Índice de inflación percibido
Consumidores y compradores no se fijan tanto en los valores absolutos de las cosas como en los valores relativos a una referencia vinculada a las expectativas psicológicas de la persona en su entorno social
En 2002 el Nobel de Economía lo ganó el profesor judío Daniel Kahneman, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, por su teoría en la que introducía una variable cuantitativa psicologista.
Su teoría venía a demostrar que los consumidores y compradores no se fijan tanto en los valores absolutos de las cosas como en los valores relativos a una referencia vinculada a las expectativas psicológicas de la persona en su entorno social.
Se le denomina teoría de la prospección, tal y como Kahneman tituló su artículo fundacional en la revista “Econométrica”, en 1979.
Los derroteros de su teoría han sido bien amplios y la economía como disciplina de los números se ha complementado con la moderna psicología.
En suma, la valoración de las cosas no es linealmente proporcional a beneficios o pérdidas cuantitativas, sino a otro tipo de leyes psicológicas que tienen raíz subjetiva, como lo es que, pese a que hablemos de una misma cantidad, por ejemplo 10.000 euros, se valoren con más intensidad el perderlos que el ganarlos.
Por lo mismo, los consumidores notan con mayor intensidad el incremento de los precios que la bajada de estos, y ese mecanismo hace que la inflación siempre sea hacia arriba por inercia, si descontamos otras magnitudes económicas más estructurales.
Existen otras variables como las preocupaciones, la percepción, las creencias, las emociones o la memoria, que influencian nuestras decisiones haciendo que encontrándonos ante incertidumbres, resulte que un suceso será considerado más probable cuanto más fácil le sea al observador encontrar ejemplos del mismo.
De aquí se infiere que un consumidor encontrará una inflación más alta cuanto más haya experimentado un aumento del precio de algo.
En la entrada del euro como moneda común europea la percepción de los europeos fue, y todavía lo es, de una inflación mayor que la que técnicamente publicaban las estadísticas.
Los estadísticos se agarraron sobre todo a la certeza de los datos, y estos no señalaron nunca una inflación muy superior al 2%.
Pero la cuestión está en averiguar cuál es la inflación percibida. En este tema han llegado lejos dos investigadores: Hans Wolfgang Brachinger, profesor de estadística de la Universidad Friburgo, y Helmut Jungermann, profesor de Psicología de la Universidad de Berlín.
Ambos desarrollaron un “índice de inflación percibido” integrando los hallazgos de la teoría de la prospección de Kahneman con mediciones clásicas de la estadística económica inflacionaria.
Brachinger y Jungermann partieron del supuesto de que la percepción del consumidor ante la subida de un producto duplica la percepción ante la bajada del mismo producto, analizaron en el Instituto de Estadística de Wiesbaden no sólo las 740 entradas de la cesta de la compra, sino también la frecuencia de compra de cada producto.
Y el resultado fue que, entre 2001 y 2002 la percepción de la inflación fue del 7%, en lugar del entorno del 2% como marcaban los datos puramente estadísticos.
El índice de inflación percibida es una forma más adecuada de medir el “welfare state” tal cual lo hizo el reino de Bután, que, a pesar de no estar sus ciudadanos en la opulencia, disfrutan de un Producto Interior Bruto medido por sus mandatarios en forma de felicidad, y no como meros números comerciales o de puros valores de intercambio.
Se trata de la diferencia detectada por Kahneman entre lo absoluto y lo relativo.