Ellas se resisten a salir de los sótanos y refugios de Kiev
#UnaMañanaDeSol, episodio 8. Mujeres y niñas bajo tierra, con las nuevas fronteras dibujadas por el miedo, esperando la noche para activar sus móviles y saber del mundo de quienes pudieron huir. Pues de quienes quedaron, conocen sus nombres batalla por batalla
#UnaMañanaDeSol y la sal de la vida escondida bajo la de las recientes alfombras del ‘Corpus’. Todos buscando sitio en las terrazas al aire libre, mientras ellas se resisten a salir de los sótanos y refugios.
Madrid era un hervidero de gente, como mismo lo era Roma. Una tromba de turistas, como no se recuerda ni antes de la pandemia, estaba al quite de la primera mesa que quedara libre. Y la vida bullía tanto como el olvido…
No en vano éste se hace siempre necesario en el espejo del individualismo, pese a cerrar los ojos todos bajo una misma luna. Pese a estar todos bajo un mismo sol.
No todas. Ellas se resisten a salir de los sótanos y refugios, repito. Pero sus voces son las del silencio, apagado por el ruido ensordecedor de la vida ahí afuera.
Mujeres y niñas bajo tierra, con las nuevas fronteras dibujadas por el miedo, esperando la noche para activar sus móviles y saber del mundo de quienes pudieron huir. Pues de quienes quedaron, conocen sus nombres batalla por batalla.
Madrid ponía fin a su Feria del Libro, promocionaba la exposición inmersiva de los cuadros de Klimt en las salas de ‘El Matadero’, y por los adoquines de Roma (los ‘sanpietrinos’), seguía circulando el verso que contaba a los niños cómo “la luna de Kiev era la misma de Roma”.
Por momentos, parecía que sólo Juan Echanove lloraba cada noche de representación de ‘Ser o no Ser’, en el Teatro de La Latina, por el contexto bélico sobrevenido tras el estreno de su obra. Tan sólo una semana antes de que todo volviera a empezar en Europa.
Y Echanove pasó de la risa al llanto al octavo día en La Latina. De Madrid al cielo, las lágrimas se volvieron azules y amarillas. Y todo cuanto Kiev vivió, todo cuanto Kiev vio, se perdió en el tiempo como lágrimas en la lluvia.
Una maldita pregunta, la del por qué y por qué, les ronda la cabeza a ellas, mientras danzan solas. Danzan bajo tierra, porque acaso recuerde nadie en Kiev aquello del covid y la relevancia de los espacios cerrados… La necesidad de la vida al aire libre y lo irrelevante del destino.
Tampoco lo recuerdan quienes abarrotan las salas de Madrid y sueñan con las vacaciones, no con ovejas mecánicas. Pero eso poco importa, nadie pondrá título a su irrelevancia.
Un nuevo rayo entra por la ventana, tímido, y amanece un nuevo lunes al sol. Suena la canción de Sebastián Yatra y, aunque son tacones rojos, me habla de ese “pedazo de sol y de la niña de sus ojos”. Y yo le creo… El cielo luce azul y esa mancha redonda de color amarillo nos regala un nuevo día. Slava Ucraini.
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