¿Dónde están los huevos escondidos durante la Pascua Ortodoxa?
"Dos meses de guerra ya y la primavera sepultada bajo ella, como las gentes de Ucrania, bajo tierra en los refugios (...) y quiso el destino que coincidiera con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas"
#ConBrilloEnLaMirada y un huevo de Pascua en la mano. Dos meses de guerra ya y la primavera sepultada bajo ella, como las gentes de Ucrania, bajo tierra en los refugios.
Una pascua ortodoxa que muchos recordarán ya siempre, que pasará a la historia por estar escondida. Enterrada, como los huevos que se regalan a los niños en un día como éste. Símbolo de la esperanza, de la creencia en una vida nueva que resurge.
Y quiso el destino que coincidiera con la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. En realidad, el destino de tantos se decide el mismo día en dos extremos distintos del mapa de Europa, pero atañe por igual a ambos…
Sólo que allá en el Este, donde hoy se regalan huevos cocidos teñidos de azul y amarillo, y se hornea el pan dulce o ‘kulich’, los sonidos son los de la oscuridad por más que amanezca. Escasea la dulzura.
Además, muchos niños han marchado ya… ¿Cómo suena el miedo? Acaso ahúme incluso el sabor del ‘kulich’. Quizá ni siquiera la masa suba, a fuerza de mojarla con tanta lágrima.
Pero aquí, más al Oeste, a las puertas de la iglesia ortodoxa rumana de los Santos Arcángeles en la Rue Jean de Beauvais, París, los sonidos de la Pascua son los de las risas de los niños, que vienen calle abajo con sus cestillas de pascua en la mano. Un domingo de sol.
Dentro, su pan dulce espolvoreado de fideos coloreados por encima, sus huevos decorados y sus pequeñas ramas de sauce que las envuelven adornándolas, protegiéndolas. Arropándolas.
Llenas de ilusión las llevan para ser bendecidas. Y hoy que 70.000 colegios electorales se abrieron en toda Francia para elegir a su 9º Presidente de la República, yo pienso en sus risas.
La hilera de niños bajando desde la calle Turbigo, en el límite entre el distrito X y el ‘Haut Marais’, la parte alta del turístico pero tradicional barrio de ‘Le Marais’. Allí donde la multiculturalidad bien asentada se topa con las tiendas de los chinos, y las iglesias se encuentran por casualidad… Como los huevos escondidos durante la pascua ortodoxa.
Con cintas en el pelo y llenas de perfume, las niñas, y con los chalecos tradicionales, los niños, caminan de mano en parejas. Pero todos bajaban desde ‘el Temple’ con la sonrisa puesta. Todos estrenan ropa.
Como si de un desfile se tratara, llegarán hasta el distrito V. En el número 9 de la calle está su pórtico y allí les aguarda una bendición. Sus sonidos son otros, los de la alegría de saberse amados y, por tanto, a salvo.
Pero sus ecos llegarán hasta el Este para teñir de esperanza la Pascua enterrada. De amarillo y azul, sin esperar a ver cuál sea el resultado de las papeletas de otro tipo de cestas. Esperemos que a salvo. Sin más estampa que la de una mañana cualquiera al sol.