Terciopelo dulce en el Soho de Londres
#TeCuentoUnSecreto relato 9. La autora, en su viaje por el mundo, confiesa que en su próxima vida sólo guardará secretos dulces. Atraída por el irresistible color de los ‘red velvet cupcakes’ del escaparate, descubre que cada bocado era tan sedoso como la mirada de Isabella Rossellini en la película de David Lynch
#TeCuentoUnSecreto dulce… Absolutamente dulce, como debieran serlo todos, ¿no? Pues para las amarguras, ya te colma la realidad sin ocultarte nada.
Y tanto es así que, al igual que el universal Borges aseguró que en su próxima vida intentaría cometer más errores… Yo me atrevo a decir que, en la próxima, sólo guardaré secretos dulces.
Pero en ésta haré algo mejor. No te guardo ninguno (Casi). Sé que muchas veces están escondidos entre los pliegues de lo cotidiano, pero aún así, éstos pueden llegar a ser los mejores.
En realidad, todo empezó con el terciopelo. Siempre me gustó desde niña, aunque por aquel entonces mi favorito era el verde, por ser éste mi color preferido.
Y eso que por entonces eran tiempos más bien de pana, al menos para la gran generalidad, claro. Pero yo miraba con deseo aquel sedoso tejido brillante, pese a ser tupido, y extremadamente delicado, pese a su grosor.
Tuve pronto algunos gustos bien definidos y el terciopelo me pareció que era de esos pequeños placeres a considerar a partir de entonces. La suavidad de su tacto anticipaba un sinfín de sensaciones a futuro.
Claro que todavía pasaría tiempo hasta que escuchara por vez primera una canción de terciopelo… Descubrí los melosos acordes de ‘Blue Velvet’ gracias al cine de David Lynch y al rostro de Isabella Rossellini como protagonista de ‘Terciopelo Azul’.
Pese a ser un éxito musical de los 60 grabado por Tony Bennet en los 50, yo supe que ‘ella’ sólo vestía de terciopelo azul y que “más azul que el terciopelo era la noche”, gracias al siempre inquietante cine de David Lynch.
Después de aquello, la que por lo visto estaba considerada por la crítica como uno de los mejores temas musicales compuestos en el siglo XX, se convirtió en una de mis canciones predilectas. No sólo era conmovedora sino muy sugerente.
Poco importaba que aquella película fuera un thriller psicológico de los que te ponen los sentidos del revés, o que la intriga arrancara con el hallazgo de una oreja humana en un parque…
Ciertamente era un ‘Neo-surrealista’ cine negro que te removía por dentro sin poder moverte de la butaca, presa de su magia visual. Y que, tal como decía la canción, “más azul que el terciopelo eran sus ojos”.

Red Velvet en formato cup cakes, de The Hummingbird Bakery, con la autora en el mercado de Portobello road. (Foto E21).
Había cambiado el color, pero no la dulzura. Así que para cuando “más cálida que mayo era su mirada”, pues esa canción seguía resonando entre las de mi lista, me aguardaba aún otro secreto.
Lana del Rey cantaba su propia versión azulada, justo cuando yo descubría el ‘red velvet’ como sabor por excelencia para el postre más aterciopelado de todos.
Sucedía en el ‘Soho’ de Londres, justo al cruzar el umbral de ‘The Hummingbird Bakery’, atraída por el irresistible color de terciopelo rojo de los ‘red velvet cupcakes’ del escaparate…
¡¿De verdad, eran reales y comestibles aquellas piezas de fantasía primorosamente dispuestas en pirámide? ¿De qué fábrica de Willy Wonka habían salido aquellas cremosas magdalenas coronadas con más crema aún en lo alto?!
Auténticos bocados de terciopelo. Atractivamente rojos, pero de suave terciopelo, que me habían pasado inadvertidos en anteriores escapadas a la capital del ‘Brexit’.
Seguramente, no busqué secretos antes. (No tan dulces). Y aquel colibrí color rosado sobre un tono chocolatero, del logotipo de esta famosa pastelería, se posó volando ante mi mirada hambrienta de merienda aquella tarde de musical en la ‘City’.
El estallido de colores y sabores de este popular punto de encuentro entre el cielo y la tierra, con varias tiendas repartidas por todo Londres, es tan dulcemente tentador… Que no es raro que se formen colas ante sus vistosas vitrinas antes de llegar al fin hasta el mostrador.

Lana del Rey se atrevió con una versión de Blue Velvet durante la campaña de moda de HM. Fue todo un éxito.
Pero semejante arco iris no fue distracción para mí. Siempre tuve clara mi dulce pasión por el terciopelo, y el de color rojo no iba a ser una excepción. Al menos, no aquel tan intenso. Irrenunciable.
Después de tan deliciosa experiencia, no me quedó otra que visitar la ‘The Hummingbird’ abierta originalmente como ‘bakery’ americana en el londinense barrio de Notting Hill en 2004, en el famoso mercadillo de Portobello road.
Repetí sabor, indiscutiblemente. ‘Red velvet’ era un dulce secreto compartido, aunque yo aún pueda verlo azul en su mirada, o verde en aquella prenda. Ambas vestimos terciopelo antes de conocer su sabor.
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