Mauritania se inhibe de cientos de enfermos del oro por ser de raza negra
Los subsaharianos fueron empleados como mano de obra esclava. Muchos fallecieron en túneles mineros excavados a mano Carecen de documentos. Los árabes los discriminan porque ya son mayoría
Mauritania se inhibe de los cientos de enfermos que sufren la fiebre del oro porque son de raza negra.
Mauritania emprendió el pasado año una campaña popular para que cualquier ciudadano picara piedras en un supuesto yacimiento de oro, al Norte del país, a unos 200 kilómetros del puerto de Noadibú (en el límite con El Sáhara Occidental).
Mauritania, gobernada por un ex militar que se hizo con el poder en 2008 tras un golpe de Estado, concedió más de 20.000 permisos a razón de 300 euros por licencia.
De una tacada, el Gobierno recaudó 6 millones de euros, una enorme bolsa de dinero se si tiene en cuenta que la renta media en este país islámico que mira a Canaria se sitúa en 800 euros al año.
El éxodo en busca de fortuna resultó un camelo. Desde diciembre, la Policía prohíbe el paso a la zona perimetrada. Pero ya es demasiado tarde, porque las consecuencias para la salud de miles de trabajadores son irreversibles, según organizaciones caritativas consultadas por Espiral21 que cooperan con grupos de asistencia social en Noadibú y Noakchout (la capital).
Los buscadores de oro trabajaron en pleno desierto en condiciones precarias, con escasos materiales y nula cualificación para el manejo de productos tóxicos como cianuro o mercurio, dos elementos que permiten acelerar el proceso de purificación del oro. Además, soportaron durante 4 y 6 meses temperaturas superiores a los 40 grados. Muchos perecieron en el intento cavando túneles artesanales que se derrumbaron en un santiamén. “Hay decenas de cuerpos anónimos en algún lugar del desierto que nadie reclamará jamás“.
La mayor parte de los afectados por el síndrome del oro son de raza negra, lo que equivale a “no ser nadie“. “Sencillamente, son indocumentados. Carecen de papeles, de reconocimiento público. No existen”.
Sufren patologías severas de pulmón, piel y sistema nervioso.
Los negros en Mauritania son como los parias de La India. Representan el 65% de la población frente al 35% autóctona.
La presión demográfica de raza negra proviene del flujo migratorio de los países subsaharianos que huye de la hambruna y las guerras.
En 20 años han superado a los residentes árabes, amazight o bereberes.
Mauritania fue el último país del mundo en abolir oficialmente la esclavitud, en 1978, pero en el día a día se sigue practicando.
Se suelen emplear en tareas del hogar a cambio de comida y un techo, sin baño y, en muchas ocasiones, sin cama, sobre una manta.

Mauritanos y empleados de raza negra pican en el suelo del desierto en la campaña del oro (Foto Argelifree).
En Mauritania no hay agua corriente a diario. Lo mismo ocurre con el abastecimiento eléctrico. Muchas barriadas de las principales localidades actúan como cooperativas. Acumulan todos los alimentos en una nevera compartida que se nutre de grupos electrógenos cuyo combustible pagan entre todos. A veces solo se pone la luz durante 4 o 5 horas.
Las limitaciones de desarrollo social, llevaron a miles de personas a probar suerte con el preciado metal. Sin embargo, picar piedras para buscar oro resultaba caro. Los más pudientes, sobre todo, personas relacionadas con la pesca, pagaron las licencias de cientos de obreros (de raza negra) y compraron detectores de metales a razón de 4.000 euros.
La revista Jeune Afrique, una de las de mayor difusión en el continente vecino, desveló este año que cientos de detectores se acumulan bajo los cobertizos de las aduanas del aeropuerto de Nouakchott, como prueba de la fuerte especulación que desató la furia del oro.
Los pocos detractores al régimen de Mohamed Abdelaziz creen que el Gobierno ofreció “pan y circo” para presionar a multinacionales como Kinross, con base en Las Palmas. “Durante los permisos hubo una huelga muy radical en el yacimiento de Kinross. Los trabajadores exigían mejoras salariales y la empresa insistía en vincular los sueldos a la productividad”.
Kinross cerró durante meses y fue en ese periodo cuando Abdelaziz proclamó que cualquier mauritano tenía derecho a encontrar oro.
Surgieron agencias, tiendas y proveedores de todo tipo. Se instaló un campamento al norte del país que dio cobijo a más de 25.000 personas. “Era un gran caos, pero la ilusión resultaba desbordante“.
Las deserciones resultaron inmediatas y a las pocas semanas apareció el mal del oro, por el uso de elementos tóxicos.
Los de raza negra son los trabajadores peor parados. Carecen de documentación y reconocimiento público para impedirles votar en las elecciones. De esta forma, los árabes garantizan la supremacía política e institucional y mantienen el sometimiento sobre las etnias subsaharianas.
Este periódico intentó por segunda vez que el cónsul en Las Palmas, Sidi Mohamed, ofreciera su versión de los hechos. “El señor cónsul no está“.