‘Mientras dure la guerra’… Mientras dure la pandemia
"Sentí, con impotencia, que la noche que nos cubre ahora es más negra que nunca. Y vi en el horizonte la fragilidad de la democracia que nos ampara… Mientras dure la pandemia, como Unamuno"
‘Mientras dure la guerra’ o mientras dure la pandemia. Sí, parece sólo una frase, pero si nos guiamos por la historia, no dudaremos jamás de la importancia de las palabras. Y de cómo dejar o, por el contrario, suprimir esta sencilla frase del final de un Decreto, lo cambia todo.
Sé que últimamente me refería sólo a todo cuanto vi antes de #quedarmeEncasa, quizá incluso de lo vivido durante el tiempo de #quedarseEncasa… Sin embargo, hoy toca otro tipo de relato.
Jueves 7 de mayo. Crónica del disparate con personajes de chiste o bien, cómo sobrevivir al cretinismo mental de los protagonistas de un tebeo. Pero sin su gracia, claro.
Al salir de casa con el ánimo de contar, desde estas mismas páginas, de qué modo la cotidianeidad se abre paso entre tanta desescalada rumbo a esa ‘nueva normalidad’ de la que tanto oímos hablar últimamente (aún sin saber del todo cómo se articulará exactamente), me topé con el ‘Dúo Sacapuntas’.
Pero quién hubiera dicho que llegaría a sentirme como Miguel de Unamuno durante su famoso discurso en la Universidad de Salamanca (retratado magníficamente por Amenábar en su último film).
Aunque… ¡Aguarda un momento! Sentemos las bases primero a modo de recordatorio colectivo, antes de entrar en el propio relato
De todos es sabido que Canarias vive del turismo, ésta y no otra es su única industria real. De modo que nuestra economía funciona en cadena, toda ella, dependiente del turismo. Es un hecho.
Y el que no lo tenga claro, y piense tras su cuerpo funcionarizado que ‘a él/ella no le afecta’, porque no trabaja en el sector servicios, se equivoca y mucho.
Así que acudir al Paseo de la Playa de Las Canteras, el auténtico escaparate turístico de esta capital, es evidenciar cuál va a ser el futuro de Las Palmas de Gran Canaria.
A nadie se le esconde que, por suerte o por desgracia, los locales de la primera línea de playa son una sucesión de bar con bar, café con café y restaurante con restaurante. Y que estos días, andan a pie de obra, desbordados ante el incierto futuro de su inminente apertura.
Y eso, los que puedan volver a su actividad, porque la cifra de los desempleados que se han quedado descolgados de toda actividad económica supera los 255.000 parados. Un drama en toda regla.
La visión casi fantasma de las rejas a medio subir en sólo una quinta parte de estos establecimientos, gota a gota y de un día para otro (según las ayudas que van llegando), al tiempo que los ecos de las risas de los niños se escuchan desde la arena… Es un duro contraste, para qué negarlo.
Pues bien, enredados como estábamos en este retrato (parapetados tras nuestra pantallas faciales y guantes), nuestra retina filtraba todo este paisaje y paisanaje para luego informar.
(Nada nuevo bajo el sol para quienes llevamos haciéndolo desde hace tanto tiempo, pese a que, desgraciadamente, todo gire en torno al Covid-19 en este trimestre).
Enfoque propio
Lo cierto es que, como decía, trabajando para dar luego cumplida cuenta de ello con un enfoque propio, nos paró Mortadelo y Filemón. ¡Sí, ¿te lo puedes creer?! Los sujetos de la TIA en persona… ¡Qué recuerdos de la infancia los domingos!
Bueno, debo decir que primero me acordé de los dibujos animados de mi querida ‘Heidi’. Si, ya sabes, cuando su amiguito Pedro silbaba para llamar a las cabras.
Yo, que soy muy ‘urbanita’ y todas mis referencias rurales caprinas pasan por esta serie japonesa de dibujos, no supe interpretar aquel sonido gutural que parecía salir de la boca de Homer Simpson cuando regurgita las cervezas.
Y es que ni siquiera fue un “¡eh, eh!”, así bien escrito con ‘h’ y onomatopéyicamente correcto. Fue un “¡ej, ej!” (con “j”)… ¿Esto existe? Parece ser que sí, al menos, en el canal comunicativo de algunos.
Menos mal que se acompañó de un gesto con la mano, pero en un ‘meneo’ a lo ‘zoco moruno’ cuando el vendedor tiene el puesto lleno de género y quiere atraer tu atención, que tampoco dejaba del todo claro si quería hablarnos.
Quería, sí. Bueno, en realidad, hablar lo que se dice hablar es casi echarle un piropo al ‘gallo Claudio’. Sí, ya sabes, aquél afanado de los ‘looney tunes’ (de la Warner Brothers), que jamás dejaba hablar al pobre pollito (con su “¡eh, chico, chico…pero dime, chico!“), porque ya tenía toda una historia en su cabeza… Pues ése.
La respuesta de comunicadores acreditados trabajando, al interrogante de motivo de nuestra presencia allí y en aquel momento, no le gustó. Y no le gustó pese a quedar autentificado documentalmente.
Parece ser que el ‘Dúo dinámico’, anclados en el ‘Resistiré’ de ni sé cuándo (no el de la cuarentena y el balconeo), querían ver un periódico de papel.
Tenían la primitiva necesidad del tacto en la mano, mientras se balanceaba sobre su ‘segway’ (Curioso choque tecnológico el de esta mente privilegiada, ¿no?). Se ve que su cabeza no sigue a su cuerpo.
Pese a brindarle el dominio de la web para que entrara en ella (y hasta el domicilio fiscal de la empresa de este medio de comunicación), amén de intentar mostrarle la portada en la pantalla del propio ‘smartphone’…
Su único interés era “¿de qué están escribiendo ahora?”, pero en formato Pato Donald, esto es, muy nervioso y agitado, al no encajar los círculos en sus cuadrados. Y por supuesto, los cuadrados en sus círculos.
Es lo que tiene la disfunción de los Hernández y Fernández cuando no se quitan el abrigo negro ni para la aventura de ‘Tintín en el país del Oro Negro’… No razonan porque se están asando como un pato. Donald.
Menos mal que mi pantalla facial paraba toda chispa de su agitación porque un desesperado ‘Fofito’, que no llevaba mascarilla y no guardaba ni siquiera un metro de distancia (tampoco llevaba los guantes puestos), no paraba de salivar en su afán.
Reportaje del día
Y es que tras su insistencia en que desveláramos el contenido del reportaje del día, los ‘Hermanos Calatrava’ pasaron a mayores y entraron a cuestionar nuestra indumentaria (los termómetros de la Avenida marcaban 30 grados), lo cual resultaba curioso viniendo de alguien que trabaja en bermudas. Y de quien hasta cabría cuestionarse si no llevaba una talla menos, dado lo subidos que le quedaban aquellos bermudas.
(Quizá era para mostrar los muslos depilados o quizá es un forofo de ‘Maestros de la Costura’… ¡Vaya uno a saber! Como programa de entretenimiento está bien).
Lo cierto es que después de tanto tiempo cubriendo diferentes acontecimientos, incluyendo algunos hasta en el Vaticano, nunca nadie me había referido la necesidad de una ropa determinada que demostrara mi perfil profesional… ¡Alucinante!
Vale… Quizá como amante de ‘Maestros de la Costura’ le molestaba mi vestido de punto por la rodilla y manga corta, de estampado floreado y claro perfil de pronto-moda de ‘Pull & Bear’.
Justo cuando pensaba dejar a un lado el comentario claramente machista de cómo iba yo vestida para saber a qué me dedico o no (no estaba dispuesta a entrar en semejante disquisición del todo peyorativa como mujer, trabajadora o no), la cosa empeora.
Pepe Gotera y Otilio (chapuzas a domicilio) abren la boca al tiempo que creíamos que no se podía meter más la pata, porque no estaba aún poco atropellada la libertad de prensa. Y pese a indicarles que el ART 11 del Decreto 10/2020 del Estado de Alarma, nos señala como trabajadores esenciales.
(Por un momento me sentí como los judíos de Oscar Schindler cuando trataban de demostrar ante los nazis que eran ‘trabajadores esenciales’ para no ser exterminados, al acudir a la fábrica).
Si no fuera claro, por el dramático acontecimiento de la Soah frente a esta ridícula situación frente a los ratones ‘Pixie y Dixie’. Aunque la torpeza de mi interlocutor, el de la llamada al rebaño, era más bien la del gato Jinks, que jamás cazaba a los ratones.
Aunque éste tenía ganas de caza, como venía demostrando. Bueno, lo que decía, pensaba dejar a un lado el comentario claramente machista cuando Johnny English va y me dice que, observando mi DNI, soy una ‘conviviente’ de mi compañero. Así que “no puede ser que trabaje con él”. ¡Inaudito!
Ahora resultaba que una pareja no podía, además, ser compañeros de trabajo, o viceversa. No daba crédito a lo que estaba pasando… Sólo le faltó llamarme ‘concubina’, a juzgar por su furibunda mirada y sus modos y maneras.
No se me ocurre de qué molde puede salir un espécimen semejante, tan cargado de prejuicios y complejos propios. Llegados a este punto, volvieron a mi mente sus sonidos guturales iniciales a lo Homer Simpson.
Y tuve pues, el impulso de contestarle como Bart Simpson, esto es: “Multiplícate por cero”. Pero no siendo mi estilo en absoluto, recordé las palabras de mi padre, el Poeta Juan Jiménez (Premio Can de Plata de las Artes del Cabildo).
“Por debajo de cierto nivel, no desciendo jamás”. Y eso hice, no descender.
Y lo vi alejarse por la avenida, satisfecho con su sanción, cual ‘cuadrillero de la venta de Palomeque’ con la faltriquera llena de palabras moribundas (como de otro tiempo), mientras mi alma permanecía invicta.
Pero sentí, con impotencia, que la noche que nos cubre ahora es más negra que nunca. Y vi en el horizonte la fragilidad de la democracia que nos ampara… Mientras dure la pandemia, como Unamuno.
Esto no podía estar pasando. No en España. Y no con la Constitución que nos ampara en este país. (Por no hablar de la nueva Ley de igualdad).