SOS Europa
La inmigración debe ser controlada y regulada y no por ello se puede hablar de racismo o xenofobia. El pueblo canario ya ha demostrado con creces que no es nada de eso
La crisis migratoria que está sufriendo el Archipiélago canario, va camino de superar a la ya vivida en 2006 y convertirse de este modo en la más grave de su historia. Con un aumento del 1.019% de llegadas de pateras y cayucos con respecto a los que arribaron a nuestras costas en el año 2019, la situación se está volviendo insostenible y urge una respuesta firme y decidida por parte de las autoridades.
Una respuesta con la que se deje claro que Canarias no va a tolerar convertirse en la nueva Lampedusa o una especie de prisión de Alcatraz (que curiosamente también era una isla). Una respuesta que resuene con fuerza en Madrid y en Bruselas, que deje constancia del malestar de los canarios a los que nos tienen abandonados a nuestra suerte aquellos que parecen olvidar que el viejo continente, en su frontera sur, comienza aquí.
Si las autoridades nacionales y europeas no toman cartas en el asunto de una vez por todas y dan muestras de solidaridad y comprensión con esta grave situación que vive Canarias, si no se empiezan a aplicar unas políticas serias en materia de inmigración, seguirán proporcionando los ingredientes para el caldo de cultivo de los populistas y nacionalistas (enemigos acérrimos de Europa) que aprovecharán esta problemática para apuntalar unos discursos del miedo y odio, y seguirán facilitando que las mafias que trafican con personas se sigan llenando los bolsillos al tiempo que seguirán fomentando un efecto llamada que a su vez puede conducir a situaciones como la que tristemente aconteció esta semana frente a la costa de Órzola, en Lanzarote, donde perdieron la vida nueve personas y a buen seguro no serán las últimas, sobre todo si se cumplen los peores pronósticos que manejan fuentes del Ministerio del Interior que alertan que hasta 140.000 personas más podrían zarpar desde África en los próximos meses con rumbo a nuestras costas.
Las heridas que se le está causando al tejido económico, empresarial y social de Canarias seguirán abiertas y tardarán mucho más en cicatrizar si no se toma la sartén por el mango. La imagen de Canarias, como destino turístico internacional está por los suelos. Con una caída del 92,6% de las reservas hoteleras respecto al mes de octubre del pasado año para la temporada alta recién iniciada, son varios los tour-operadores que ya han anunciado que no enviaran a turistas a las islas mientras sigan acogiendo a inmigrantes en hoteles y complejos turísticos. Esa debacle en el sector turístico está provocando la ruina de cientos de familias canarias, lo cual parece importar poco o nada a quienes deben velar por ellos, nuestros gobernantes.
Estamos asistiendo con impotencia a la quiebra de los principios de solidaridad y cooperación de los Estados miembros de la UE (artículos 3 y 4 del Tratado de la Unión Europea de 7 de febrero de 1992 firmado en Maastricht) que tan bonitos quedan sobre el papel, pero que luego no se llevan a la práctica quedando socavados por los intereses egoístas de quienes dan la espalda a un problema que común y que no quieren afrontar para que la comodidad en la que están instalados no se vea afectada.
El claro deseo de algunos de los mandamases nacionales y europeos es que estas personas no pongan un pie en la península ibérica, bien porque se queden allí de forma indefinida o bien porque ese sea el primer paso para posteriormente dar el salto al resto del continente, (Francia, Alemania…). En una sociedad moderna y comprometida con los derechos humanos es inadmisible desentenderse completamente de este drama que nos afecta a todos.
Por tal motivo, la inmigración debe ser controlada y regulada y no por ello se puede hablar de racismo o xenofobia. El pueblo canario ya ha demostrado con creces que no es nada de eso. Las imágenes de muchos ciudadanos de Las Palmas de Gran Canaria, atendiendo a los cerca de doscientos inmigrantes que llegaron hace unos días a bordo de unos autobuses a la Plaza de La Feria, en la capital grancanaria, desde el muelle de Arguineguín, nos enorgullecieron a todos y son claro ejemplo de la solidaridad que siempre nos ha caracterizado a los canarios, pero ojo, no se puede confundir solidaridad y exigencia de trato digno y humanitario con una absoluta tolerancia y complacencia a la entrada irregular de personas en el territorio nacional. Porque Canarias es parte de este Estado llamado España, y por tanto es parte de Europa por mucho que algunos lo hayan olvidado.
Urge establecer las medidas y protocolos por las que se pueda hacer efectiva las repatriaciones que procedan y que son la gran mayoría. Y es que no se puede obviar que, con los datos en la mano, la gran mayoría de los inmigrantes llegados a Canarias en los últimos meses no están huyendo de ningún conflicto armado o persecución que motive conceder el asilo o estatus de refugiado.
Nadie duda que estas personas buscan un futuro mejor, lo cual es completamente lícito comprensible y respetable, pero también lo buscan miles de ciudadanos canarios que con este panorama lo tienen cada vez más complicado.
La solución no es abrir la puerta y como se dice…¡ancha es Castilla! La solución pasa por tener la valentía necesaria para plantarse y decir hasta aquí hemos llegado. Hay que exigir un compromiso firme de Europa y demás países desarrollados con África y que este se traduzca en soluciones efectivas a corto, medio y largo plazo y no simplemente en destinar fondos que difícilmente llegan a donde tienen que llegar y acaban en las manos de los caciques de turno, no olvidemos que la corrupción está extendida a lo largo y ancho de África como en ningún otro lugar del planeta tal y como indican los índices que al respecto cada año emiten ONG´s como “Transparencia Internacional” o informes de la ONU, que ya ha dejado clara la necesidad de abordar con carácter prioritario la corrupción en África de manera estratégica e integral.
Mientras no se haga esto, seguiremos condenados a sufrir las consecuencias de un problema al que hay que poner remedio de forma definitiva, con determinación, sin miedo y sin caer en tópicos y en la demagogia de unos y de otros.
Álvaro Muñoz Hernández es abogado.