YIHADISMO EMPUJA LA MIGRACIÓN HACIA CANARIAS
La detención en Mogán de un salafista que reclutaba mujeres para Al Qaeda del Magreb Islámico, reabre el debate sobre la devastación social y económica de los países sahelianos que miran a las Islas como destino de una huída suicida motivada por el pánico integrista
Yihadismo empuja la inmigración ilegal hacia Canarias, como consecuencia del caos que asuela al Sahel Occidental, cuya puerta de salida al Atlántico acaba en Mauritania y El Sáhara.
De los más de 8.000 africanos llegados a Canarias hasta mediados de octubre de 2020, el 60% es de origen subsahariano, con especial predominio de malienses, que huyen no solo de la hambruna o la sequía sino del sometimiento a las leyes islámicas radicales (sharía).
La expansión del yihadismo o guerra Santa en el Sahel Occidental (sobre todo, en Mali) se ha intensificado desde 2012 a 2020 a niveles de tal gravedad que Pedro Sánchez, presidente español, viajó en septiembre de este año a Mauritania para apoyar la cumbre de los 5 países más afectados por la amenaza terrorista.
Solo en 2019, más de 4.000 personas fueron asesinadas en la región, según el Observatorio Internacional de Estudios sobre el Terrorismo.
Tal y como expone el coronel Jesús Díez, en un artículo sobre el fenómeno yihadista en la revista temática de la Fundación Víctimas del Terrorismo, el 37% de la población del Sahel Occidental ha sido objeto de atentados solo en el primer semestre de 2020.
“El terror yihadista ha provocado más de un millón de desplazados dentro del país [Mali] o refugiados fuera de las fronteras nacionales, mientras que muchos miles han decidido migrar hacia Europa“, resalta el dirigente militar y analista en su exposición.
El Sahel central y occidental abarca un amplio abanico de países, como Mali, Mauritania, Burkina Fasso, Níger, Nigeria, Chad o Camerún. Algunos figuran en los niveles más bajos del índice de desarrollo humano (Idh) tras décadas de pobreza extrema. “Los terroristas queman pueblos, matan a todos, incluso a los animales que ya no necesitan y, sin embargo, no tienen conocimientos humanos para pensar en un modelo social de paz“, recuerda el periodista Mariam Keita en el periódico maliense Info-matin.
A preguntas de este periódico, Cruz Roja en Canarias, que atiende al grueso de los africanos, evita opinar sobre el auge del yihadismo en los países emisores de emigrantes, al tratarse de “un asunto de orden político en el que no entramos“, pero sí reconoce que la “ruta hacia Canarias está abierta y se va a prolongar durante un tiempo“.
Los servicios españoles de inteligencia (CNI) en Mauritania advirtieron al Congreso de los Diputados, durante el periodo de confinamiento del Covid, que Canarias recibiría un intenso tráfico de pateras y cayucos. Basaron parte de sus informes en algo tan elemental como la importación de motores de fuera borda para las miles embarcaciones apostadas en el puerto de Noaudibú.
Los gobiernos mauritano, marroquí o senegalés desconocen cuántas personas esperan una oportunidad para lanzarse al mar, pero cálculos estimativos de las policías locales, tras las detenciones practicadas en verano 2020 a grupos delictivos, sitúan el volumen potencial de migrantes en más de 200.000.
Una buena parte de los subsaharianos llegada a las Islas dejó atrás el “horror” del yihadismo en Mali o Burkina Fasso. “No hablan ni siquiera de sus experiencias pasadas. Aunque se trate de jóvenes que perdieron a sus padres o abuelos; notas que tienen miedo, mucho miedo a contar sus vivencias. Son personas que se adaptan rápido, son eternos supervivientes, pero arrastran traumas que necesitan olvidar“, explican algunos de los asistentes sociales de oenegés que han logrado entablar confianza con ellos en estancias como la Casa del Mar o las carpas de Arguineguín, ambas en Gran Canaria.
Los africanos de raza negra y los magrebíes son musulmanes, “y ahí se produce un choque cultural que les impide ir a más con las organizaciones de blancos que les atiende o que les pregunta de dónde vienen o qué les ha pasado en sus zonas de origen. El yihadismo es un tabú. De eso jamás hablan porque también temen que les confundan con un radical“.
“Los que consiguen venir no son necesariamente yihadistas, otra cosa es que puedan convertirse si logran quedarse en Europa, pero para eso están las unidades de inteligencia y de prevención policial“, explican fuentes militares que ponen el acento en otro de los “centros de gravedad” del fenómeno migratorio: el Covid.
“Si queremos entender el incremento de la inmigración hay que conocer el desarrollo del Yihadismo en El Sahel y ahora mismo confluye la ola de violencia con el coronavirus“, según las mismas fuentes.
El factor sanitario contra el Covid se ha convertido en un acicate para las organizaciones que buscan implantar la Yihad, como Al Qaeda del Magreb Islámico, Estado Islámico del África del Oeste, Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes o el Estado Islámico del Gran Sáhara.
Las redes de islamismo radical han cuadruplicado en 8 años los grupos y las células en campañas de terror entre la población del Sahel Occidental, lo que supone el mayor lastre para las democracias y el desarrollo económico. O se someten al abuso dictatorial del salafismo o abandonan su hogar.
El Islam jamás fue un problema entre los países sahelianos hasta que el yihadismo transformó las relaciones sociales. La decadencia del Dáesh tras su derrota en Siria, aceleró la reunificación de las alianzas entre los radicales que han pasado, incluso, a controlar las redes criminales en la región, como el narcotráfico hacia Europa o la trata de migrantes.
Una vez asumida la obtención de recursos financieros (entre los que se incluye el saqueo de aldeas o poblados), incrementan la captación de adeptos, logran más reconocimiento social y, sobre todo, lanzan campañas sobre el Covid-19 como un castigo divino provocado por los infieles occidentales (cristianos). “Buscan la división, los conflictos sociales y los fallos de los gobiernos causados por la pandemia. Así consiguen erigirse como los únicos protectores sanitarios de la población allá donde el Estado no está presente…, reclutan y adoctrinan a nuevos fanáticos para su casua extremista”, explica el Jesús Díez.
La detención en Mogán, al Sur de Gran Canaria, de un salafista que reclutaba mujeres para Al Qaeda del Magreb Islámico, reabre el debate sobre la devastación social y económica de los países sahelianos que miran a las Islas como destino de una huída suicida, motivada por el pánico integrista.
La Jefatura Superior de la Policía Nacional en Canarias explicó que la investigación policial fue llevada a cabo de forma conjunta por agentes de la Comisaría General de Información y de la Brigada Provincial de Información de San Sebastián, bajo la coordinación de la Fiscalía de la Audiencia Nacional y la supervisión del Juzgado Central de Instrucción número tres, cuya titular decretó prisión para ambos arrestados.
La operación ha contado, -a nivel nacional- con la colaboración de la Brigada Provincial de Información de Melilla y de la Brigada Provincial de Información de Las Palmas de Gran Canaria. A nivel internacional, y como muestra del compromiso de la Policía Nacional con la colaboración internacional en la lucha contra la amenaza global que supone el terrorismo yihadista, participó la Dirección General de Vigilancia del Territorio (DGST) del Reino de Marruecos y de la agencia policial Europol.
La investigación comenzó cuando los expertos en la lucha contra el terrorismo detectaron la presencia de una estructura terrorista con ramificaciones en distintos países. El grupo se mostraba afín a una corriente alineada ideológicamente con la organización terrorista Al Qaeda del Magreb, cuyo objetivo final era la imposición de un califato islámico por medio de la yihad combativa. Los agentes pudieron comprobar como los dos arrestados se definían e identificaban con el grupo, dentro de una misma estrategia de actuación y acataban las normas internas impuestas.
Reclutaban mujeres
Los agentes constataron que la acción de los detenidos se dirigía fundamentalmente hacia mujeres que presentaban indicadores de vulnerabilidad, con escasa formación religiosa, fácilmente manipulables e influenciables. Tras conseguir su adoctrinamiento e incorporación al grupo, les hacían partícipes de su objetivo terrorista e instrumentalizaban como nuevas captadoras y como madres de futuros muyahidines.
La intención era doble, por un lado incrementar el número de integrantes en el grupo y, por otro, asegurar que los descendientes de los matrimonios fueran perfectamente adoctrinados para contribuir a “extender la verdadera religión”. En los ideales del grupo se asumía la poligamia entre sus miembros como forma de vida y su disposición a contraer tantos matrimonios como fuera posible.