Sicilia es irrepetible, pero el cine la hizo eterna
Historias con huella, relato 3. La autora regresa a Palermo tras un paseo por Palazzo Adriano, el pueblo de 'Cinema Paradiso'. En la capital siciliana descubre que la vida imaginaria de Totó transcurre en paralelo a la de un artesano real, Vicenzo Argento, autor de las mejores marionetas de Italia
#NuevaNormalidad que ahora recuperamos entre todos y reconquistamos gracias a la memoria, nuestra mejor aliada para no repetir errores. Y también para endulzar el presente que aún anda escaso de emociones.
Así es que… ¡Buceemos en ese pasado de sensaciones compartidas y soñemos con un futuro que ya conocemos! Porque a poco que arañemos en los recuerdos, nos haremos con el tiempo y sin la vana nostalgia.
Seguimos en el Mediterráneo al que habíamos puesto rumbo y… De isla a isla y tiro porque me toca. Pero ahora, para desembarcar en las costas de la más grande de cuantas salpican este mar… Sicilia.
Y sí, volvemos a Sicilia. Es algo inevitable, te lo aseguro…
Aún más cuando la semana comenzó recordando la banda sonora de nuestra vida. Ennio Morricone partía y en la memoria de todos resonaron los acordes de Alfredo para ‘Totó’.
‘Cinema Paradiso’ en cartelera, escogida para el desconfinamiento y la vuelta al cine con motivo del aniversario de su estreno, y programada por la 2 de TVE en su memoria. Después de todo, él parte para quedarse eternamente.

Totó y Alfredo, los 2 protagonistas de ‘Cinema Paradiso’, santo y seña de una visita obligada a Palazzo Adriano.
Y esos mismos acordes que Salvatore recibe como regalo póstumo de Alfredo al niño que un día fue (Totó), llenos de besos robados a la censura y pegados, uno a uno, con tantos pedacitos de cariño como recortes de celuloide… Me llevan de vuelta a Sicilia.
A Palermo y su provincia, a los escenarios naturales a los que la magia del cine me condujo, otra vez. Y a los pellizcos que, en mi corazón, sus fotogramas reviven con tanto sentimiento ante tantos personajes… Los de Tornatore, su director, y los míos.
Momentos de vida, siempre compartidos, que empezaron en la propia Palermo, como una promesa… Así que imaginemos que vamos a ‘Giancaldo’, como si siempre hubiera estado ahí, esperando la siguiente función de cine.
Mientras ‘el loco’ del pueblo reivindica la plaza como suya y Alfredo proyecta la película en el muro de la casa frente al cine (sacándolo al aire libre), nosotros nos hacemos un selfie en la ‘Piazza Umberto I’.

Plaza Umberto I, el centro de Palazzo Adriano y también de la película ‘Cinema Paradiso’ donde pervive la banda sonora de Ennio Morricone.
Y es que, en realidad, estamos en Palazzo Adriano, un pueblo a 30 kilómetros al sureste de Palermo, y en su mismo corazón. La casa donde Giuseppe Tornatore hizo que ‘Alfredo’ rebotara la imagen fílmica para disfrute de todo el pueblo, aún se conserva.
Porque ‘Giancaldo’ no existe. Al menos, no en el mapa de Sicilia. Pero sí en la memoria colectiva y sí en el alma siciliana, a la que también está dedicada esta película. En el corazón de la Piazza Umberto I está el pequeño ‘Museo Nuovo Cinema Paradiso’.
Y por ello sé que, de verdad, Philippe Noiret (Alfredo) nos sonríe desde la ventana y ‘Totó’… Bueno, es como si bajara a hacerse una foto con nosotros en lugar de correr para ver la película.
De nuevo, vuelven a sonar los acordes de ese tema de amor, al final de ‘Cinema Paradiso’, que siempre me hace llorar. Pero no veo violines por ninguna parte. ¿Acaso los escuchen todos o sólo yo?
Una ‘nonna’ nos mira sonriente, con su pañuelo en la cabeza, desde la ventana y yo me atrevo a jurar que, al menos ella, también los oye. Seguramente, ya ha asistido a una escena como ésta un sinfín de veces.
Porque Sicilia es irrepetible, pero el cine la ha hecho eterna…
Entretanto, volvemos a Palermo en el tren, lo cual es otra experiencia. Al mirar por la ventanilla, te das cuenta que las coordenadas espacio-tiempo van de otra manera en Sicilia.
Pareciera que tu mente viaja hacia atrás mientras tu cuerpo lo hace hacia adelante. El tiempo flota en el aire en Sicilia, como mismo lo hace el calor…
Y es una sensación extraña, como anti-gravitatoria, pero muy placentera para las emociones, que te lleva a ansiar más de todo. La curiosidad se desata más que nunca y todo apetece, al tiempo que es como una vuelta a casa.
Sólo entonces entiendes a Salvatore cuando regresa a casa, a Sicilia, al final de la película. Sólo entonces entiendes el por qué Alfredo lo invita a marcharse desde tan joven.
Una vez fez fuera de la majestuosa pero rural estación de ‘Palermo Centrale’, camino del hotel, descubrimos la sonrisa de ‘Alfredo’ en otro rostro, en la misma calle donde estamos alojados. Se llama Enzo y también él cruza la pierna al sentarse (como mi abuelo).
Ubicado junto a la Catedral de Palermo, físicamente, claro. Porque, en realidad, se encuentra en lo más profundo del alma siciliana, más allá de la tradición… ‘La Opera dei Pupi di Vincenzo Argento e Figli’, que fue fundada en 1893 por Vincenzo Argento, su abuelo.
Totalmente conmovida que venía yo de mi viaje interior a ‘Giancaldo’, es decir, a Palazzo Adriano… Enzo (Vincenzo nieto) me guiña un ojo y me devuelve la sonrisa, mientras yo contemplo admirada la figura de un ‘sarraceno’ de no más de dos cuartas de grande. Un pequeño títere que lo dice todo con sus brillantes ojos pintados.
En su taller, toda la familia esculpe a mano cabezas de madera, que dan cuerpo y forma a sus armaduras con pedazos de metales como el latón, el cobre y hasta plata para los más valiosos.
Luego, les insertan varillas para el movimiento, pintan sus caras y finalmente, les hacen los disfraces para dar vida a todos los personajes del drama siciliano.
De pronto, paso de los personajes de carne y hueso a las voces de estas marionetas que siempre han estado ahí… En este otro ‘paradiso’ siciliano.
Diría que el sarraceno de barba pintada y media luna en lo alto de su turbante, también me guiñó un ojo. Si ello no fuera imposible, claro. ¡¿Seguro?!
Lo que sí es cierto es que este octogenario Vincenzo (Enzo, toda vez que hemos intercambiado sonrisas), se me parecía a Alfredo. Igual de corpulento, alto y grueso. Igual de afable y cariñoso…
Al final descubres, después de comprar el pequeño títere que te hizo detener con un guiño, y después de averiguar dónde tomar la mejor ‘granita al limone’ de toda la isla, que es Sicilia la que en verdad te habla. Siempre al corazón.
Leer el resto de los relatos:
1. Puerto de Las Nieves donde los besos eran robados con sabor a salitre.
2.Procida la isla del limoncello que sedujo a Neruda.
4. Malta, en el Mediterráneo al encuentro de Corto Maltés.
5. Brindisi, el tacón de la bota de Italia que reina en el Adriático.
6. Santorini, la mayor belleza de otro tiempo.
7. Naxos, donde los sueños se vuelven azules sólo si te descalzas.
8. Ikaria, las alas de cera más longevas de Europa.
9. Patmos resucita tu boca en los cielos.
10. Calcídicas, los tres dedos de Eolo en el Egeo.
11. Príncipe, las islas turcas donde separas las nubes con las manos.
12. Acre, donde el mar se paró en Tierra Santa.
13. Mar Muerto, el gran lago salado en el desierto del Qumrán.
14. Mar de Galilea, donde el Pez de San Pedro pasa de plateado a dorado.