Venecia aplaude a Sieni y su Evangelio de Mateo
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Venecia acogió este año, en su festival ‘Biennale danza’, uno de los momentos más sublimes de la escena contemporánea de la última década que, seguramente, pasará a la historia de la danza de este jovencísimo siglo XXI por su relevancia.
Bajo la conducción del coreógrafo Virgilio Sieni (Florencia, 1957), director también de la propia Bienal de Danza de Venecia, una sola pieza, ‘Vangelo secondo Matteo’ (‘El Evangelio según Mateo’), dijo más de la danza contemporánea en mucho tiempo que todos los festivales en un año entero.
‘Vangelo secondo Matteo’ fue, sin lugar a dudas, el mejor trabajo de esta ‘Biennale danza’ 2015. Forma parte de un proyecto de 27 cuadros coreográficos, iniciado en la pasada edición, que ha reunido a unas 200 personas de toda Italia. Aunque este año la participación se concentró sólo en la región del Veneto.
No sólo conmovió hasta estremecer al público, sino que sacó lo mejor de sí a unos intérpretes amateur por su autenticidad, honestidad y, sobre todo, pureza. La conexión que logró Sieni con los espectadores fue superada sólo por la que consiguió con cada uno de ellos.
Todos, sin excepción, supieron superar el reto de dar un rostro a la espiritualidad de Jesús. Asumieron el desafío de ofrecer dignidad al gesto del sufrimiento de Dios encarnado en un hombre. En definitiva, ofrecieron esa generosidad de la entrega, en este caso, escenificando la mayor de las entregas jamás superada por el hombre.
Representaron ese profundo silencio a través del cual Dios nos habla. Y lo hicieron con tal fortaleza espiritual, con tal convicción emocional y madurez escénica, que todos quedamos presos de sus miradas, de sus semblantes y hasta del mismo aire que circulaba a través de ellos.
El espacio dialoga con las huellas
Venecia se convierte durante unos días, más que nunca, en una ciudad donde el espacio dialoga con las huellas del hombre. Donde ‘la dignidad del gesto’, título de esta edición, halla su enclave entre la medida del artista y la experiencia del viajero.
Tal y como señala el propio Virgilio Sieni en su presentación, Venecia asume el escenario “donde la danza encuentra las caras, la memoria de la ciudad y las huellas de sus habitantes a través de las diferentes épocas”.
Y es cierto. Pero lo es aún más en el caso de los 37 protagonistas de la pieza de Sieni, ‘Vangelo secondo Matteo’. La capacidad expresiva, la postura corporal y hasta la propia actitud ante la historia más grande jamás contada, narrada ahora en movimiento escénico, te apresa desde el mismo instante en el que accedes a la sala de las columnas del edificio de Ca’ Giustinian (sede organizativa de la propia Bienal en el barrio de San Marcos).
A priori, se diría que es el vacío (o ese silencio de Dios) lo que nos aguarda dentro, pues los intérpretes se confunden con los espectadores que deambulan por la sala. Como si fuera la vida misma, nada parece diferenciar a los pecadores de los no pecadores, a los justos de los injustos. Pero, enseguida, te das cuenta de quién tiene algo que contar.
El espacio está acotado por unas cintas blancas, que de este modo trazan unas líneas divisorias entre los 11 escenarios en los que se desarrollan otras tantas escenas de la Pasión de Jesús. No se trata de un recorrido estricto, pues el público puede circular libremente según le dicte el impulso de su propio corazón.
La entrada en Jerusalén
Sin apenas elementos accesorios, el impacto visual se centra en la unidad del coro de estas 37 personas, que representan diferentes escenas de una misma vida (de una misma muerte). La entrada en Jerusalén, el prendimiento en Getsemaní, el Bautismo (con una fina lámina de agua cubriendo el suelo), la Piedad (cuatro parejas distintas formadas por madre e hijo de distintas generaciones, y dos parejas de hombre y mujer), la Crucifixión y la Síndone o la Sábana Santa.
La estética de su plástica hace aún más increíble el hecho de que no sean profesionales. Asumen con naturalidad tanto el rito del movimiento como el rito de lo acontecido hace 2000 años. Todos descalzos, con lentitud y calculada suavidad en cada movimiento, cada gesto, cada paso…
A veces, las palmas de las nueve mujeres que escenifican el ingreso en Jerusalén, rompe ese silencio acompasado que maneja la percusión de un sólo músico presente en la sala. Otras, es el jadeo de esa última entrega, en la persona de la mujer que da vida a la crucifixión, la que quiebra el aliento de todos.

El agua fue un elemento esencial en la obra de Virgilio Sieni Fotografía oficial de lBiennale Danza de Venecia).
Pareciera que hay quien ansiara el susurro de un salmo para aliviar la opresión del espíritu, a ambos lados de la línea blanca… Y sin abandonar el contexto coreográfico del que todos ya formamos parte. La sensación de comunidad es indescriptible y hace de la obra de Sieni una cita única.
Ancianos, adolescentes, niños. Juventud y madurez se mezclan por igual. Es la acertada elección de Sieni, en la que poco importan las arrugas, los callos, u otras muestras corporales de cansancio. Señas de identidad de la vida misma, todas ellas.
De repente, sin desearlo aún, todos somos invitados por los intérpretes, muy lentamente, a abandonar la sala. Conducidos hasta la misma puerta, nadie se va. Cruzamos las miradas y, con ellas, el entendimiento. Permanecemos y rompemos a aplaudir presos de la emoción más profunda que pueda experimentarse, como desahogo de esa misma tensión a la que te somete el arte. A veces, sólo a veces.
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