Lucien Freud, ese endiablado taller… En el Thyssen
Calificada como uno de los eventos culturales más importantes de este comienzo de 2023, llega a Madrid para remover los adentros como mismo convocó colas interminables en la explanada del Centro Pompidou de París durante cuatro meses completos
Y Lucien Freud contestó… “Dejadme solo”. Éstas figuran entre sus primeras palabras siendo niño. El nieto del inventor del psicoanálisis, celoso de su intimidad, prefiere trabajar por la noche y lo hace sin descanso, Lucien Freud, Ese oscuro espacio para los deseos…
Pero de manera lenta. Puede tardar hasta un año en terminar un lienzo, al tiempo que trabaja en cuatro o cinco a la vez. La gente se ruborizó tanto como los colores del Pompidou cuando ofreció esta misma retrospectiva.
Recién llegada ahora a Madrid, al Museo Thyssen, vuelve a remover los adentros como mismo convocó colas interminables en la explanada del Centro Pompidou de París durante cuatro meses completos.
Habían pasado más de dos décadas de la última retrospectiva dedicada al pintor británico contemporáneo en Francia, cuando el Pompidou rindió homenaje al controvertido artista con esta muestra dedicada al trabajo que encerraba su taller londinense.
Poco más de 12 años más tarde, con esos 50 lienzos (y cinco más) de gran formato, realizados en los últimos años de su carrera, el Lucian Freud más íntimo sorprende también Madrid. Y ruboriza, otra vez.
A nadie deja indiferente, claro. Calificada como uno de los eventos culturales más importantes de este comienzo de 2023, estamos sin duda ante una de las exposiciones más sobresalientes que pueden ofrecerse sobre el trabajo de Lucien Freud.
La muestra sigue el hilo conductor de su espacio de trabajo y, bajo el título de “Nuevas Perspectivas”, nos asomamos al Lucian Freud más personal y también a la obra más reciente de este pintor figurativo.
Sin embargo, abre las puertas a la intimidad de su taller, a los retratos y a algunos de los desnudos más polémicos e impactantes como el de ‘Big Sue’, en referencia a Sue Tilly, una asistente social obesa.
Y en torno al tema del taller como espacio cerrado en el que reina el aparente caos, pero en el se centra casi toda la práctica de Lucian Freud (pues, incluso cuando pinta las calles de Londres, se trata de lo que ve desde las ventanas del estudio), gira su mirada. Desde su estudio o ‘atelier’.
Considerado uno de los mayores pintores contemporáneos, Lucian Freud, fallecido un año después de aquella retrospectiva parisina que tanto impacto me produjo mientras comía un helado de ‘Amorinno’ en la soleada explanada del Pompidou…
Y mientras las gotas derretidas de mi sabor caían por los contornos del cucurucho, casi como la piel víctima de la flaccidez del tiempo en sus desnudos, yo pensaba en ese taller de los deseos de Lucien Freud.
(Acaso el deseo siga flotando tras la partida del cuerpo…)
“Quiero que la pintura sea carne”, siguió diciendo el maestro hasta su marcha a los 89 años. Y es que la singularidad del trabajo de Lucian Freud procede, sobre todo, del tratamiento minucioso e insistente del retrato y del desnudo. Casi obsesivo y siempre perturbador.
Juega con el cansancio de los modelos como mismo juega con el hastío del tiempo. Y tanto sus cuerpos como sus rostros reflejan esa fatiga que se aferra al pasado como si fuera presente, soñando el futuro con el ansia de la juventud perdida.
Así hasta que sus gestos se tuercen y se retuercen entre la naturalidad y la fealdad, si es que acaso este concepto existe. A solas, relajados en una suerte de ‘let it be’, abandonando claramente la pose impuesta por el trabajo.
Y sólo entonces, cuando los músculos se relajan y las carnes se aflojan, ahí está Lucien para rescatar esa otra esencia que yace dentro del que es retratado, y también dentro de ese estudio de Lucian Freud, mágico y endiablado a la vez.
No cabe duda, el modelo está observado dentro del mundo cerrado del taller, verdadero laboratorio del pintor, preso de la realidad aunque hablemos de arte.
Taller como verdadera metáfora de la pintura (¿la vida?). Un encuentro a puerta cerrada entre el pintor y su modelo desde hace tanto, desde Rembrandt a Picasso, en el que el espacio para la pintura, para la representación de lo real a imagen y semejanza del proceso de creación del artista, se convierte en lugar casi imprescindible para una nueva lectura del arte.
“Pinto a la gente no como es, sino como la veo. A los modelos profesionales les han mirado tanto que les ha crecido una segunda piel. Cuando se quitan la ropa no se quedan desnudos, su piel se ha convertido en otra prenda”, afirmaba Lucien.
El Thyssen es más que nunca, estos días, el entorno de los grandes maestros y testimonio puro del paso del tiempo. Hosco en su afán por salvaguardar independencia y privacidad., le costaba ser complaciente con la mirada del cuerpo humano.
“La pintura es todo lo que se siente sobre ella, todo lo que se piensa sobre ella, todo lo que se pone en ella cuando se la pinta. No es importante copiar apropiadamente al modelo”, decía.
Es el suyo un retrato psicológico, siempre subversivo y polémico, que va más allá de lo visible, que escarba en otros pliegues más profundos que los que exhibe la piel al natural.
Se percibe la tensión, pero también la desolación que es capaz de causar la cruda realidad, como si estuviéramos ante carne recién salida de un matadero, fláccida y abundante. (Acaso lista para envasar, en un mundo que languidece de hambre y ansia cosmética. Descarbonizada, eso sí).
Como el último retrato, inacabado, de su ayudante David Dawson y su perro, un ‘lebrel’. Para Freud “la pintura es la persona”; y lo cierto es que la visita a una exposición de Lucien Freud involucra siempre al espectador, al que acosa y hace sentir como auténtico ‘voyeur’ de la intimidad y la desnudez de otros.
¡Abrígate o desvístete! “Lucien Freud, Nuevas Perspectivas” como mejor te plazca, porque podrás visitarla hasta el 18 de junio.