Carta pastoral del obispo José Mazuelos: “Se requiere más atención de la Iglesia a la mujer”
El obispo de la Diócesis de Canarias, José Mazuelos, con motivo de la Solemnidad de la Santísima Trinidad, hizo pública una Carta Pastoral bajo el título “Justicia y Respeto a la Vida” en la que ofrece una amplia y detallada reflexión en torno a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la ley del aborto.
En relación a la legalidad y moralidad del denominado derecho al aborto reivindica la importancia de defender los valores éticos fundamentales que la sociedad necesita para sobrevivir y que están por encima del consenso, lo que impide que la mayoría convierta lo malo en bueno. Una reflexión presentada desde la convicción de que la Iglesia, aunque su misión específica no sea la acción política, sí tiene una responsabilidad política que cumplir y un deber de enseñar al Pueblo de Dios e invitarle a la reflexión crítica.
En esta Carta pastoral presenta su discrepancia, e invita a repensar, algunas de las afirmaciones de la sentencia del Tribunal Constitucional que ponen en evidencia un cierto vacío filosófico y metafísico que se aprecia, por ejemplo, en la consideración del feto como ser humano o la desigualdad social que supone la ampliación legal para el aborto a discapacitados.
«Justicia y respeto a la Vida», además de apoyarse en argumentos filosóficos y teológicos que defienden la inviolabilidad y sacralidad de la vida humana, tiene en cuenta la experiencia de numerosas mujeres que han vivido la experiencia traumática de haber recurrido al aborto como posible solución a sus problemas y que les ha dejado secuelas. “Se requiere, también por parte de la Iglesia, una mayor atención a la mujer y sus necesidades para ofrecerle un acompañamiento y la ayuda necesaria para que no encuentre en el aborto la única solución a sus problemas”.
Con algunas aportaciones del Papa Francisco sobre el derecho a la vida como una cuestión de humanidad más que una cuestión de fe, concluye esta carta: «La fe en un Dios Encarnado nos lleva a afirmar la dignidad de toda vida humana y la estructuración de una sociedad edificada sobre el principio de la solidaridad, donde el hombre no sólo puede vivir la verdad de su libertad determinada y abierta a la trascendencia plena, sino también vivir con la tranquilidad de que no va a ser despreciado o eliminado por los que “opinan” que son infinitos.
Es necesario, como pedía Benedicto XVI a los científicos y expertos, cultivar una actitud de “asombro” y “respeto” ante el misterio del origen de la vida humana, “misterio cuyo significado la ciencia será capaz de iluminar cada vez más, aunque difícilmente logre descifrarlo completamente”.
