Sáhara, terrorismo y crimen organizado
Por José S. Mujica
11-S deja tras de sí, 15 años después, un balance “difícil de explicar“, según fuentes de Defensa y Seguridad residentes en Canarias a preguntas de Meridian.
Mientras una gran parte del mundo contempla cómo Occidente combate al terrorismo extremo, el crimen organizado ha permeabilizado en las estructuras de los Estados. “Las actividades económicas y políticas ordinarias son supervisadas y ordenadas por relaciones invisibles, que superan el marco orgánico tradicional“.
Esas estructuras invisibles se han vuelto más sólidas al estar menos expuestas a la fiscalización pública. En boca de los expertos, el panorama actual no es nada esperanzador. “El terrorismo se propone la destrucción del sistema contra el que lucha, y, en consecuencia, se sitúa fuera de él. Por el contrario, las mafias (crimen organizado) viven del sistema, hasta el punto de constituir un engranaje más“.
La caída del Muro de Berlín, en 1989, puso fin al mundo bipolar. Con los atentados en Nueva York, 12 años después, se fisuró una parte de la seguridad internacional: la prioridad contra Al Qaeda, Bin Laden y todas sus ramificaciones hasta llegar al Daesh (Estado Islámico), “distrajo las investigaciones sobre el crimen organizado en una ceguera o negación de los hechos sin admitir que, en la mayoría de los casos de estos 15 años, ambos problemas van de la mano“.
15 años después del derrumbe de las Torres Gemelas, y ante la inminencia de elecciones en Estados Unidos con Donald Trump dispuesto a cambiar el mapamundi, Europa ha conocido la peor cara del terrorismo (Madrid, Londres, Bruselas o París) y, sobre todo, ha sufrido además una crisis económica “de la que no hemos salido por la enorme exposición al riesgo del sistema bancario“.
En el caso de Canarias, los primeros ejercicios del crash inmobiliario llevaron al paro a 120.000 personas de la construcción. 80.000 no han vuelto a trabajar.
Incertidumbres persisten
Sin embargo, Canarias ha logrado sustraerse del impacto de la crisis gracias al tirón turístico (13 millones de visitantes) que impusieron los turoperadores tras el cierre de los mercados egipcio, tunecino y turco por la amenaza terrorista.
“Las incertidumbres aún persisten. Los ciclos duran 7 años en el negocio turístico y todavía estamos envueltos en una rueda de molino que no ha terminado de ofrecer la dirección adecuada. Creo que nadie la sabe, en realidad“, recuerda con prudencia un destacado hotelero canario. “Debemos ser prudentes porque estamos expuestos a factores exógenos que podrían modificar nuestro alter-ego. Estamos ganando dinero tras periodos de sequía, pero la sombra del terrorismo (del que no nos gusta hablar) es siempre una carga. Vivimos con ese suspiro, al que te acostumbras, pero somos un destino seguro y eso se lo debemos a nuestras fuerzas de seguridad del Estado y a nuestro Ejército“.
En ese contexto que describe el empresario se encuentra el problema territorial del Sáhara Occidental, una plaza que fue española hasta 1975.
Ese año, la Marcha Verde del monarca marroquí Hassan II (participaron 300.000 personas) desalojó a España en un abrir y cerrar de ojos.
Desde entonces, los saharauis, a los que se les prometió un proceso de transición hasta ser libres e independientes, luchan por un referéndum de autonomía que Marruecos niega de forma sistemática, a pesar de que la población le favorece en una proporción de tres sobre uno.
Esta semana, se libraron nuevos enfrentamientos en El Aaiún (300.000 habitantes) entre saharauis y la gendarmería marroquí.
La brutalidad de las acciones policiales ha dejado en estos 40 años un reguero de muertos y heridos que se cuentan por cientos. En la mayoría de los casos, Rabat los juzga como delitos penales por altercados públicos.
En 1991, tras una guerra de guerrillas en el desierto, Naciones Unidas intervino en el conflicto imponiendo un alto el fuego que se incumplió en 2002 y que ahora, coincidiendo con los 15 años del 11-S, vuelve con una fuerza “capaz de alterar el equilibrio geoestratégico del Magreb. Lo que pase aquí influye en Europa”, según portavoces del Frente Polisario.
“Nadie quiere una nueva Libia, un país que no es país, sujeto a mafias y acciones terroristas que son una seria amenaza”, agregan las fuentes en seguridad militar consultadas por Meridian.
Escaramuzas militares
Por eso España y Francia siguen muy de cerca las escaramuzas que Marruecos y El Polisario llevan protagonizando en las dos últimas semanas en una área vasta y desértica llamada El Guerguerat, a 70 kilómetros de Noaudibú (base pesquera de flotas internacionales) y a 360 kilómetros de Dajla (antigua Villacisneros).
El Guerguerat está fuera del muro de arena que construyó Marruecos entre los años 1980 y 1987. Mide más de 2.000 kilómetros y fuera de su perímetro hay plantadas 7 millones de minas antipersonas. Arabia ayudó a financiar esta obra que el Polisario tilda de “muro de la vergüenza”.
Naciones Unidas, para atemperar los ánimos, permitió una zona libre del muro y las minas, mirando las fronteras argelinas y mauritanas. Ahí está El Guerguerat, que sirve como cruce de caminos para el tránsito comercial entre los campos de refugiados de Tinduf (170.000 personas) y Mauritania.
En los últimos meses, Marruecos, que celebra legislativas el 7 de octubre, ha incrementado los controles sobre los convoyes coincidiendo con la crisis sufrida con Naciones Unidas.
El régimen alauita prohibió esta primavera al mismísimo secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Mon, aterrizar en El Aaiún. Marruecos considera que la ciudad natural para abordar el dossier del Sáhara es Rabat. El surcoreano se tuvo que desviar a Tinduf en una afrenta mundial que no ha terminado.
Ahora mismo, el enviado especial de Mon para El Sáhara, Critopher Ross, prevé volar a El Aaiún este mes. Marruecos vuelve a oponerse.
En este tiempo se ha cruzado otro factor decisivo que explica la hostilidad de Marruecos, tratando de construir 5 kilómetros de carretera en El Guerguerat que permita el paso de vehículos pesados, como tanques.
Marruecos está en desacuerdo con la designación de Brahim Gali como nuevo presidente de la República Árabe Saharaui Democrática. Gali lleva años reclamando la vuelta a las armas para recuperar El Sáhara. Esta semana se vio a Gali en Tinduf con la vestimenta militar.
Una asociación saharaui de Derechos Humanos, con sede en Barcelona, Asadedh, tiene denunciado a Gali ante la Audiencia Nacional por presuntos delitos de lesa humanidad.
En dos semanas se ha vivido en El Sáhara la mayor tensión en 25 años.
Francia pidió esta semana, en el consejo de seguridad, que la carretera la construya y pague Naciones Unidas. El Polisario se niega tajantemente, pero da idea de los delicados hilos que tocan unos y otros.
Aviones marroquíes han sobrevolado el cielo de El Guerguerat para observar los movimientos de vehículos militares. Desde el 28 de agotos, efectivos del Ejército de ambas partes están a menos de 50 metros sin perderse de vista a cuenta de la polémica carretera.
Naciones Unidas ha desplazado a funcionarios y cascos azules, eso sí, desarmados.
Las acusaciones de Marruecos y Polisario son constantes. Circulan dossieres sobre la financiación de grupos terroristas que operan al sur de Argelia y en Mali.
Dirigientes del Polisario está convencido que una parte de los tráficos de hachís (Marruecos es el segundo productor mundial tras Méjico) sirve para respaldar operaciones de Muyao en Mali.
Muyao es el movimiento por la Yihad de África Occidental secuestró hace cuatro años a tres cooperantes españoles en Tinduf.
Marruecos, que cuenta con uno de los mejores servicios secretos de África, está convencido que la ruta de El Guerguerat está plagada de terroristas que “suponen un peligro para todos los países, empezando por Mauritania“.
Marruecos mantiene pocas o nulas relaciones con Mauritania y, por si acaso, el Ejército mauritano también se ha situado en la frontera, a la espera de acontecimientos.
Todos estos episodios suceden a menos de media hora en avión de Canarias. Por ahora, estamos a salvo, por ahora.
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