Venecia invita a perderse sin destino seguro
#ParaVivirVivo, episodio 10. La autora redescubre en la ciudad flotante el misterio de Santa María de la Salute, una iglesia de planta octogonal, con luz propia, liviana sobre la Laguna, que volvió a la vida tras la peste en el siglo XVI
#ParaVivirVivo con deseo. El deseo intacto, sediento y hambriento, siempre de más. Curioso por todo, pues no conozco otra manera de hacerlo. No sé de otro modo que mida mejor las ganas de vivir, ni otro quiero.
Más que bebérmela, quiero, la vida. Pero sólo para seguir sedienta de ella y que la bebamos juntos. Y por ello el ruido de aquellas fuentes me meció entre dos aguas. Me llevó de una a otra.

Venecia con una de sus pocas calles en medio de los canales, por la que solo cabe una persona. (Foto E21).
Y de los silenciosos canales y acequias de un jardín pasé a los bulliciosos de una ciudad, aquella nuestra. Otra vez, sí… Y esperando que fueras tú quien dijera su nombre, volví a soñarla.
Ya te lo dije una vez cuando te hablé de ella… Invita a perderse, un puente tras otro, sin destino seguro. Porque en Venecia, hagas lo que hagas, vas o vienes siempre de la Plaza San Marcos.

Venecia con la plaza de San Marcos y el gran campanario, uno de los emplazamientos más bellos del mundo. (Foto Espiral21).
Pero sobre todo, invita a volver. Como el agua que fluye Venecia es, siempre, promesa de algo más. Y si hay algo que simboliza la vuelta, pero la vuelta a todo y de todo a Venecia (la vuelta a la vida, en suma), es ‘Santa Maria della Salute’.
La estampa más emblemática y más retratada en todas las postales que te puedan llegar de la prometedora Venecia. Una maravillosa basílica blanca, cuya cúpula es visible desde casi cualquier punto de la ciudad.
Y cuya fachada casi es lo primero que vez desde el Gran Canal, cuando llegas sobre sus aguas. Acaso haya otro modo de llegar, pero sólo éste y no otro, sea el mejor de hacerlo… Sólo así se te empape el alma para toda la eternidad.

Santa María della Salute, desde el centro de la gran Laguna, en vaporetto en el que viaja la autora. (Foto E21).
Todos los venecianos la nombran porque Santa Maria della Salute fue, en efecto, la vuelta a la vida cuando la enfermedad vació de ella Venecia. Cuando toda Venecia se sumió en la oscuridad de la peste, que mató a 80.000 venecianos con su negra sombra.
Hoy ya nadie recuerda todo aquello, y menos los que llegamos ahora. Pero, sin embargo, percibimos esa luz que sin saber bien por qué, más allá de su semblante y sus dimensiones, nos lleva a darnos cuenta de que estamos ante un sitio especial en la ciudad flotante de la Laguna. Aún antes de entrar en ella…
Flota como todo lo demás, claro, pero se ve liviana pese a su enormidad (de planta octogonal), como si su altura sobre el nivel del mar desafiara a su peso contra toda gravedad.

Vista de madrugada de la gran laguna, en los embarcaderos de las góndolas, con la luna sobre Santa María della Salute, a la derecha. (F. E21).
Es como esa muchacha que ves pasar, linda, ésa que, como dirían los argentinos: “vio luz y entró”. Luce esperanzadora, levantada desafiante sobre las aguas y dispuesta a sobrevivir a todo.
Te recibe a las puertas de la ciudad y no sé el por qué, pero no te hace sombra. Poco importa la hora del día. Acaso sea que las aguas casi a rente no te dejan verla, acaso que no puedes dejar de mirarla.
Lo cierto es que aquel día en que el agua, más inquieta que de costumbre, salpicaba de lleno mis pies, mientras miraba fijamente la figura de uno de los evangelistas, que casi pendía de la decoración con vista adelantada en su frontis… Sonreí.
Recordé entonces la foto de aquel viejo cartel, que había descubierto en las noveleras páginas de un libro sobre fotografías de Venecia. Uno que, durante un tiempo, colgó en la mismísima fachada de Santa Maria della Salute, con motivo de unas obras de restauración del mármol.
Me arrancó una sonrisa entonces y también ahora… “Cuidado: Caen Ángeles”. Y así lo supe, como mismo lo sé después de 100 relatos. Allá donde tú me quieras, vivo.
Para seguir leyendo.
Relato 1. L’espresso en la barra, de pie y de un solo buche.
Relato 2. Bouquinistas de París, tesoros únicos de libros antiguos y carteles.
Relato 3. Tangos, maullidos y ‘Cinema Paradiso’ en Roma.
Relato 4. Mafalda en Oviedo nos recuerda que el mundo no ha cambiado tanto.
Relato 5. Paddington, mucho más que un peluche en una estación de tren.
Relato 6. Niza, el litoral de las sillas azules que miran al mar.
Relato 7. Cuevas de Hércules, la silueta de África.