Torre de Pisa, como un girasol que siempre te mira de frente
#UnViajeUnInstante, relato 6. En su itinerario del mundo, la autora descubre 800 años después el misterio de la Torre, donde la gravedad es la que te atrae hacia el lado inclinado como una constante, cuando tú sólo quieres subir. La sensación es tan extraña y sorprendente que no puedes parar de reír, aún cuando ello reste algo el aliento
#UnViajeUnInstante es cuando decides hacer tuyo un recuerdo, sólo tuyo. Y tu mente es capaz de vivir casi una vida entera en un solo día. Un día lleno. Pleno, a partir de una imagen.
Una estampa encerrada en una foto que cobra vida con las palabras. Todo lo que existe, o más, a merced de una imagen. Y de repente, todo lo que hay alrededor revive con el recuerdo de un beso, una mirada o una risa compartida.
Pero, ¿y si fue una fotografía dictada por el destino? Después de todo, éste es el único que no necesita instrucciones.
En definitiva, esas cosas valiosas que respiran por sí solas y bombean vida más que un latido, ésas que te erizan la piel o cosquillean tu ánimo, son las que más pesan hasta inclinar la balanza.
Ya sabes, lo que se dice un verdadero milagro, ése que, en realidad, reposa en las pequeñas cosas y los momentos más cotidianos, hasta mundanos, del día a día.
Aunque, puestos a ‘milagrosear’ o a recordar ‘milagreramente’, apuesto por no salirme del mapa en el que ya estábamos, al menos, no del todo. Al fin y al cabo, la ‘dolce vita’ es siempre una ansiada fuente de inspiración.
Y es que tan sólo un poco más hacia la costa de la misma región italiana, después de haber frotado bien el hocico del ‘Porcellino’ de la fontana florentina, el aire sopla…
Sopla fresco y revoltoso en el ‘Campo de los Milagros’, como si formara remolinos invisibles desde los pies a la cabeza. Y seguramente así era, en torno a ella.
Porque allí estaba plantada, como un girasol que siempre te mira de frente. La Torre de Pisa parecía inclinada hacia el sol al atardecer. Pero diría que también lo estaba hacia la luna al anochecer… Siempre según desde el lado que la mires.
No me extraña que lo llamen el ‘Campo de los Milagros’. Y no es que su torre inclinada desafíe a la gravedad, sino que reta a la mismísima realidad. Invita a la fantasía, la magia y la risa.
De repente, dos vidas en un mismo instante. La vida que encierra la foto que estás haciendo (en la que, o bien la empujas, o bien, la sostienes). Y esa otra que tú imaginas, mientras subes a la carrera por aquella escalera de caracol sin tregua.
Con sus 300 escalones desgastados alternativamente a izquierda o derecha, según vas girando dentro de la propia torre, son las risas la que entrecortan tu respiración, porque parece tirar de ti hacia abajo a medida que asciendes.
Sin duda, es la gravedad la que te atrae hacia el lado inclinado como una constante, cuando tú sólo quieres subir. La sensación era tan extraña y sorprendente que no podía parar de reír, aún cuando ello me restara algo el aliento.
Era como si se tratase de una broma. Y lo digo en serio… Realmente, mantener el equilibrio requería un esfuerzo adicional, pero tan divertido que hacía aún más deseable el ascenso hasta lo más alto.
Por si ello fuera poco, la brillante luz de la Toscana sobre el mármol blanco te deslumbra. Todo reluce más sobre la piedra blanquecina de tanta historia y las espectaculares vistas que ofrece tal ascenso, son una pura distracción.
Un espejismo y un auténtico desafío que otros ya lograron mucho antes que tú y, a su vez, muchos más aún antes. En realidad, llevan haciéndolo 800 años…
Y ahora llegas tú con la intención de abrazarla y atraparla, toda ella, en un selfie. Pero es que a todos atrae más la torre ‘pendente’ (como dicen los italianos), que el propio Duomo que la contiene en la misma plaza o campo.
Puesto que la ‘torre campanario’, que fue construida aparte de la catedral, decidió ‘gobernarse sola’, y pronto le robó todo el protagonismo al conjunto arquitectónico (baptisterio y cementerio).
Tanto es así que, mientras deambulas en torno a los otros edificios, no dejas de mirarla al tiempo que la `perspectiva cambia. Hasta de reojo y como si te diera un toque por la espalda cuando ya no la ves. Parece que quisieras pillarla desprevenida, o ella a ti…

Ciudad de Pisa, en perfecto estado de conservación, desde lo alto de la Torre, con la autora. (Foto Espiral21).
Esperando que no caiga pero confiando, llegado el caso, en ser testigo de cualquier movimiento suyo, no sea que justo entonces… ¡Vayas a perdértelo!
Coqueta como ninguna, se te muestra en redondo y no duda en hacerte dar más de una vuelta, empujándote a la creencia de que es ella quien se giró primero. No para, o ¿eres tú?
Esta visita ‘pendente’ se convierte en un juego que depende de la imaginación y las ganas, las que tú tengas de beberte la vida. A tragos o a sorbitos. Pero bebértela, sin más. Porque la vida es el verdadero milagro.
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