‘Voronia’ puro ruido de La Veronal
‘Voronia’ pretende ser reflexiva pero carece de veracidad y riesgo en su discurso (¿lo tiene?). Meros destellos. Sí, hay instantes en los que promete y parece que va a despegar, pero se diluye al momento, perdida en la transposición de la misma banalidad que pretende denunciar.
Por mucho que expriman la culpa, exhiban la Biblia, acudan al latín o vistan sotana… Ya se sabe, el hábito no hace al monje. Y por más efectismo visual que ‘La Veronal’ proyecte en el escenario, se hace insuficiente.
El ruido resulta vacuo cuando es sólo eso, ruido. Me sobran voces y me falta coreografía, y mucha. Al final, el derroche escenográfico del llamativo ‘atrezzo’ resulta pretencioso cuando no hay nada más que rascar tras poco más de apenas una hora de actuación.
El ejercicio coral de los diez bailarines de la compañía queda sólo en una mascarada de colores obvios. Rojo, blanco y negro para olvidar el nombre de la cueva más profunda del planeta.
‘Voronia’ se queda en un mero decálogo de intenciones filosóficas. La secta del mal que pretende retratar sentándolos a todos a la mesa en supuesta congregación, no convence.
Se nota que Morau quiere contar grandes cosas pero a la pieza le falta desarrollo. Y si tenemos en cuenta que el trabajo es de 2015 (aunque llegue ahora al Teatro Cuyás), no entendemos que no haya evolucionado hacia algún punto concreto.
¿Realmente Marcos Morau explora el mal en su desarrollo, más allá de las obviedades visuales? ‘Voronia’ es tramposa pero, sobre todo, reiterativa en sus pasos de danza.
El peor tenebrismo es el que no se ve. Y si realmente quieres denunciar el cinismo en la pérdida de valores, y la continua caída en el individualismo identitario de nuestra realidad más actual, no puedes quedarte sólo en los símbolos.
Porque entonces me sobra cinismo en el discurso y me falta Arte sobre el escenario. (Eso sí, ‘chapeau’ por los destellos de neón en el escaparate y la selección de óperas varias como recurso musical).