Yuli, el primer Romeo negro
Estreno de la nueva película de Icíar Bollaín sobre la biografía del genial bailarín cubano
Yuli es una película tan llena de pasión como de danza, tan llena de vida como de arte. Todo un reto como mismo vemos que ha sido la biografía del genial bailarín cubano Carlos Acosta.
Descubrimos a un muchacho que ganó su vida cuando creyó que se la estaba perdiendo, gracias a la danza. Y a la que ahora asistimos todos en una emotiva narración musicalizada, con una serie de coreografías brillantes que no sólo construyen la estructura argumental de la propia cinta, sino que repasan algunos de los momentos más relevantes de su existencia.
De su supervivencia, diríamos en realidad. Porque estudiar danza en Cuba es gratuito y te da una oportunidad de futuro, aunque seas pobre y negro. Expresado así de claro, tal y como revela la película que dirige Icíar Bollaín.
Porque Carlos Acosta, Yuli, es biznieto de esclavos y hasta su mismo padre, camionero nacido en 1918, no tuvo derecho a la educación por razón de su raza.
Pero llamó a su hijo ‘Yuli’, hijo de Ogún. Y supo que tenía talento, que poco importaba si había nacido en el marginal barrio de ‘Los Pinos’. Le dijo, aunque fuera a gritos, que “el Arte era su hogar y no Cuba. Pero que un día La Habana le pondría una alfombra roja a su regreso”.
Y así ha sido el estreno cinematográfico de Yuli en su tierra cubana. Así ha sido el retorno del ‘Dios negro del ballet cubano’. Tal y como lo soñó Pedro Acosta.
De descendiente de esclavos a estrella del Royal Ballet. Es Yuli. Magistralmente escenificada con la trama contada a través del baile. Pero lo que es más importante, narrada a través de su propia piel. Un lujo.
Coreografía a coreografía se retrata a sí mismo dentro de una producción de danza de su propia compañía, a estrenar en La Habana. En un mano a mano con quien protagoniza su juventud, Carlos Acosta baila su presente para recordar su pasado. Y el hilo narrativo fluye natural como el baile.
‘Yuli’ es un ejercicio casi catártico de reencuentro consigo mismo, con las ausencias familiares y con Cuba, fotografiada excelentemente por Bollaín. Desde el bloqueo económico y la crisis de los ‘balseros’ hasta hoy. Las carencias, la cultura, el racismo…
Desde la mirada de un niño que no quería bailar, sino ser futbolista como Pelé, a la fuerza del afamado bailarín que es hoy. Pero siempre con Cuba en el corazón de un destino compartido con la danza y que le ha hecho regresar para montar allí su propia compañía, ‘Acosta Danza’.
Y así nace la película de su vida, en la que Icíar Bollaín consigue mostrarnos la identidad del artista sin ahogar el alma del hombre. Así y en base al guión adaptado por Paul Laverty al libro autobiográfico ya publicado 10 años atrás, ‘No Way home’. (‘Sin mirar atrás’). Pero Carlos Acosta no deja de hacerlo. No puede. Lleva a Cuba en el alma.
Fue el primer Romeo negro de la historia del Royal Ballet de Londres y ya es un mito como Baryshnikov. Comendador de la Excelentísima Orden del Imperio Británico, no ha perdido ese corazón cubano de ‘Yuli’ en el duro camino de estrella mundial de la danza.
Seguramente, el mismo que le lleva a ser quien es en escena. Una a una, Carlos Acosta baila las palabras de su triunfo y las de la soledad de Yuli. Ambos son Cuba. Aunque, como decía su padre, Yuli aún no lo sabía.