Verona el sueño donde todas somos Julieta
#UnViajeUnInstante, relato 16. En su itinerario del mundo, la autora comprueba que Picasso estaba más unido de lo que imaginaba a Shakespeare. "Todo lo que puedas imaginar es real", decía el pintor. Bajo el balcón de Julieta todo cobraba vida. Lo público daba paso a lo íntimo. Y el juego daba paso a la caricia, como la sonrisa al amor
#UnViajeUnInstante y una búsqueda, constante en la vida. La constante de la vida es la búsqueda y, como decía Picasso, “todo lo que puedes imaginar es real.”.
Así que sin dejar que la pieza acabara y con su música aún resonando en mi cabeza, contemplé cómo los pasos de danza salían del escenario y los seguí.
De modo sigiloso pero entusiasta, los seguí hasta la estación de tren. Porque no hay nada más emocionante que cruzar la frontera de un país a otro en tren.
Su mismo sonido es la banda sonora absoluta del solo hecho del viajar. Y fuera, al otro lado de la ventanilla, el mundo. Pero si a ello le añades que cuando cruzas de Francia a Italia por la región de los Alpes, mudan tus referencias…
Debes cambiar de tren y hasta de compañía ferroviaria en un pequeño puerto de montaña, donde tu voz parece tener eco y el aire puro enfría el interior de tu rostro desde la nariz hasta los oídos.
La sensación es puramente interna pero el brillo de tus ojos humedecidos, sin que tengas ganas de llorar, te delatan. Aspiras profundamente y, durante un breve instante, dudas si subirte al nuevo tren o quedarte allí, embelesado con el paisaje.
Pero es sólo una décima de segundo. De nuevo en el tren, sin despegar la nariz de la ventanilla, las escenas se suceden mientras el país cambia. Después de todo, en realidad, las fronteras no son algo abrupto. Al menos, no para lo que está vivo.
Aún había mucho viaje por delante, pero en ese ir cogidos del brazo de la imaginación, llegaríamos hasta la propia puerta de un romance inmortal… ¡Qué digo una puerta, un balcón!
Estábamos bajo el balcón de Julieta y aguardando el momento de tomarlo por asalto en un instante de soledad, si eso era posible, para la consabida foto del amor eterno.
La verdad es que en aquel patio las ‘Julietas’ se contaban por decenas. Había muchas más Julietas que ‘Romeos’ a los pies del balcón más visitado de toda Verona. (Más famosa por este rincón de la joven enamorada de Shakespeare, que por su ‘Arena’ donde todos los años se representa la ópera de Aída).

Julieta inmortal en la estatua bajo el balcón, desgastada por los millones de selfies, como el de la autora. (Foto E21).
Todas eran Julieta, más allá de sus nombres o nacionalidades. Y casi todas dejaban una nota, un mensaje o una carta allí. Además de tocarle el seno a la estatua de bronce de la doncella en el patio (Brillante por el sol y el manoseo constante).
Casi todas sonreían emocionadas mientras aguardaban el turno para hacerse una foto, pero otras doblaban hasta el infinito el papel en el que habían escrito su deseo, mientras las lágrimas caían por sus mejillas al abandonar la casa de Julieta.
Me pareció que algunas derramaban una vida completa junto con aquellas lágrimas… Lo cierto es que cuanto allí sucedía era mucho más que sólo literatura.

Amor hecho grafitti en las paredes que dan al patio de Julieta, en Verona, donde la autora también dejó su huella. (Foto E21).
Al final, va a ser cierta aquella otra ‘verdad’ de Picasso, que “el propósito del arte es limpiar el polvo de la vida diaria de nuestras almas”. En aquel florido patio de Verona al que todos acudimos desde las páginas de un libro, estábamos siendo testigos de la vida.
Y esa vida regresaba en cada carta y en cada palabra. Era mucho más que un libro y, por supuesto, mucho más que un balcón. Era un sentimiento compartido y un deseo, más allá del sueño.
No se trataba de un mero palacio señorial del medievo situado en ‘Via Cappello, 23’, y por ello, desde que entras, contemplas sus paredes totalmente empapeladas de ‘amor’ escrito en todos los idiomas de este mundo…
Tal es el volumen de expresión popular en este rincón veronés, que la cartelería se cambia al menos dos veces al año, para dejar espacio a nuevos amores. Y siempre antes de la fecha de San Valentín, claro.
Así, de manera natural, lo público daba paso a lo íntimo. Quizá, al revés. Y el juego daba paso a la caricia, como la sonrisa al amor. Sólo habría que esperar el regreso del alba.
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