Pascua ortodoxa en Las Palmas por Jersón, Lviv y Bajmut
#DesdeMiVentanaVerde, episodio 13. La autora observa cómo la comunidad ucraniana de las Islas se agarra a sus tradiciones para dejar de mirar arriba. Ya lo expresó el Quijote: "Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible"
#DesdeMiVentanaVerde, abierta de par en par, observaba cómo la gente caminaba despreocupada, de todo, y ocupada… En casi todo, hasta en las más pequeñas cosas, las banales. Menos lo esencial.
Se diría que nadie mira ya arriba cuando suenan las campanas (me dije a mí misma). Pareciera que nadie quiera ya el ‘tête à tête’ con la vida. Demasiado provocador, quizá. Demasiado complejo… También.
Con la libertad ya conquistada (o eso parecían creer todos), y en la certeza inmediata de que las palabras de Alicia, “Siempre llegarás a algún sitio si caminas lo suficiente”, sólo podían ser verdad… (Como si también ellos vivieran en el País de las Maravillas de Alicia).
Se olvidaron de mirar arriba. En su Pascua y en la de los otros, venidos del Este y arropados por la ortodoxia de su Fe, en mayúsculas, que milagrosamente los mantiene unidos y arraigados en sus tradiciones.
Preocupados por todo y ocupados en casi todo, también. Pero sólo en lo esencial de cada momento, como corresponde a quienes han visto ya el fin de las Maravillas.

Medio centenar de personas participaron en la Pascua Ortodoxa del Centro Loyola de Las Palmas. (Foto E21).
Y entretenida como estaba ante el verdadero latido que me llegaba de la calle de atrás, frente a su ausencia total en medio del ruido que pintaba mi ventana de otro color afuera… La cerré. De par en par, también, si cabe.
Abrí la puerta y salí para hallar otra ventana que me brindara una foto llena de algo, en vez de ésta, ruidosa pero vacía de algo más. Después de todo, la calle por la que bajaba era la del Espíritu Santo, así que no podía fallarme.
Cuando llegué, la ventana ya estaba abierta y me mostraba un patio dentro, en el que habían crecido los girasoles y del que ni las mariposas se querían marchar.
Los niños había dibujado conejitos vestidos y ninguno tenía prisa, ni siquiera los que llevaban gafas y chaleco, además de pintar delicadamente los huevos para la Pascua.
El sol lucía radiante, como si fuera otro girasol más, y hasta parecía que las imágenes de la guerra ya no azotaran sus sueños en la noche. Tuve la sensación de que, al menos durante esa mañana de la Pascua ortodoxa, todos ellos se sintieron a miles de kilómetros de aquí, unos en Jersón y otros Lviv (Otros han preferido olvidar Bajmut para siempre).
“Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo será imposible”. Don Quijote de la Mancha (II, 17).
Para seguir leyendo:
Episodio 1. Gueto judío de Venecia, en el verde de la memoria.
Episodio 2. Sátira de la Crucifixión más allá de la plaza San Marcos.
Episodio 3. ‘Ponte Vecchio’, murmullo de voces y sueños.
Episodio 4. Plaza de San Pedro, inmaculada pero descarnada.
Episodio 5. Los olmos del Gianocolo de Roma se inclinaron aquel día.
Episodio 6. Bosque de Bolonia, raviolis preparados en pareja.
Episodio 7. Bruselas y las siete calles que conducen a la Gran Plaza.
Episodio 8. París, la alegría de vivir hecha de miga de pan.
Episodio 9. Turquía y Siria, gana quien sabe amar.
Episodio 10. 8M, nadie muere entre las flores, sino ante su ausencia.
Episodio 11. “¡Pararse ahí!” De Sevilla a Vegueta en Semana Santa para curar el alma.
Episodio 12. ¿Música de Macedonia o una torrija de la cafetería Madrid?