ISIS, rancho de ánimas desde Kobanê a Barcelona
Viyan Peyman, la voz kurda asesinada por el ISIS
Voluntad y compromiso son dos palabras llenas de significado, más aún, cargadas de trascendencia. Son además la traducción al español de otros dos vocablos en kurdo, Viyan Peyman, el nombre de la conocida cantante kurda, veinteañera y luchadora, idealista por convicción y guerrillera por necesidad.
Viyan Peyman murió un lunes de Pascua de hace dos años. Y su verdadero nombre era Gulîstan Talî Cinganlo, pero el eco de sus canciones llegó a todos los rincones del mundo con su nombre de lucha, porque tienen nombres reales y guerrilleros.
Todos los guerrilleros del PKK (Partido de Trabajadores del Kurdistán), sus Unidades de Defensa Populares (YPG) y sus Unidades Femeninas de Protección (YPJ), tienen nombres reales y guerrilleros.
Curiosamente, Gulîstan significa ‘jardín’, pero Viyan Peyman, oriunda de la ciudad de Mako (Kurdistán Iraní o este del Kurdistán), cayó en combate, falleció en un campo de batalla en un pueblo llamado Mico, en Serêkaniye, del cantón de Yazira. Cantando, pero fusil en mano.
Su vida terminó, eso sí, después de haber participado en la liberación del cantón de Kobanê el 25 de febrero de 2015, tras 140 días de lucha frente a las fuerzas del EI, ISIS, ISIL o DAESH (en árabe). Pero quién puede pensar en eso cuando quienes jamás vivieron la guerra, caen en las Ramblas.
Quién podría llegar a entenderlo jamás. Quién podría pues, recordar ni a Viyan ni su voz. Estos días, tan sólo la de Julian o la de Xavi, 7 y 3 años, respectivamente.
Se había unido a las filas de la guerrilla kurda en las montañas siendo muy jovencita, interesada por las ideas del PKK y de su líder fundador, Abdullah Öcalan, pero también para escapar de la realidad que les toca vivir a la mayoría de mujeres en Oriente Próximo, sobre todo, en los territorios que estaban siendo conquistados por el Estado Islámico.
Para ello abandonó la región iraní y se trasladó a la zona montañosa de Rojava, que significa Oeste u Occidente en kurdo, una región autónoma, independiente sólo ‘de facto’ en la actualidad, situada al norte y noreste de Siria, donde conviven kurdos, árabes, asirios, armenios y cristianos.
Viyan llevaba ya años luchando por la libertad del pueblo kurdo pero era especialmente conocida como cantante. Su maravillosa voz se apagó sólo en la línea del frente, pero no en el Kurdistán ni en el mundo. Cantaba el género más difícil de la música kurda, pero también el más ancestral, que hunde sus raíces en su cultura y tradiciones, pero sobre todo, en su modo de transmitirla de generación en generación para que jamás se pierda…
El de los ‘dengbêj’ o trovadores profesionales, que interpretan sus hazañas e historias de amor con este tipo de canto, preservando su identidad nacional al traspasarlas generacionalmente como un solo pueblo, como una sola voz. Pero la de Viyan era especialmente hermosa, como su sonrisa. Y quedará para siempre en esa memoria colectiva que va más allá de las aldeas del Kurdistán.
Al momento, la noticia dio la vuelta al mundo, se multiplicó su eco en las redes sociales, como mismo lo hiciera su voz. Y todas las nacionalidades recordaron la sempiterna causa kurda, la legítima pero olvidada causa kurda, que fuera pieza clave en la contención del avance del Estado Islámico en la región de Oriente Próximo. Y el resto del mundo.
Los kurdos cantan siempre, forma parte de su identidad, incluso cuando se enfrentan a los adversarios. Les ayuda a mantenerse fuertes en la batalla. Pero hoy no hubo cantos en Barcelona, sólo rabia, disfrazada de paz, eso sí. Y nadie podrá convencerme de lo contrario.

Catalanes protestan contra las políticas bélicas, con el lema “Sus guerras son nuestros muertos”. (Foto Twitter LaVanguardia).
No hubo ‘dengbêj’ ni trovadores. Ni en Las Ramblas ni en la Plaza Catalunya. No cantamos. Gritamos. Y gritamos porque sólo somos ‘progres’ acomodados que hemos perdido el rumbo. Y lo hemos perdido porque hemos olvidado el verbo.
Una lucha que no es nueva, si tenemos en cuenta que estamos hablando de un pueblo compuesto por nada menos que unos 40 millones de personas, repartidos en cuatro países fronterizos del Medio Oriente.
Turquía (donde vive casi la mitad de la población kurda), Siria, Irak e Irán; y hasta unos pocos, pero significativos en presencia, en la vecina Armenia. Además de los kurdos de la diáspora, en su mayoría en Europa. Es decir, que cabría referirse a ellos como ‘la mayor Nación sin Estado del mundo’.
Dispersos en esa vasta región montañosa que fue conocida como el Gran Kurdistán con capital en la ciudad de Erbil, situada en la parte iraquí, son víctimas de la ubicación geoestratégica de su territorio debido, en buena medida, a la presencia de valiosas reservas petrolíferas y de gas, así como los principales recursos acuíferos de la zona, ya que en ese área nacen los ríos Tigris y Éufrates, que proveen a toda la región.
Hay que tener en cuenta que casi el 100% del petróleo sirio y turco, además de una gran parte del crudo iraquí se hallan en la zona kurda; y el gas extraído de la zona cae en el Kurdistán iraní. De modo que no sorprende la división sufrida en la zona atendiendo a los intereses económicos, que priman sobre los derechos de soberanía.
Todo ello en un territorio donde, no lo olvidemos, fueron colonias. Siria por ejemplo fue colonia francesa e Irak un país inventado tras la descolonización británica de la zona. La historia de esta división geográfica es la historia de una resistencia, la del pueblo kurdo.
Y lleva aparejada una cruda realidad: la de la represión por parte de los países que borraron sus fronteras y los albergaron. Pero como población sometida hasta casi su exterminio.
Y precisamente la recuperación de Kobanê, invadida por las fuerzas yihadistas del Estado Islámico el 21 de septiembre de 2014, se convirtió en todo un símbolo. No sólo porque los extremistas pretendían establecer en este cantón la ruta para el contrabando de petróleo y el abastecimiento de sus tropas, sino también porque Kobanê fue la primera ciudad del Kurdistán sirio que acogió al líder histórico del PKK Abdullah Öcalan, cuando este cruzó la frontera turca para refugiarse en Siria, y la primera donde los kurdos lograron establecer una autonomía.
Kobanê liberada representaba por tanto el sueño de un Kurdistán unido para todo un pueblo que aguarda desde hace mucho. Pero era también el sueño de una Nación sin Estado que se convirtió en el verdadero muro de contención al avance del EI o DAESH en toda esa región del planeta.
(Recordemos que reclaman Al Andalus). La toma definitiva de Kobanê a manos de los yihadistas habría supuesto para ISIS adentrarse en la frontera sirio-turca y la ‘balcanización’ de Siria. El nudo de Kobanê ya ha desaparecido y ni se habla de los kurdos.
Demasiadas otras víctimas en el camino de estos dos años. En la hoja de ruta de terrorismo yihadista en Europa. demasiada sangre y horror desde el ‘Bataclán’ y el ‘Paseo de los Ingleses’ en Niza. Yel aeropuerto de Bruselas y el de Estambul. Y Londres y Manchester. Y Berlín y Helsinki.
¿Cuántos lugares más me dejo atrás hasta llegar a Barcelona? ¿Acaso pueblo con Estado que no se siente Nación? La caída del grupo yihadista en Kobanê fue una importante victoria para todos, pero una vez más, perdieron los kurdos… Y perdimos todos. Perdió el mundo.
La mayoría de los edificios fueron destruidos, incluido el hospital (inmolado expresamente por el EI antes de abandonar la zona), y las bajas humanas fueron incontables. En los platillos de una misma balanza pendieron, por un lado, la indiferencia internacional (todavía mantiene al PKK en la lista de terroristas). Y en el otro, la entrega absoluta de las milicias kurdas como la más importante línea de defensa en esta guerra a cambio de volver a ser un país.
(El 30 de marzo de 1947, Qazi Muhammad, presidente de la primera y única república del Kurdistán, fue ahorcado en la ciudad de Mahabad por el régimen del Shah de Irán).
En esa crucial batalla estuvo Viyan Peyman y, caminando entre las ruinas de Kobanê con el fusil a cuestas, grabó una canción compuesta por ella misma, dedicada a las madres y a los niños de esta ciudad, a las lágrimas de Kobanê y a ese llanto de la resistencia kurda.
Fue el homenaje vivo de esta artista ya inmortal a una lucha, porque los kurdos no tomarán el cielo por asalto. Ya les pertenece, todo él. Y en el mundo, nadie más canta. En Barcelona, tampoco.