‘Madres paralelas’, cuando la memoria florece…
Pedro Almodóvar nos quita el aliento durante casi dos horas mientras nos da oxígeno para seguir adelante, como sus protagonistas, que salen de la fosa de sus recuerdos por el camino de la certeza. Con esa vida venida de vuelta
Madres paralelas de vidas sesgadas. Ya lo habíamos dicho de Almodóvar, es como un virtuoso costurero de la resiliencia que cose historias profundas, puntada a puntada, con un hilo invisible… Capaz de zurcir el alma a fuerza de dejarla ser.
Ser y respirar sus propios impulsos. Reconfortarla como haría la mano de una abuela, o la de una madre que suple a otra, la que no tuvo o la que no quiso serlo.
Ese alma femenina que da la vida aún cuando no lo espera ni lo desea… Y siempre cosida a la memoria en nombre de todos, carnal y espiritualmente.
Pedro Almodóvar nos quita el aliento durante casi dos horas mientras nos da oxígeno para seguir adelante, como sus protagonistas, que salen de la fosa de sus recuerdos por el camino de la certeza. Con esa vida venida de vuelta.
Profunda y sin contención… ¿Para qué? La vida no necesita tanto silencio, sólo precisa de la verdad para no olvidarse de respirar. Y sólo entonces, seguir respirando.
Las mujeres de estas ‘Madres paralelas’ de Almodóvar son personajes maduros, incluso la jovencísima Milena Smit, que sorprende y mucho (dará que hablar, sin duda).
Pero es que Penélope Cruz está, sencillamente, soberbia. La tensión de su personaje es tal, que hace temer al espectador por ella. El devenir de su personaje, Janice, se convierte en el timón necesario para seguir respirando antes de que la película acabe.
La maternidad es sólo el contexto de una historia que va más allá de la vida. Y más allá de la muerte, claro. Incluso de la muerte en vida cuando fallan las certezas.
El verdadero escenario es el de la memoria, la colectiva y la individual. Y cómo esta conciliación con la propia historia marca la vida entera hasta encorsetar al destino, empezando por la misma maternidad que la entrega sin más, como un regalo.
A partir de ahí, el desarrollo es sobrio, absolutamente teatral en el que prima el diálogo entre las madres protagonistas, las paralelas y también las ausentes presentes. Las que se fueron y las que no quieren estar.

‘Madres paralelas’, en uno de los instantes más emotivos, con Penélope Cruz y Rossy de Palma, en primera fila.
Las que perdieron. Todas perdieron algo. El diálogo omnipresente entre los vivos y los muertos. Los ausentes a ambos lados en una tensión permanente. La de un país que camina con cordura sobre fosas comunes sin saber dónde reposa su poeta más internacional.
Vida y muerte. Muerte y vida… Y la verdad, como único camino de libertad entre ambas. Cosido con ese hilo invisible de Almodóvar, el guiño a la obra de Lorca y su no madre – mujer insatisfecha de “Doña Rosita la soltera”.
Sólo ante una tumba reciente, Janice (Penélope Cruz), que busca de siempre la certeza de la vida y la muerte de su bisabuelo en una fosa no abierta, sabe qué hacer por Ana (Milena Smit), pues el amor no halla cimientos sobre la mentira.
“Que el agua se quede sin cauce…” Siempre.