Varsovia, promesas del Este con las manos vacías
"El casco antiguo de la capital polaca es un símbolo de identidad y de resistencia para una ciudad arrasada en un 90% por la guerra. Fue reconstruido fielmente y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco"
#ConBrilloEnLaMirada porque el sol no espera. Somos memoria de otros, quizá también olvido, pero por ahora elijamos la memoria que seremos. Algún día.
Uno como aquel que dio título a mi historia. Y fue a causa de unos dátiles que hicimos amigos, los que fueron y los que serán. Semilla pues de futuras sorpresas.
Fueron aquellos dátiles, que compartimos con otros tres desconocidos en un mismo vagón, los que nos retuvieron en el andén de la estación central de Varsovia.
Era un tren polaco, pero de los viejos, y con encanto. Aún estábamos cruzando Polonia por el puro embeleso del viajar, no porque nadie borrase la tierra del camino que has recorrido. Eran otros tiempos.

El 60% de los refugiados ucranianos ha atravesado Polonia a través de la estación de trenes de Varsovia. (Foto DW).
Por eso prefiero echar mano del hilo de la memoria y hacer aquel recorrido a la inversa. Volver sobre los propios pasos es, al menos hoy, al menos si miras al Este, recuperar el brillo de la mirada por ilusión. Y no por llanto.
Sequemos pues las lágrimas que se empeñan en asomarse al presente y recordemos el fondo de la sonrisa de Asher, aquel entrañable y nuevo amigo polaco.
Un verdadero superviviente de la vida que ahora veo reflejado en tantos otros rostros, que llegan a Polonia como promesas del este, con las manos vacías de nada y llenas de todo cuanto dejaron atrás.
Pero yo pienso en aquella vía del tren a Varsovia donde nos despedimos de Asher y su hijo, rumbo al hotel que nos habían recomendado. La imagen de su sonrisa me devuelve siempre al ‘Stare Miasto’ o casco antiguo de la capital polaca.

Monumento a las tropas clandestinas polacas, en Varsovia, que se levantaron contra los nazis en 1944.
Todo un símbolo de identidad y de resistencia para una ciudad que fue arrasada en un 90% por la guerra. Reconstruido fielmente por los polacos y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, tiene en el centro de la Plaza del Mercado a alguien muy especial…
La estatua de una ‘sirenita’, pero una muy singular. Guerrera, con escudo y espada en mano, es el verdadero emblema de la ciudad. Rodeada por las casas de colores que evocan otros tiempos, se yergue orgullosa ante el destino.
Aún cuando éste encierre tantas idas y venidas de una Polonia que ha sido conquistada por todo el que ha pasado por su historia, y tomada por todo el que llega.
Pero a mí me queda la sonrisa de Asher, como un símbolo de libertad, alzada después de todo y de tanto. Llena de tantas historias, contadas una mañana cualquiera de sol… (Hasta la Sirenita calló a su escucha, envuelta ahora en una bandera azul y amarilla).