El turismo es la vida
Las prohibiciones que impone el Islam a las mujeres chocan contra las bases de la cultura y la tradición del ocio y el esparcimiento de los canarios y de los 15 millones de turistas que viajan a las Islas cada año
La propaganda desplegada este sábado en la manifestación de Barcelona, abriga sabores agridulces que se alejan de la señal de duelo y protesta.
Junto a la tensión política por la proximidad del referéndum secesionista, los partidos (todos) han escorado las opiniones hacia la banalización del fenómeno religioso como acicate del yihadismo para cometer atentados como el de Atocha y Las Ramblas.
Tanto esfuerzo publicitario por normalizar la conciliación con los musulmanes llama la atención.
Por una parte, está el lado económico. Los fondos soberanos de los Emiratos Árabes llevan 10 años tomando posiciones estratégicas en España, en sectores como la energía, el turismo, la navegación aérea, el comercio y el deporte.
Por otro, el factor sociológico y demográfico. Unos 2 millones de musulmanes residen en España en franca convivencia sin que se menosprecie su identidad. Es más, 800.000 son marroquíes y Marruecos es el principal socio de España para garantizar la seguridad y la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado.
España es el primer inversor de Marruecos, por encima de Francia, y sin los acuerdos bilaterales Madrid y Rabat estarían condenados al fracaso.
Pero el Islam tiene un difícil encaje en la industria turística de España y, por extensión, en territorios como Canarias que no conoce otra fuente de ingresos.
Por ejemplo, las prohibiciones que impone el Islam a las mujeres chocan contra las bases de la cultura y la tradición del ocio y el esparcimiento de los canarios y de los 15 millones de turistas que viajan a las Islas cada año.
Este mes de agosto de sofocante calor, hemos visto en la playa de Las Canteras a varias mujeres musulmanas bañarse con el burkini sin que nadie (absolutamente nadie) cuestione su derecho.
Otras mujeres han salido de los centros comerciales del Auditorio Alfredo Kraus con el niqab (velo que solo permite ver los ojos) sin que nadie (absolutamente nadie) las recrimine por ocultar su rostro.
Para Canarias, el turismo es la vida. Igual que para otras comunidades y ciudades costeras como Barcelona, Alicante, Málaga o Cádiz.
Atentados como el perpetrado en la Ciudad Condal, en el corazón del turismo, es un duro golpe que exige a la comunidad musulmana una rápida intervención en sus modos y maneras de implantarse en ciudades turísticas como Las Palmas, Tenerife, Arrecife o Puerto del Rosario.
A los turistas (aunque no digan nada) les intimida una mujer musulmana con niqab o dándose un baño en Las Canteras con el burkini.
No lo dirán en público por pura supervivencia de corrección política pero se planteatarán si vuelven a un destino tan tolerante con una convicción religiosa que van contra los cristianos.
En el discurso posterior a la manifestación, Hafida Oukabir (hermana de uno de los terroristas) habló de islamofobia y antisemitismo, pero omitió la persecución a los cristianos de Egipto (coptos) o la amenaza que se vierte contra el Papa y el Vaticano.
Para Canarias, el turismo es vida y poner en riesgo ese hecho equivale a un acto de liquidación que hunde sus raíces en el hecho religioso del salafismo, una rama ortodoxadel Islam.
El salafismo acunado en Egipto y Arabia preconiza esa maquinaria sangrienta sustentada en la Yihad contra Occidente y en ese paquete el turismo es una de las prioridades a batir.