Camorra Baby: los niños toman el control de la mafia napolitana
Un reportaje de Dmax, emitido 24 horas después de la detención de Antonio Orlando, desvela los métodos de los nuevos dirigentes del crimen organizado, obsesionados por matar sin rumbo ni estrategia
Camorra Baby es el nuevo fenómeno del crimen organizado donde los protagonistas son niños, niños que toman el control de la mafia napolitana. Niños que asesinan sin escrúpulos, sin métodos, sin estrategia. Matar para vivir.
Tienen menos de 20 años y algunos de ellos han pasado a ser capos de primer orden, capaces de gestionar patrimonios millonarios gracias a la venta de droga, las extorsiones, las amenazas y el uso indiscriminado de armas.
Todo un imperio en el primer mundo, Nápoles, la ciudad del Vesubio, la capital que cobija a Pompeya, un destino turístico a solo una hora en tren de Roma.
Dmax (Movistar) emitió en la noche del miércoles 28 de noviembre, un soberbio reportaje periodístico sobre la Camorra Baby.
El equipo se introduce en uno de los clanes más sólidos de Nápoles. Entrevista a sus jefes, asiste a la venta de cocaína en la calle con el permiso de la banda y llega a encontrarse con un comerciante de armas.
En Nápoles están censadas alrededor de 4.000 armas ilegales provenientes del Norte de Albania y Serbia. Con esas armas, los jóvenes (incluidos niños de 12 años) se han hecho con el control de las bandas mafiosas.
Donde antes imperaba el acuerdo de veteranos camorristas, hoy la calle es pasto de personas que mueren antes de los 28 años, para los que solo cuenta la inmediatez. Los guionistas del programa ‘Clandestinos’ lo sentencian así: “El futuro es un fracaso”.
No entrevistas a policías, ni a investigadores ni tampoco a la Justicia. Es una visión introspectiva de la revolución generacional sobre la Camorra, con más de 100 clanes disputándose el control del crimen organizado.
El programa se emitió 24 horas después de la detención en las afueras de Nápoles de uno de los mafiosos más buscados, el jefe de los jefes que llevaba huído 15 años: Antonio Orlando.
En el programa ni se menciona porque hoy el protagonismo concierne a este grupo de cachorros que “se comportan como leones feroces”, según los testimonios aportados durante el pase en horario nocturno.
“Es realmente esquizofrénico estar en una ciudad en la que te puedes comer la mejor pizza del mundo, donde van tus amigos de vacaciones, y que a la vuelta de la esquina te vendan un kalashnikov o una ametralladora y los miembros de la camorra te expliquen cómo el asesinato es fundamental para escalar en la organización», explica el periodista que guía el trabajo, el español David Beriain. «Nápoles es capaz de mostrar la belleza más increíble y a la vez tener la muerte en el corazón».
En Scampia (Nápoles), las cifras del paro superan el 50%. El barrio se construyó en los 60 sobre siete bloques de apartamentos para albergar a entre 40.000 y 70.000 personas. Tras el terremoto de 1980 en el sur de Italia, miles de desplazados se trasladaron allí. Tres de los siete bloques han sido demolidos, pero unas 40.000 personas aún viven en esos apartamentos parapetados tras unas chapas metálicas que permiten a los narcos moverse a sus anchas. Aquí no hay cines, ni jardines, ni parques infantiles.
En ese particular infierno se ha adentrado el equipo de Clandestino para conocer a los nuevos jefes de la mafia napolitana.
Los clanes de jóvenes de apenas 20 años, adolescentes y niños llegan a facturar en una noche 100.000 euros con la venta de coca (cada gramo sale a 70 euros).
Con esa fortuna solo buscan consumir moda, coches, relojes y mucha fiesta. Llegan a estallar hasta 15.000 euros en una noche de discoteca. “No nos importa el dinero”.
«¿A cuánta gente hay que matar para llegar a un poder como el que tiene usted?», pregunta Beriain a uno de esos baby bosses.
«A todos. Si tienes delante a 20, hay que matar a los 20. Yo mando en Nápoles porque he abierto el fuego, porque maté a quien había que matar. Por eso soy el number one».
El autor de Gomorra, que vive con escolta al estar amenazado de muerte, lo resume así: “Los adolescentes que ahora entran en la Camorra llegan con el propósito vital de violar todos los códigos“.