vivo de cómo la historia contempla a la modernidad avanzar frenéticamente.
“No todos los que deambulan están perdidos”, decía Tolkien y parece pensado para la vida que intenta colapsar Estambul, pero no. Ni sus gatos ni sus gentes. Basta volver al casco antiguo de su orilla europea.
El Mercado Egipcio o ‘de las especias’, donde los colores y los aromas se solapan embriagando por completo los sentidos. Allí hallarás de casi todo y procedente de todas partes.

Estambul esconde bajo sus suelos uno de los rincones más mágicos de sus paseos: la Cisterna de la Basílica.
Torre de Babel, como la propia Estambul o su ‘Baklava’, donde las capas finas de pasta, untada en mantequilla derretida, admite lo mismo las nueces que las almendras, los pistachos que los anacardos…
Horneados y cubiertos por un baño de miel se convierten en estambulíes. En Estambul misma. El aire se densa. Suena la llamada a la oración con el canto del ‘muezzin’ que se cuela por las estrellas de las bóvedas de los baños públicos de Cemberlitas.
El baño turco de Cemberlitas
El Hammam de Cemberlitas es, con seguridad, el baño turco más popular de Estambul, precisamente por su autenticidad. Fiel a su época de construcción, que se remonta a mediados del 1500, es toda una experiencia irrenunciable.
En pleno centro histórico, junto a la columna de Constantino y el Gran Bazar. No dejes que nadie te lo cuente, porque en ese mundo de sensaciones en el que se enmarca un baño turco, cualquier juicio sería subjetivo. Pero si te diré que puede llegar a ser un arte más que una práctica, lo que convierte al ‘hammam’ en un ‘must’ de cualquier visita a Estambul.
Si ya has conseguido aterrizar y volver a la realidad, tras permanecer tu tiempo tumbada al calor de esa gran piedra central (que circundan 12 columnas), embelesada en la luz que tamizan los huecos de su cúpula…Ni el té de manzana que te ofrecen al final, será suficiente para trotar ahora por el Gran Bazar.
Pero ya que lo tienes al lado, comer en ‘Doydukmu’ para reponer energías podría ser una buena idea, ya que está dentro del propio Gran Bazar y te gustará su carta de gastronomía local. Ya con las ‘pilas recargadas’, este es un buen punto de partida para comenzar tu recorrido por…‘El Gran Bazar’ de Estambul ¡Adelante!
Ahora sí que podrás decir, definitivamente, que has visitado Estambul. Todo el universo exótico de relatos, aromas, colores, esencias, piel, miradas, lámparas maravillosas y hasta alfombras ‘voladoras’…Te parecerá insuficiente para describir tus vivencias dentro del mayor mercado cubierto del mundo.
Este ‘zoco’ es de tales dimensiones que se comunica con el otro ‘Mercado de las especias’ que ya visitaste. Verdadero laberinto (es decir, si te gusta algo, cómpralo y no caigas en decir “mañana regreso a este mismo puesto”, porque no lo encontrarás), cuenta con 64 avenidas y calles (16 patios desahogan un poco el espacio), en las que unas 4.000 tiendas venden más de 12.000 artículos distintos.
Y en él trabajan más de 20.000 personas… Así que prepárate para el mayor de los bullicios y, sobre todo, para el regateo. Imprescindible, como necesidad para el bolsillo y también como genuina seña cultural. Diviértete con ello y no desistas ¡Eso sí, rebaja siempre a la mitad el precio para empezar!
Pero mentalízate de que, siempre, van a a salir ganando ellos… Son estambulíes y están regateando ahí desde 1461. Poco importa cuántos vasos de té compartas. Como suelen decir: “Si un gato se para a tus pies y te maúlla, es que la vida te sonríe”. Se diría que Estambul es la que sonríe al mundo entero. Desde siempre.
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Y como ya sabes, al final de cada artículo iremos enlazando cada una de las 12 ciudades que Nadia te presentará a lo largo de la serie de 12 reportajes:
0. Presentación (visita Escápate conmigo, 12 destinos, 12 experiencias.)
1. Spoleto (visita Spoleto, Joya oculta del medievo italiano.)
2. Rotterdam (visita Rotterdam, de ajetreado puerto a ciudad ‘trendy’.)
3. Tesalónica (visita Tesalónica, donde Aristóteles aún susurra.)
4. Estambul (visita Estambul, cambia de continente sin salir de la ciudad).
5. Kioto (visita Kyoto, donde hallar el Cielo en la Tierra).
6. Nueva York-Brooklyn (visita Brooklyn, el tesoro escondido de Nueva York).
7. Río de Janeiro (visita Río de Janeiro lienzo de mil colores).
8. Marsella (visita Marsella, que el mar te guarde).
9. Lisboa (visita Lisboa, adonde el Cristo mira).
10. Sevilla (visita Sevilla para herir, decía Lorca. Para sentir, siempre.).
11. Tel Aviv (visita Tel Aviv, la gran Manzana del Mediterráneo).
12. Dubrovnik (visita Dubrovnik, de torre a torre y tiro porque me toca).
Asómate a la mirada escondida en cada uno de sus relatos, recuerda que esta serie la publicaremos regularmente gracias al patrocinio de Telefónica Movistar Cloud.
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