L’espresso en la barra, de pie y de un solo buche
#ParaVivirVivo, nueva serie de episodios en la que el tiempo suele curar el alma, la autora cuenta cómo el sorbo fugaz de un café lo arregla casi todo
#ParaVivirVivo… Para volver a sentir despacio pero profundo, que los besos duran y que el tiempo me cura el alma. Que deja espacio al cielo y lugar a la tierra entera.
Para que me permita creer que el mar va de largo y que la vida me deja ver las cosas de cerca. Y nunca de oídas, ni a escondidas. Sólo por eso, qué no daría yo por volver a volver tantas cosas, sin saber cuándo es cuando.
Y así, volvería a escuchar con gusto aquella retahíla de canciones en italiano, una tras otra, en un canal creado sólo para ello. Un vídeo clip detrás de otro, y otro más.
‘Revival’ y vintage por momentos, y actual a ratos, casi que sólo para los instantes publicitarios de cruceros románticos (para quienes gusten de ellos).
En alto y en la pared del fondo del salón del desayuno (desde que éste comenzaba y por más temprano, o tarde, que bajaras a disfrutar de él), ya estaba sintonizada la imagen en una ‘tele’ plana.
Como una introducción a las inmediatas aventuras de tu mañana, o como una invitación a no perderte por nada ‘il giro del mattino’, suena de fondo “Ti odio e ti amo. È una farfalla che muore sbattendo le ali. L’amore che a letto si fa”.
Paladeas con gusto el capuchino de la mañana, servido con cacao en polvo por encima, casi masticando su cremosa espuma, mientras Umberto Tozzi te canta que “Te odio y te amo. Es una mariposa que muere batiendo las alas, el amor que en la cama se hace”.
Y tú piensas, sin remedio… ¡’Ma Dio’, que todas las mañanas luzcan como ésta, que todas las lunas sean de miel y que todos los ‘capuccinos’ sepan como éste!

Vía de la Conciliación, en la frontera con Prati. En la foto, la autora con la cúpula del Vaticano al fondo. (Foto E21).
En aquel hotel del barrio romano de Prati, los desayunos sonaban y sabían a italiano. Y es que cuando te alojas en el barrio de Prati, más allá del Vaticano, te sientes como un italiano más, aún siendo turista.
Estás fuera de la monumentalidad del patrimonio romano sin haber salido de la ‘Ciudad Eterna’. Continúas en el centro del mundo, pero te tomas l’espresso en la barra, de pie y de un solo buche. Para eso es tan cortito que es ‘ristretto’.
Como uno más, con el gesto de la mano recogida con los dedos agrupados en pico, y haciendo jirones verbales de los políticos del día. Una sonrisa a medias y, a veces, algún codazo inesperado.
Acaso haya algo más sencillo que te acerque tanto a este mundo y que te caliente más el alma. Todo lo cambia el momento…