Turquía y Siria, gana quien sabe amar
#DesdeMiVentanaVerde, episodio 9. La autora guarda silencio adrede para que tan sólo se oyeran sus voces. La de las vidas que aguardaban vivir, respirando justo para alimentar la esperanza, como los 'niños milagro' de los terremotos
#DesdeMiVentanaVerde dejé pasar los días hasta que casi fueron dos semanas… Dos lunes al sol y dos martes; y así, sucesivamente, hasta también olvidarme de los domingos.
Guardé silencio para que tan sólo se oyeran sus voces, y que toda la atención estuviera pues centrada en ellas. La de las vidas que aguardaban vivir, respirando lo justo para alimentar la esperanza.
(Que del cuerpo ya se ocuparía el futuro que les aguardaba, con el aliento listo para toda la eternidad).
Y el miedo entre escombros, bajo ellos y también afuera. Repartido a partes iguales… Esperando ser rescatado antes que el tiempo lo acallara.

Miedo bajo los escombros, dentro y fuera. Desolador pero lleno de esperanza durante las labores de rescate. (Foto RTVE).
Un golpe, una voz desde lejos y de repente, otro ‘niño milagro’ que, contra todo pronóstico, abría los ojos de nuevo al mundo en brazos de sus rescatistas.
La soledad del resucitado tras 12 días enterrado en vida y el arrope del mundo entero en una sonrisa ante tantas ganas de más vida. La esperanza, toda una proeza.
Y el cielo entero desde mi ventana verde, que me recuerda que debo contar esta historia. (Aunque sea de oídas). Aún cuando las noticias nos den traslado de que la cifra de muertos por los terremotos de Turquía y Siria superan ya los 45.000, por ahora.
“Vivir es lo único cierto”, decía el verso, “que los muertos entierren a sus muertos”. Hablemos de los vivos frente a los gritos del silencio, del milagro de la vida calle arriba, casi en procesión.
¿Qué mantiene viva a la humanidad? Me pregunto después de una catástrofe semejante… El compromiso social a nivel global, sin duda, tras una desintegración semejante.
Y el país que desde siempre pareció predestinado a ser lugar de encuentro y diálogo transcultural, que fue siempre puerta entre Oriente y Occidente, de repente, estalló en un único lamento. Hondo. Tan profundo como las grietas que abrieron la tierra en dos.
Pero tantas historias de amor no dejan huérfano a nadie, pues sería negar entonces la evidencia y la fuerza de los recuerdos. La esperanza, como todas las grandes cosas de la vida, como las mismas emociones, es tan efímera que uno ha de aferrarse al recuerdo para revivirla intensamente.
Una y otra vez. Del mismo modo que uno se agarra a esa curiosidad por el futuro que incita al siguiente paso. No hay verdadera orfandad en el escenario de la devastación, sólo nueva vida que se abre paso, una vez más.

Los equipos de rescate de todo el mundo, incluido los turcos y los sirios, son héroes invisibles de una devastación que jamás olvidaremos. (Foto BBC).
No hay desamparo. Están juntos… El miedo mueve. Incluso, como decía la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, “El miedo hace crear porque tú quieres inventarte un mundo donde tus ideas y tus sueños funcionen”.
La única verdad es la del tiempo real y, en su confusión con la realidad que nos desborda en los tiempos que nos toca vivir, se trata de ser lo que vemos, sin recelo a lo que muestran los espejos.
Sin trampas. La escena se apoderó del espacio común y, desde mi ventana verde, volví a pasear por el ‘Jardín de las Delicias’ como una necesidad mental. Porque no había nada más que hacer para recuperar el aliento. Y vi Estambul una vez más, en mi recuerdo.
Abocados al olvido, intencionadamente, para seguir respirando. Pensé en todos esos ‘niños milagro’ y en que la vida sigue corriendo, como aquel niño con la enorme barra de pan bajo el brazo. Sonó “¿Por qué te vas…?” en la voz de Jeanette para despedir a Carlos Saura y salió el sol en mi ventana. Domingo y lunes.
De nuevo… “Siempre gana quien sabe amar” (Hermann Hess).
Para seguir leyendo
Episodio 1. Gueto judío de Venecia, en el verde de la memoria.
Episodio 2. Sátira de la Crucifixión más allá de la plaza San Marcos.
Episodio 3. ‘Ponte Vecchio’, murmullo de voces y sueños.
Episodio 4. Plaza de San Pedro, inmaculada pero descarnada.
Episodio 5. Los olmos del Gianocolo de Roma se inclinaron aquel día.
Episodio 6. Bosque de Bolonia, raviolis preparados en pareja.
Episodio 7. Bruselas y las siete calles que conducen a la Gran Plaza.
Episodio 8. París, la alegría de vivir hecha de miga de pan.