Granada la ‘zambra’ bailada a escondidas
#ParaVivirVivo, episodio 9. La autora queda seducida por la luz que invade la vereda del 'Paseo de los Tristes' y recuerda por qué Lorca prometió que "las horas son allí más largas y sabrosas que en ninguna otra ciudad de España"
#ParaVivirVivo confiada en que la esperanza sea algo cierto y no sólo la impasible espera ante la voluntad de los otros, convencida de que el mundo entero es un lugar. (Y descubrirlo vale la pena).
Interesada en averiguar no cómo se mueve, sino qué le conmueve. Con la certeza absoluta de que los pasos son guiados por la intuición y el corazón a partes iguales.
Y por ello abandono el sueño, pero sólo para vivirlo. Puro aliento hambriento es el que te empuja a volver siempre, al menos, sobre las huellas de la memoria. Con ansia, de seguir.
Con la certeza, también, de que el hambre que se sacia con arte, no se sacia ni antes ni después que la que se colma con pan; pero, sin duda, se sacia para toda la eternidad…
Dejando atrás el puerto del viento, me alejo por un instante del borde del mar. Y echamos camino hacia el que fuera el reino ‘Nazarí’, sin entretenernos por el embrujo de los pueblos blancos.
(Lindos hasta quitar el aliento, ya se encargan sus gentes de despedazar el injusto olvido).
Nosotros vamos por la vereda que se adivina como una promesa, adonde “las horas son allí más largas y sabrosas que en ninguna otra ciudad de España”, como decía Federico García Lorca.
Encerrada entre sierras y alimentada de sí misma, te ofrece, sin embargo, un rojo atardecer como no hayas visto jamás…
La luz la hace eterna en un instante cuando, desde la otra orilla del río Darro, en el mirador de San Nicolás que cuelga sobre el ‘Paseo de los Tristes’, una ciudad entera mira al pasado que la hizo eterna.

Alhambra de Granada, icono turístico de España, con la autora en uno de sus espacios, donde el agua corre en cada rincón. (Fotografía E21).
Medina de su propio arte como de su historia, Granada es una ‘zambra’ bailada a escondidas ante cualquier portón. Con la silueta de la ciudadela de su Alhambra impresa en la retina, hasta la luna parece también una sombra de la nueva que anuncia.
Creciente o menguante, lo mismo da. Calle abajo con una gota de recuerdo en la orilla de mis pestañas, el corazón se me acelera con el sonido del agua de aquellas fuentes, que se me coló en el alma por todas partes.
Y me hizo acequias en la piel y hasta nuevas rayas en las manos, de tanto remojarlas en los canales de sus muros y sus jardines, los de Al Hamrá (la ‘roja’).
‘Generalife’ ahora de mi memoria, me vienen sus palabras al recuerdo cada vez que paso por una fuente cualquiera, sin importar dónde. Y mojo mis dedos en sus cuatro benditas sílabas, repetidas hasta la saciedad en las yeserías y azulejos de sus muros.
Como un susurro insistente en el oído me llenan de ella, aunque sea en otra lengua y desde otro tiempo… ‘Al-baraka’, la palabra árabe de bendición y suerte en mil gotas de agua, de ida y vuelta.
Para seguir leyendo:
Relato 1. L’espresso en la barra, de pie y de un solo buche.
Relato 2. Bouquinistas de París, tesoros únicos de libros antiguos y carteles.
Relato 3. Tangos, maullidos y ‘Cinema Paradiso’ en Roma.
Relato 4. Mafalda en Oviedo nos recuerda que el mundo no ha cambiado tanto.
Relato 5. Paddington, mucho más que un peluche en una estación de tren.
Relato 6. Niza, el litoral de las sillas azules que miran al mar.