Flamenco toma el Museo del Prado
Antonio Najarro, ex director del Ballet Nacional de España, coreografía una pieza en la gran pinacoteca para conmemorar los 11 años del flamenco como patrimonio de la Humanidad
Flamenco, “expresión artística resultado de la fusión de cante, toque y baile”, que al fin decía el Comité Intergubernamental de la Unesco para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, hace ya 11 años…
Poco más de una década más tarde, ese mismo flamenco bailó en el Museo del Prado para conmemorar su Arte en su día y en medio de tanto arte que los contempla. Seis bailarines, entre los que estaba Antonio Najarro, el ex director del Ballet Nacional de España.
Para muchos siempre lo fue, y ya lo era cuando todos lo pedían, y la Unesco finalmente habló.
Carlos Saura, quien fuera pionero en mostrar el flamenco al mundo desde hacía más de tres décadas, decía en aquellos días que le parecía “absurdo que este arte no se hubiera considerado antes patrimonio, porque estaba dando material desde hace mucho tiempo.
Entretanto, muchos pies destrozados. Tantos como ilusiones rotas en el camino de demasiados ‘tablaos’. Como dijera Saura entonces… “El flamenco nace de la fusión, está en el presente, y va a ir a más en el futuro; en él pueden convivir los más ortodoxos con otros que están tratando de ir más lejos”.
Y así ha sido. Desde el mismísimo corazón de Triana al del moderno Shibuya en Japón o la hermética ciudad Prohibida de Pekín, no han parado de sonar palmas de ‘alegrías’, ‘tarantos’ y ‘soleás’.
‘Seguiriyas’ y ‘bulerías’ tocan las guitarras del mundo entero, mientras Antonio Najarro recorre ‘punta-tacón’, giro y requiebro los salones del Prado.
Guitarras que no han parado de sonar desde que se acercara el día de la celebración. Por aquellos días se estrenaba entonces “Flamenco, Flamenco” en las salas de cine. Era una película en la que el gran Carlos Saura mostraba la evolución de los cantes, bailes y músicas de este arte.
“Que no sólo debe ser patrimonio de la Humanidad, sino patrimonio del Universo” … Sostenía entonces el maestro Saura. Paco de Lucía o José Mercé, acompañan a Estrella Morente, Niña Pastori, o Miguel Poveda.
Bailaban Sara Baras, Israel Galván, Eva Yerbabuena o Farruquito. Todos, sin excepción, con total libertad a la hora de trabajar, como única indicación dada por Carlos Saura. (Un ‘voyeur’ con su cámara).
Hizo falta un primer intento, fallido, para que la Unesco entendiera que el “arte jondo se manifiesta en tradiciones y expresiones orales, representa a buena parte de la sociedad en la que se desarrolla”
“Cuenta con un importante respaldo social e institucional, y existen ya medidas para su protección y salvaguarda”. Hecho éste que ya conocíamos todos, claro.
Pero éste fue el recorrido que ahora se recuerda. Y es que, en realidad, ya era grande y universal desde hacía tanto… Tanto, que casi se nos olvida.
Hizo falta que pasaran 36 años desde que Antonio Gades estrenara con su compañía “Bodas de sangre” en el Teatro Olímpico de Roma. Y han tenido que pasar 11 más para que entrara de la mano de Najarro en el Prado.
Dos nombres que, ayer como hoy, son escuela para muchos. Pero son tantos los nombres que quedaron en el camino a la espera del reconocimiento que, en realidad, vale más la pena disfrutar de los ‘fandangos’ de cuantos quedan.
Y de cuantos restan aún por llegar. Porque hay quien dice que hasta por la sombra se adivina quién baila, que delata siempre el sentimiento antes que el movimiento.
Porque el flamenco remueve los adentros, siempre. Sabe a sangre, y sigue avanzando con nuevos apellidos, alias y motes, en una gran familia que se sabe de raza. Otro toque para este mismo cante y nuevos pasos para tanta hambre que se ha pasado.
Que se sacia con arte. Quizá sea ‘duende’, o como decía Soledad Montoya… “Vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona”. (Romancero Gitano, Federico García Lorca).
Por mi parte, me sigo quedando con la irreverente pureza del alma en el baile de Israel Galván, el desgarro de la voz de Estrella Morente y el alma de Camarón. A la guitarra, ‘El Niño de Elche’.