Kyoto, donde hallar el Cielo en la Tierra
Pasear por Kyoto es pasear por el barrio de Gion…Y contemplar a las ‘geishas’ saliendo de la calle Hanamikoji hasta el pasadizo de Pontocho y el río Kamogawa
Kyoto, en efecto, podría ser el cielo en la tierra, pues tales son las sensaciones que uno experimenta al visitarla. Si viajar a Japón es como volar a Venus, elegir Kyoto como destino… Es como el ‘hatsuyume’.
El ‘hatsuyume’ es la tradición japonesa del ‘primer sueño’ del año, es decir, aquellas visiones con las que sueñas una vez ha comenzado el año nuevo, y que determinarán lo que habrá de depararte el mismo.
Dicen los japoneses que si uno sueña con el Monte Fuji el primer día del año, tendrá buena suerte. Y aunque, la verdad es que no me acuerdo de qué soñé al empezar 2018, sí que tuve presente el ‘hatsuyume’… y volví a mirar mis fotos de Japón para esta serie de ‘Escápate conmigo‘ en Espiral21.
Y ahí estaba Kyoto, una de esas ciudades que jamás se olvidan, cuya primera visita se convierte en ‘hatsuyume’ para el resto de tu vida. Nada vuelve a ser igual. Y cada Año Nuevo, el típico 明けましておめでとうございます(‘akemashite omedetō gozaimasu’ o Feliz Año Nuevo en nipón), piensas en regresar.
¿A quién no le gustaría hallar el cielo en la Tierra? Tengo la certeza de que subir al santuario de Fushimi Inari, en el monte Inari, a las afueras de Kyoto, casi es lograrlo.
Inevitablemente, la imagen de las mil puertas ‘torii’ de color naranja que cubren todo el camino desde el santuario interior hasta la cima del monte Inari, es Kyoto en mi mente. Siempre.
Cuando llegas a las mil puertas torii o ‘Senbon Torii’ (camino cubierto), estampa más icónica del santuario Fushimi Inari (sobre todo, desde que vimos la película ‘Memorias de una geisha’), sólo piensas en echar a correr en busca de tus sueños, como la pequeña Sayuri.
Montaña cubierta de color naranja
En realidad, son bastante más que mil (o quizá no), pero toda la montaña queda cubierta de un color naranja por el que, en ocasiones, si los ‘toriis’ están más pegados unos a otros, ni siquiera se cuela el sol.
Como un gran laberinto, el monte está serpenteado por caminos teñidos de naranja espiritualidad que suben y bajan, en cuyos cruces deberás elegir…Tomar la decisión de hacia dónde tirar, y ello te llevará hasta una pequeña capilla u otra, dedicada a una deidad u otra.
Y es que esta sucesión ‘pergolada’ de pórticos pintados ‘inari-nuri’ (de negro en la base de sus dos vigas, y el resto color naranja como si formaran el símbolo visual del número ‘π’, ‘Pi’), te acoge y te guía. Te conduce hasta donde tú decidas. Pero, sobre todo, te atrapa tiñendo tu alma de color naranja.
En pie desde el período Edo (1603-1868), fue creciendo a medida que los fieles donaban las puertas ‘torii’ en agradecimiento a los favores concedidos por la deidad del santuario. El primero fue un rico comerciante de la época, creando así el primer gran camino ‘Senbon Torii’. Y a él se fueron sumando otros hasta completar este famoso ‘camino de las mil puertas torii’.

La redactora de Espiral21 a la salida del monte Inari tras varias horas de recorrido bajo la sombra de los toriis. Foto Espiral21).
¿Cómo no iba a correr bajo su sombra intentando dejar atrás todo cuanto debía allí quedar? Como la pequeña Sayuri, corrí hasta el primer cruce sin querer volver la vista. Sabía que llevaba conmigo mi ‘unmei no akai ito’, mi hilo rojo del destino. Yo no iba sola.
Dice la leyenda japonesa que un hilo rojo atado en el dedo meñique de dos personas significa que, más tarde o más temprano, ambas están destinadas a encontrase. ‘Unmei no akai ito’ (hilo rojo del destino). Y allí estábamos.
(El santuario de Fushimi Inari está a poco más de 10 minutos de Kyoto, a pocos pasos de la estación Inari de la línea JR Nara, perfectamente comunicado con la ciudad y, sobre todo, incluido en el ‘JR Pass’ o ‘Japan Rail Pass’, que te convendrá sacar antes de iniciar tu viaje).
Gion el barrio de las ‘geishas’
Pero pasear por Kyoto es, sobre todo, pasear por el barrio de Gion…Y contemplar a las ‘geishas’ saliendo de la calle Hanamikoji (la más emblemática de todo Kyoto). Y del pasadizo de Pontocho hasta el río Kamogawa, después de haber recorrido todas las callejuelas de Higashiyama.
Son las tres calles que debes aprenderte para disfrutar de la experiencia de ver la personificación de la auténtica tradición nipona paseando sobre sus ‘getas’, ese calzado de madera de unos 5 centímetros de altura, que impide el roce de sus delicados kimonos con el suelo.
Los turistas se congregan como verdaderos ‘paparazzi’ para lograr hacerles fotografías, pero nada les hace perder la compostura. Así y todo, si tu deseo es no importunarlas y recibir una mirada desairada de unas personas tan especiales en la sociedad japonesa…¡Sé educado antes de enfocarlas! Un oportuno ‘Konbanwua’ a esa hora de la tarde, en que ya va cayendo la luz del día (momento de la salida de la mayoría de ellas), bastará para obtener una foto con corrección.

Geishas en el barrio de Gion, el más pintoresco de Kyoto lleno de tradiciones. (Foto Espiral21-NJC).
No hay mejor paseo a pie en Kyoto que este de la ensoñación por el barrio de las geishas y sus ‘okiyas’ (casas), fácilmente identificables por las placas de madera con sus nombres que lucen en las puertas, y los farolillos de papel que cuelgan por fuera.
Además todos estos estrechos recovecos alrededor del riachuelo Shirakawa (justo aquí soñaba Sayuri su futuro cuando recibió un regalo por vez primera), están también llenos de ‘ochayas’ o casas de té (unas 80 en todo el barrio). Sin duda, el mejor té verde de tu vida. (Imprescindible probar el ‘matcha’ en la ceremonia del té).
La zona es especial por sus tiendas tradicionales de dulces (¡los japoneses son muy golosos!), además de las de toda clase de ornamentos que concierne a las geishas: maquillajes, sombrillas, peinillos de nácar para el pelo y las telas más delicadas que puedas imaginar…
(Atención a la tienda ‘Kintakeda’, porque a buen seguro coincidirás en ella con alguna maiko o geisha, comprando adornos para el pelo).

Kyoto en el contraste entre la vanguardia estética y la tradición milenaria. En la imagen, la estación de Kyoto. (Foto Espiral21-NJC).
Creerás que el tiempo se detuvo y que tú mismo formas parte de la historia de Japón al pasear por el ‘hanamachi’. Y querrás que así sea al llegar al puente. Podrás cruzarlo y pasear en paralelo al río por la calle Shirakawa-minami. Será entonces cuando las vistas del canal de Shirakawa bajo el ocaso, te dejen sin habla. (Conocido también como ‘Paseo del filosofo’).
Para cuando alcances al memorial a Yoshii Isamu, famoso poeta nipón, ya sabrás cómo se ata el ‘obi’ o cinturón una geisha, y cómo lo luce colgando una ‘maiko’ (aprendiza), cómo el cuello de su kimono interior es rojo a diferencia del blanco de las geishas. Así como el distintivo del maquillaje en su nuca bajo el peinado (dos líneas sin pintar de blanco, en vez de tres).

Kyoto abriga bellezas ocultas como el maquillaje especial de las geishas tan llamativo como la floración del cerezo o sakura en primavera. (Foto Espiral21-NJC).
Los cerezos de Sakura
Poco importará ya, pues si te escapas ahora, que se acerca la primavera, quizá con suerte, disfrutarás del maravilloso espectáculo del florecimiento de los cerezos (‘Sakura’), en ambos márgenes del canal. Y te quedarás en el viejo barrio a cenar. (Al menos).
Te aseguro que deberás esperar hasta el día siguiente para deshacerte del hechizo visual del ‘Hanamachi’, y así poder visitar otras cosas en Kyoto. (Si es que no caes en la tentación de regresar al barrio de las geishas ¡Lo harás, seguro! Así que procura que sea al al caer la tarde, para que también veas el resto de Kyoto).

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Imprescindible, desde luego, es el Castillo Nijo, característico ejemplo de los ‘castillos palacio’ del Japón del periodo Edo, época de los ‘shogunatos’. Más allá de su impresionante puerta ‘Karamon’, pronto descubrirás el por qué se le conoce como ‘Palacio de los ruiseñores’…
Y es que al llegar al edificio interior del complejo llamado Ninomaru, hallarás unas salas de tatamis y puertas correderas, ricamente decoradas en consonancia con los brillantes techos, que chirrían al pisarlas.
¡Y no te esfuerces! Poco importa lo despacio que vayas o lo cuidadosamente que pises estos suelos milenarios. Escucharás ruiseñores por todas partes mientras todos se mirara entre sí. Doy fe de ello. Fueron construidos para alertar de la presencia de extraños en el castillo.

Puesto callejero de encurtidos de pescado y calamar fresco, dos placeres gastronómicos inolvidables. (Foto Espiral21-NJC).
Tampoco puedes dejar atrás el santuario Yasaka dentro de Gion (el preferido de todas las maikos y geishas), la majestuosa Pagoda del mismo nombre con sus cinco plantas y casi 55 metros en el del Templo Toji (la estructura de madera más alta de todo Japón), o el Templo Kiyomizu-dera (su salón principal y su balcón).
En realidad, son tantos los santuarios rodeados de jardines que no podrás dejar de mirar, y tanta la vida que rebosa cada rincón, que hasta acabarás por subirte en un ‘rickshaw’ para pasear por el Templo Kinkaku-ji, conocido también como ‘el Pabellón Dorado’…
(Aún cuando sientas, como turista, que esas cuestas son demasiado empinadas para ir en un carrito de dos ruedas, tirado por tracción humana, y te remuerda tu conciencia occidental).
Pero recuperando el deseo de ‘patear’, no deberás perderte el mercadillo del santuario Kitano Tenmangu. Si te pilla de viaje el día 25, estás de suerte. Porque se celebra la misma fecha de cada mes. Allí hallarás decenas de puestos de kimonos y obis de segunda mano, que te parecerán casi irrenunciables desde unos 20 euros.
Abanicos de papel tradicionales (plegables como los que conocemos de tela), o ‘sensu’, cuencos o tazas de té de cerámica japonesa, y ’yukatas’ coloridos con los que vestirse al uso típico nipón para las fiestas de temporada (estos son de algodón, a diferencia de los kimonos, que son de seda).

Kyoto y sus alrededores te ofrecen la oportunidad de bañarte en aguas termales (onsen). (Foto Espiral21).
Yukatas en un Ryokan
Si quieres ver qué tal te sienta un ‘yukata’ antes de comprártelo, sólo tienes que alojarte una noche en un ‘Ryokan’ o establecimiento tradicional, o bien, acudir a darte un baño en aguas termales (‘onsen’, experiencia más que inolvidable).
Por cierto, si te decides a dormir en un Ryokan, deberás dejar tus zapatos en la recepción, pero no temas, allí seguirán a tu marcha. Y sobre todo, ni te pierdas la cena del establecimiento, ni te interrogues sobre por qué no ves la cama cuando llegues a la habitación asignada…Sólo déjate llevar, te aguardan sorpresas más que agradables (Así que no te las cuento).
Y para todo lo que no tengas ocasión de probar allí, te aguarda la calle. En Kyoto, como en el resto de las grandes ciudades de Japón, se puede comer en casi cualquier sitio, muy bien y a muy buen precio. Pero aquí van algunas de las tentaciones que no debes resistirte a probar.
Las ‘takoyaki’, unas especies de buñuelos de pulpo, que te ofrecerán otra dimensión de este cefalópodo, los ‘sticks de sashimi’ o la ‘okonomiyaki’ o tortilla a la que le podemos añadir casi cualquier cosa que queramos, están a la orden del día para un buen tentempié a cualquier hora del día o de la noche.
La ‘okonomiyaki’ característica de Kyoto tiene hasta 12 ingredientes y es conocida como ‘Issen-yosyoku’. Huevo, gambas secas, jengibre, pasta de pescado, harina, atún seco, cebolleta ternera…(Vive la sensación de sentarte a cenar en las pequeñas ‘izakayas’ y ‘tapear’ a la japonesa).
¡Pero, atención! Deberás comértela igualmente con palillos y no vale pincharlos en la tortilla para facilitarte la tarea. (Sin trampas). Y es que no hay nada más feo que comer en Japón y utilizar los palillos como en un funeral, pues es así cómo clavan las varillas de incienso.
(Sería igual de feo que llegar a un sitio con ‘tatami’ y no quitarte los zapatos ¡Ni se te ocurra!). Aunque a estas alturas del viaje ya te habrás percatado de algunos ‘must’ de las costumbres niponas.
En cualquier caso, no te pierdas las delicias en Nishiki Market, sus expositores te dejarán con la boca abierta. Y sus bollos de gelatina de yema y judía…te harán pecar más de una vez en Kyoto.

Izakayas donde tapear en Japón son uno de los ‘must’ que probarás en las calles niponas. (Foto Creative Commons).
Miso y oniguiris en el desayuno
Y eso sí, saborea la sopa ‘miso’ y los ‘oniguiris’ de arroz rellenos del desayuno, antes de salir a pasear (estos últimos suelen ser vegetarianos o de bonito encurtido). ¡Te encantarán y los echarás de menos cuando veas los cereales en la mesa de tu cocina!
Porque hay ‘delicatessen’ que sólo podrás saborear en Kyoto, te recomiendo descubrir la especialidad del ‘yaki yasai’, forma de cocinar los vegetales recolectados a diario en granjas de la zona, expuestos sobre la barra en cestas de paja, y preparados a la plancha a la vista de los clientes.
Y un nombre para tener en cuenta en Kyoto, por su comida y sus vistas sobre el río…‘Mimasu-ya’, en Pontocho, donde degustar ‘hot pot’ de atún y puerro con pimienta sansho, o bien, huevas de bacalao picantes a la parrilla.
Después de todo esto, te aseguro que necesitarás papelillos desengrasantes (‘abura-torigami’), una buena compra que ya te acostumbras a llevar siempre en el bolso.

Insuperable el sabor a té verde Matcha en el helado-granizada al estilo tradicional japonés. (Foto Espiral21-NJC).
Hablando de compras, no puedes marcharte de Kyoto, ni de Japón, sin haber comprado alguno de sus singulares amuletos, que habrás visto por decenas en sus santuarios.
Y es que aparte de los ‘omikuji’ o papelillos de la suerte (si te toca uno malo, lo mejor será dejarlo atado en los árboles del templo para que se lo lleven los dioses consigo), existen las tablillas de madera o ‘ema’, con un sinfín de motivos decorativos.
Los más numerosos son las que portan el dibujo del animal representativo del año que entra. Lugo están los amuleto ‘omamori’ del santuario donde lo compras. Pero el más llamativo, sin duda, es la la flecha ‘hamaya’, que protege de los malos espíritus durante todo el año y nos ayuda a tener buena suerte.
Y el ‘Rey del mambo’ entre los amuletos de Oriente, que tantas veces habrás visto en tiendas de todo el mundo, el ‘Maneki-neko’. Quizá el amuleto japonés más conocido fuera de sus fronteras (usado también por los chinos, que se lo auto-adjudican).
Literalmente, significa “gato que invita a entrar”… Y es, en efecto, un simpático gato blanco con una pata levantada a la altura de la oreja y con la palma hacia delante (normalmente la izquierda)… Toda una invitación a algo bueno, sin duda. Como la propia Kyoto, toda una invitación a hallar el Cielo en la Tierra.
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Y como ya sabes, al final de cada artículo iremos enlazando cada una de las 12 ciudades que Nadia te presentará a lo largo de la serie de 12 reportajes:
0. Presentación (visita Escápate conmigo, 12 destinos, 12 experiencias.)
1. Spoleto (visita Spoleto, Joya oculta del medievo italiano.)
2. Rotterdam (visita Rotterdam, de ajetreado puerto a ciudad ‘trendy’.)
3. Tesalónica (visita Tesalónica, donde Aristóteles aún susurra.)
4. Estambul (visita Estambul, cambia de continente sin salir de la ciudad).
5. Kyoto (visita Kyoto, donde hallar el Cielo en la Tierra).
6. Nueva York-Brooklyn (visita Brooklyn, el tesoro escondido de Nueva York).
7. Río de Janeiro (visita Río de Janeiro lienzo de mil colores).
8. Marsella (visita Marsella, que el mar te guarde).
9. Lisboa (visita Lisboa, adonde el Cristo mira).
10. Sevilla (visita Sevilla para herir, decía Lorca. Para sentir, siempre.).
11. Tel Aviv (visita Tel Aviv, la gran Manzana del Mediterráneo).
12. Dubrovnik (visita Dubrovnki, de torre a torre y tiro porque me toca).
Asómate a la mirada escondida en cada uno de sus relatos, recuerda que esta serie la publicaremos regularmente gracias al patrocinio de Telefónica Movistar Cloud.
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