África, el rugido del siglo XXI
El continente vecino, con mil millones de habitantes, despierta de 500 años de esclavitud, colonización y expoliaciones. En dos décadas, emigrarán a Europa de forma irregular más de 88 millones de personas
El 1 de julio de 1960, un grupo de jóvenes levantó las manos de júbilo en Leopoldville, actual Kinshasa (Congo). La población civil se rebelaba contra la hegemonía belga que tenía al país ahogado con la expoliación de los recursos naturales. Se consolidaba la aventura de la gran independencia africana de Occidente iniciada en Ghana tres años antes. Nada volvería a ser igual. Hoy, el continente vecino es soberano le pese a quien le pese. Se estima que, por encima de China, el rugido del siglo XXI vendrá de África.
En realidad, antes de ser colonizada, África fue sometida en unas de las páginas más humillantes desde la caída del Imperio Romano. La esclavitud duró 300 años y se llevó por delante a 11 millones de personas. Luego, en el siglo XIX, llegó el reparto del territorio como un puzzle de famobil. La colonización empobrecía hasta la extenuación y hubo que esperar al sueño de Kinshasa para que África recuperara la esperanza en la justicia, la libertad y la igualdad. “Aún queda mucho trabajo porque Europa nos ve siempre en el banquillo de los acusados”, expresa con angustia la catedrática en Filosofía Ramatoulaye Diagne, la primera rectora de una universidad pública en Senegal, posiblemente, uno de los países más cultos del África Occidental con el que Canarias mantiene vuelos directos desde siempre.
Aquellos jóvenes congoleños cambiaron África para siempre. Aquellas revueltas fueron duramente reprimidas por la monarquía belga. Los muertos se contaron a cientos. Sin embargo, Europa ya estaba abrasada entre el Telón de Acero y las cenizas de la Segunda Guerra.
Aunque analistas africanos como la profesora argelina Seloua Luste aseguran que la “descolonización no se ha traducido en soberanía“, la chispa de la manumisión no ha dejado de tomar vida propia.
En ese contexto, un grupo de simpatizantes canarios solidarios con el drama de la inmigración irregular ha convocado una protesta contra la neocolonización, a las 7 de la tarde en la plaza de la Feria de la capital grancanaria. El manifiesto cuenta con casi 6.000 firmas, una cifra que “ha superado cualquier expectativa previa“, expresan los organizadores, confiados en lograr una concentración de denuncia que “sensibilice a la sociedad internacional sobre la tragedia de la ruta migratoria más peligrosa del mundo en la que se ha convertido alcanzar las costas canarias“.
Según los observatorios y agencias internacionales, el Viejo Continente no sabe la que se le viene encima. Más de 88 millones de africanos preparan, de forma irregular, su salto a Europa antes de 2050. Se trata del mayor movimiento migratorio de la historia al equivaler a toda la población de Alemania, y para el que apenas hay medidas paliativas, como el pacto anunciado este miércoles en el seno de la UE.
Antes de 1965, casi todos los países ya estaban en ruta con un nuevo sueño que suturara las heridas de la desestructuración económica: el panafricanismo. Desde el Magreb al Sahel y hasta Ciudad del Cabo, y así sucesivamente, a través del hambre, las guerras, el terrorismo y la escasez del agua (principal causa de fallecimientos).
El neocolonialismo que denuncia los promotores del manifiesto canario, es una asignatura conocida en las universidades africanas. La tildan de “injerencia malsana a todos los niveles, que infecta la economía y la política“. En parte, lo han conseguido a través de grandes operaciones militares, como los golpes de Estado en 2023 en Níger y Gabón.

Operarios africanos en una de las minas de uranio en Níger. Francia extrae de este país del Sahel el 80% de sus reservas para las centrales nucleares.
Francia importa de las minas nigerinas el uranio que nutre al 80% de sus centrales nucleares mientras la población sufre el peor índice de desarrollo humano del planeta. Según los servicios secretos del principal productor de crudo de África, Nigeria, el aparato estatal galo está detrás de la asonada de Gabón, otro de los emisores de petróleo junto a Guinea Ecuatorial y Angola. “Inteligencia financiera al servicio del bienestar occidental y a costa de nuestro desarrollo“, subrayan los autores de algunos ensayos asentados desde los 80 en los campus de media África.
Precisamente, la foto-fija de la imparable ascensión africana la da la concesión de créditos al desarrollo. En 1960, el año del estallido congoleño, los paquetes de ayuda apenas llegaban a 6 millones dólares; en 2020 superaron los 66.000 millones.
El continente ha logrado, además, asentar hasta 12 organizaciones como la UE: Unión Africana, Cen-Sad, Comesa, Uemoa, Igad, Cemac, Sadc, Cedeao, Ceeac, Eac, Coi y Uma. “Es una prueba de madurez, otra cosa es la imagen distorsionada y amorfa que se vende en América y Europa“, indica a este periódico un profesor subsahariano que ruega el anonimato para evitar que se le esteriotipe desde el ámbito institucional. “Estamos ante un continente que emerge, con una alta tasa de población nueva deseosa y esperanzada. ¿La inmigración? Es un drama por la cantidad de muertos que no podemos contar y porque son jóvenes en su mayoría que buscan una salida inmediata y que, luego, ven truncadas sus ilusiones en una maraña de vetos insolidarios que desafectan la condición humana. Ahora bien, que emigren 90 millones o 100 millones es un problema para Europa, pero en África quedan 900 millones más de personas que convertirán a este continente en el protagonista del siglo XXI“.