Cuba vista por el pintor Fernando Álamo
Cuba vista por Fernando Álamo es fruto del romance, pero de ésos que surgen al instante, a nivel identitario. Con su aire, sus colores, sus gentes. Su aroma. Y esa esencia que capta el ojo del artista con sólo una mirada. La primera, según clarea el día.
Seguramente por ello, cuando pisó Cuba y quiso retratarla en arte, pensó en esa hora del día. Ésa que nace fruto de cuanto ha acontecido durante la noche y uno despierta con hambre de más. Y a ese momento en Cuba lo llamó ‘Desayuno en La Habana’.
Hace ya 14 años que Fernando Álamo desayunó en La Habana y lo mostró en la entonces galería Vegueta de Las Palmas. Desayunó su pulpa hasta dentro y supo plasmar en lienzo todo ese jugo de sensualidad que brinda la isla caribeña.
Lejos de tópicos, derramó de óleo toda su experiencia real, la del que se adentra en el latido de una ciudad pero en las calles de atrás. Las que no se muestran a los turistas. Porque él siempre pinta los colores que se alejan del maquillaje.
Sandías cortadas en las cabezas de las chicas vistosas para mostrar todas sus pepitas. Bailes que se salen del Tropicana para montar ‘ruedas de casino’ propias. Olor a coco en la voz de Carlos y ‘batidora’ agarrado de Caty.
Vivencias intensas de primera mano para desayunos llenos de realidad. Caras bonitas pero mucho más. Heredero voluntario del dadaísmo, Fernando Álamo pareció interrogarse entonces sobre qué imagen era más apetecible, si la real o la soñada, la pintada o la imaginada.
Fruta madura comida hasta la cáscara y más allá. Sensualidad partida en rodajas de desayuno después de bailar ‘salsa’. Fragmentada en momentos, intensos todos, de texturas diversas pero nacidas de un mismo instante atesorado en arte.
Repletos de anécdotas, secretos, lágrimas y mil historias que contar. Mentiras o no, cabe soñarlas, pero, sobre todo, mereció la pena vivirlas. Jamás son lo que parecen, pero merece la pena contarlas y sobre todo, vivirlas.
La metáfora, como siempre, está en el ojo del que observa, pero Fernando ya se había asomado a mirar antes. Frutas como formas volubles que se tocan y se palpan al pintarlas. Capricho del artista que ‘desayunó en La Habana’.
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