Niños que nadan como adultos #Ceuta
"La ropa se vuelve tan fría cuando la mojan las olas… Es como la arena. Se te pega a la piel como la desesperanza al alma"
Niños eran. Sí, también. Y llegaron contentos. Igual que si fueran Pinocho y pisaran la orilla de ‘la Isla de la Fantasía’. Porque se arrojaron al agua víctimas del engaño. Promesas infantiles susurradas en los corrillos.
Y como niños que son, creyeron en la palabra de quien les tendió la mano, para después retirarla. No llevaban bañador, puesto que no se lanzaron al mar para chapotear el preludio del verano, sino que llegaron con lo puesto.
(A la espera de que, luego, se secara). Vida que chapotea en el mar como si fueran peces.
No pisaron la orilla para hacer castillos de arena, sino para dejarlos atrás. Para ellos no es un juego la arena a la orilla del mar, sino un camino. A veces, de no retorno.
Crónica del desconsuelo al saber la verdad. Al menos, no lo es de la desgracia esta vez. Quizá sólo por ahora. Porque entre los miles de niños llegados en sólo 48 horas hasta la orilla de Ceuta, también hubo un bebé, cuya imagen ha dado la vuelta al mundo.
Inerte por el frío, lo llevaba su madre a la espalda mientras nadaba la corta travesía del espigón. Inmensa, sin embargo, para la vida que dejaba atrás (y la que, esperaba, le aguardaba aún por delante. Toda ella).
La ropa se vuelve tan fría cuando la mojan las olas… Es como la arena. Se te pega a la piel como la desesperanza al alma. Pero la vida no te pesa cuando vas en busca de ella, y menos si tú la has traído a este mundo.
Sin embargo, desde este lado del espejo, en esta otra orilla, la de los afortunados, la gente no va a las playas a morir. Nos tumbamos sobre la misma arena mojada sólo cuando hace sol.
Y boca arriba, mirando al día de igual a igual. Es ésa nuestra suerte, la de mirar a la vida de igual a igual. Nacemos ya con ese derecho a este otro lado…
Seguramente sea por eso que, a veces, conocemos el nombre de los que mueren pero ignoramos a los que viven. Y por ello sabemos de Aylan, al que el mar Egeo devolvió intacto, pero inerte.
Sucedió en la costa turca de la playa de Bodrum (septiembre de 2015). Tenía 3 años. Bueno, los tiene para toda la eternidad.
Y sabemos también de Eléne Habiba Traore, a la que el Atlántico enterró en nuestra misma orilla. De sólo 2 años y apellido de poeta. De poeta y narradora, pero esperanza de vida corta.
Sabemos por ambos, y por tantos, que la muerte sabe a sal, a veces. Otras, es la sal la que te devuelve a la vida. Así fue esta vez. A la tercera va la vencida, también a veces.
El bebé, cuya foto ha dado la vuelta al mundo en las manos de un guardia civil español, que lo salvó de la voracidad del Mediterráneo en Ceuta, vive. Y no sabemos su nombre.
No me importa. “La única alegría en el mundo es comenzar. Es hermoso vivir porque vivir es comenzar, siempre, a cada instante”, decía el poeta italiano Cesare Pavese.