Engine nº 1, el terror de las petroleras frente al cambio climático
Un grupo activista de inversión pone contra las cuerdas a Exxon para que cambie sus planes de emisiones de CO2 y obliga a Chevron a contratar un director de Medio Ambiente y transparentar toda su política energética
Engine nº1 se define en su web corporativa de la siguiente manera: “Somos un grupo de inversión de impacto, creado con el propósito de generar valor a largo plazo aprovechando el poder del capitalismo. Sabemos que la eficiencia de una empresa mejora en gran medida con las inversiones que realiza en sus recursos humanos, clientes, comunidades y medio ambiente. Sabemos que, con el tiempo, los intereses de la ciudadanía y de Wall Street se unen, y podemos participar en esa unión si nos involucrarnos como propietarios de activos para crear valor y aprovechar el poder de los inversores para transformar nuestra economía“.
Engine nº1 carece de estructuras burocráticas y de ejecutivos con traje negro, pero posee una cartera de activos por valor de 170 millones de euros a través del fondo Transform 500. Saltó a la primera línea de los dossier empresariales cuando colocó a Exxon contra las cuerdas en mayo de 2021. El mayor productor de petróleo del mundo no se lo creía.
Engine nº 1 se presentó como un inversor activista con una pequeña participación en Exxon Mobil. Se limitó a abanderar la defensa del cambio climático como herramienta de beneficio para los inversores y los accionistas. Su discurso caló.
Engine No. 1 era, hasta entonces, una empresa poco conocida que saltó a la fama en diciembre de 2020 cuando presionó a Exxon para que presentara un plan de lucha contra el calentamiento global. Y vaya que dio un salto de gigante. Logró, contra todo pronóstico, 3 puestos en el consejo de administración de la petrolera tras el recuento preliminar dado a conocer en la junta anual de accionistas.
El resultado supuso un golpe sin precedentes para Exxon y una señal de que los inversores institucionales están cada vez más dispuestos a obligar a las empresas estadounidenses y europeas a abordar el cambio climático.
El hecho de que Engine Nº 1, con sólo un 0,02% de participación en Exxon y sin antecedentes de activismo dentro del sector del petróleo y el gas, obtuviera un triunfo frente a un gigante como Exxon, demuestra que algo está cambiando, y muy deprisa, en el seno de las grandes compañías.
Sirva como ejemplo el episodio jurídico que ocurrió en mayo de 2021 en Holanda, cuando un tribunal ordenó a Shell acelerar su programa de reducción de emisiones de dióxido de carbono, alegando los compromisos del Acuerdo de París. El fallo judicial se convirtió en una clara alerta a todo el negocio petrolero mundial.
Shell se había comprometido a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 20% para 2030 y llevarlas al llamado ‘cero neto‘ (eliminar tanto CO2 como emite) para 2050. Pero la justicia neerlandesa dijo que estas promesas no son suficientes, y ha ordenado a la petrolera que reduzca las emisiones en un 45% para 2030 frente a los niveles de 2019.
La demanda contra la petrolera anglo-holandesa fue presentada por el grupo ambientalista local MilieuDefensie, que se anotó un triunfo histórico.
Ahora el desafío medioambiental le toca a otra petrolera de peso, Chevron.
Según The Wall Street Journal, Chevron se reunió con representantes de Engine Nº 1, hasta el punto de que compartió algunos de sus planes para reducir las emisiones de carbono durante las conversaciones, que se describieron como cordiales. A priori, Engine ofreció ciertas garantías de que no emprendería una campaña contra Chevron.
El rotativo americano explica que un grupo de inversores contactó con Engine Nº 1 para comprar acciones de Chevron, sondeando si hay interés en lanzar una segunda gran campaña como la de Exxon.
El terror que imponen los fondos activistas no pasa desapercibido para el mercado, que sigue con inusitada atención los movimientos corporativos.
Chevron analizó a fondo la campaña de Engine Nº 1 contra Exxon, y al ver la derrota de su rival, acordó la urgencia de comunicar sus planes de transición energética a tenor de la primera junta que celebró este verano desde el inicio de la pandemia. El orden del día de la reunión abordó la lucha de poderes de Exxon con Engine.
El éxito de Engine Nº 1 se ha extendido por todo el sector energético, lo que ha provocado una oleada de análisis sobre el impacto ambiental desde la estrategia, el liderazgo y la composición de la junta. Chevron ha planteado introducir un director de medio ambiente en su organigrama ejecutivo.
Otros operadores, como BP ha anunciado que se compromete a dar celeridad a reducir a cero los gases de efecto invernadero producidos de manera que se cumpla la máxima de a ‘más rendimiento, menos emisiones‘.
Engine No. 1 tuvo éxito contra Exxon a pesar de poseer solo alrededor de 50 millones de dólares de las acciones de la compañía, aproximadamente el 0.02% de los títulos en circulación.
Engine Nº 1 persuadió a otros inversores para que los respaldaran argumentando que Exxon desperdició miles de millones de dólares en megaproyectos petroleros de bajo rendimiento que dejaron a la compañía endeudada, además de expresar su preocupación por la estrategia de transición energética del grupo, argumentando que carecía de un plan realista para navegar hacia energías más limpias.
Entre los promotores y partícipes de Engine Nº1 figuran Michael O’Leary (Ryanair), Jennifer Grancio (ex BlackRock y Ethic), Charlie Penner (Jana Partners LLC), Madeline Hawes (ex Goldman Sachs y Google), Edward Sun (Black Ships y Andor Capital), David Swift (Partner Fund M.), Yasmin Dahya Bilger (ex JP Morgan), Molly Landes (ex Fidelity, BlackRock y US Trust), y Jason LaMacchia (ex BlackRock).