Nadia Murad por voz de 3.000, vive… (Nobel de la Paz)
La Academia sueca premia a la activista yazidí por luchar los derechos de las mujeres y “arriesgar su propia seguridad para combatir con coraje crímenes de guerra y buscar la justicia para las víctimas”
Nadia Murad, mujer y ‘yazidí’… Doblemente infiel para el Daesh. Cuando los soldados del Estado Islámico (EI) ocuparon Kocho (Kojo), su pequeña aldea en el norte de Iraq, no lejos de las montañas de Sinjar, en la provincia de Nínive, fue castigada por ello. Doblemente.
La Academia de los Premios Nobel concede a la yazidí Nadia Murad Basee, hoy activista por los derechos de las mujeres yazidíes, el premio Nobel de la Paz 2018 por “arriesgar su propia seguridad para combatir con coraje crímenes de guerra y buscar la justicia para las víctimas”.
Nadia Murad presenció la muerte de seis de sus hermanos cuando los combatientes de la ‘Yihad’ decidieron eliminar a todos los hombres de su familia (y los de otras). A las mujeres y niñas les esperaba otra suerte.
Peor, sin duda, por tratarse de una situación agónica y de tortura que se prolongaría en el tiempo. Así fue. Para Nadia Murad y otras 3.000 más.
La historia de Nadia Murad se hilvana sobreviviendo a ISIS. Y esa es su victoria, estar viva para contarla. Por ella y por esas otras 3.000, que no todas corrieron la misma suerte. De algunas, sólo queda el nombre en el recuerdo, pero ni siquiera de los suyos. (Esos partieron antes).
Pero forman parte del imaginario colectivo gracias al testimonio de vida de Nadia Murad. Sobre todo, de vida, de vida más allá de la muerte en vida. Ella y otras tantas mujeres yazidíes fueron las víctimas silenciosas de lo que el EI denomina la ‘Yihad sexual’ (violación en grupo).
Obligadas a satisfacer los deseos sexuales de los combatientes del terror, eran traspasadas de unos a otros después de haber sido secuestradas y vendidas. De mano en mano, como juguetes rotos, Nadia Murad y las otras muchachas rolaban sin descanso.
Violadas en grupo, las más de las veces, y sobadas a voluntad en cualquier momento. Sin tregua. Penetradas hasta la extenuación y la pérdida de conciencia real de su propia existencia. Casi sin interrupción. Para Nadia Murad y las otras mujeres, no existía ‘alto el fuego’.
Eran esclavas. Esclavas sexuales deL ISIS. Pero Nadia Murad sobrevivió.

Nadia Murad : “Juro por Dios que estamos tan cansados de luchar”, fueron las palabras ante la ONU, en nombre de los yazidíes.
Han pasado cuatro años ya… Pero en el rostro de Nadia Murad han pasado muchos más, el dolor y la violencia han dejado sus huellas bien impresas, para que jamás olvide. Acaso piense nadie que ello fuese posible.
Primero cercaron la aldea durante varios días, para que el miedo previo al terror fuera haciendo parte del trabajo, sin duda. Refugiados en sus sencillas casas de barro, se hicieron oír pidiendo ayuda… Jamás llegó. Ni para Nadia Murad ni para el resto de la aldea (mucho menos para las mujeres, claro).
Se llevaron a todas las niñas mayores de nueve años. Acabó su infancia. Nadia Murad pudo ver cuál sería su suerte en la piel de otras, antes de que le tocara. (De todos modos, ya había visto caer a sus hermanos acribillados a balazos desde la ventana de la escuela).
Perdió la cuenta, eran un mero botín de guerra. Infieles como yazidíes e invisibles como mujeres. Muchas se suicidaron. En otros casos, sus cuerpos se rompieron de tanto uso y no resistieron la ‘yihad sexual’. Pero Nadia Murad sobrevivió porque jamás perdió la fe.
También para poder contarlo. Pese a haber sido violada cada día, día tras día, durante más de medio año, logró escapar la última vez que fue vendida en Mosul. Porque no perdió la fe y porque siempre hay alguien detrás de una puerta cuando llamas a ella…
¿Siempre? Seguro que sí. Cuando no te rindes a la muerte sin haber abandonado aún la vida. Nadia Murad lo logró tras un ‘abaya’ (velo), de color negro y una identidad falsa. Ha llegado hasta hoy después de publicar un libro contando su historia, ‘Yo seré la última’ (expresando el deseo de que así sea).
Quizá ahora, con el Nobel de la Paz en la mano (compartido con el ginecólogo congoleño Denis Mukwege, que trató a más 30.000 víctimas de agresiones sexuales en la República democrática del Congo), su lucha logre ir más allá.
Por lo pronto el rostro de Nadia Murad estará siempre asociado a la campaña por el pueblo yazidí y contra el tráfico de personas. Pero sobre todo, estará siempre asociado a la lucha.