Marsella, donde todo atañe al mar
#ConBrilloEnLaMirada, episodio 1. La autora elige una de las capitales del Mediterráneo europeo para ver cómo los turistas se mezclan con pescadores o cómo las oraciones quedan bañadas de sal
#ConBrilloEnLaMirada para seguir creyendo que lo mejor está por llegar y que verde sigue siendo el limonero, aún cuando no dé frutos. Con brillo cuando miro los colores de los geranios aunque pasee por la calle de las penas.
De azul, si miro el día y rojo, si la noche. En un viaje sin destinos ni fronteras, en el que nosotros mismos somos lugar de llegada y de partida. Los países y también, las ciudades.
Donde el amor dibuja el callejero, pero son los besos los que se paran en cada esquina. Para hallar tu patria en ese pecho en el que reposas el rostro al despertar, pero para llevarla contigo en tus zapatos.
Adonde quiera que vayas, que sea siempre con el fuego de ayer en la mirada. Tu voz, una constante. Y tu silencio, una promesa. Juntos, una oración.
Con ese brillo en la mirada para soñar una historia antes de vivirla y elegir hacerlo, antes que seguir soñando. Sentir, nada más.
Así que hasta que nadie grite ‘Rien ne va plus’ y ya no quepan más apuestas, que gire la rueda del mundo y que no se baje nadie. Porque como recitó Pavese, “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”.
A veces, basta sólo con ‘tenderse al mar’, ya sabes… Flotas tumbada sobre el agua con los pies juntos y los brazos en cruz, emulando un Cristo. Miras al cielo sin más, pues ahí está todo.
Y esta mañana sucedió. Tendida en él, su aroma me trajo más mar y me llevó, como nadando, a aquella otra ciudad donde todo atañe al mar, presente en cada rincón.

La moderna integración del Puerto en Marsella, con motivo de su capitalidad cultural en 2013, pasa por el MuCem (Fotografía E21).
Misteriosa magia la de los recuerdos, que me permitió escuchar de nuevo cómo sus marineros pregonaban el pescado a media mañana. Casi resulta increíble que esto pueda pasar aún en una gran ciudad…
Así es Marsella, donde turistas se mezclan con pescadores y marselleses que acuden a la compra, en un mismo frente marítimo. Un ‘Puerto Viejo’ a pie del mismo paseo.
Un puerto hasta donde las oraciones quedan bañadas de sal, pues a rente del mar se alza también una iglesia. Cuentan quienes mismo cantan el himno de ‘la Marsellesa’, que de Betania allí legaron en barco Lázaro, María Magdalena y Marta.

El barrio de ‘Le Panier’ en el corazón del casco antiguo de Marsella, con ambiente colorista, está lleno de bellos rincones (Fotografía Espiral 21)
Y por ello, su dulce típico se llama ‘navette’… Santos bocados a base de harina, azúcar, huevos, mantequilla y flor de naranjo, a los que nadie se resiste. No vaya a ser que su famosa sardina no nos sacie ni de mar ni de viajes.
Que allá en lo alto la guarda la Virgen coronada, a Marsella. Porque abajo, en las calles de ‘Le panier’, su barrio de artistas, no le sobran los ‘avemarías’ cuando las olas la mecen. A Marsella, que “para todos tiene la muerte una mirada” (Césare Pavese).