Primavera, califato y guerra tras 7 años
“En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de él, en cualquier país”. Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 14. Pero dice un proverbio árabe que “Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego”.
Primavera, para quienes todavía se acuerden de ella, claro. Empezó como ‘primavera árabe’, pero en Siria se convirtió en guerra. Se cumplen siete años ya de la ‘Primavera, califato y guerra’.
Un grupo de adolescentes sirios miraba entonces hacia la plaza Tahrir, la Plaza de la Liberación. Ansiosos del momento que parecía vivir la sociedad árabe, volvían la vista a la mayor plaza pública del centro urbano de El Cairo, Egipto.
Y se les ocurrió que una pintada en una pared cualquiera de Damasco, con consignas revolucionarias contra el régimen de Bashar al Asad, devendría en las mismas protestas que se vivían por entonces en Egipto, Libia o Túnez.
Primavera, si hay jazmines, claro… La Revolución de los Jazmines acabó con tres dictadores. Ben Ali en Túnez, Moubarak en Egipto y Gadafi, en Libia.
Cuestión distinta es que Túnez o Egipto hayan experimentado luego la tan esperada evolución democrática… (Claro que peor parados resultaron Libia o Yemen, desmantelados como países).
Pero aquellos jóvenes sirios que creyeron en los ecos que les llegaban de sus hermanos, fueron detenidos. Nadie imaginó entonces que el que se convertiría en uno de los conflictos bélicos internacionalizados más sangrantes, provocaría el mayor éxodo de desplazados de todos los tiempos.
Faltaba un mes para la primavera, y me refiero a ésta de ahora, la más tópica (la de los cerezos, lo mismo en el Valle del Jerte en Huelva, que en Kyoto), y Geert Cappelaere, director de Unicef para Oriente Medio y África, daba la voz de alarma. Una vez más.
Pero ya no le quedaban palabras. A finales del pasado mes de febrero, emitía un comunicado desgarrador. Desesperado, en realidad, puesto que estaba en blanco. Sí, literalmente en blanco, donde ya no cabía más por decir… Pero con el que lo clamaba todo.
Tan sólo era encabezado por una frase: “No hay palabras que hagan justicia a los niños muertos, a sus madres, a sus padres y a sus seres queridos”.
Y no las hay. Son las cifras las que hablan por sí solas. Más de 500.000 muertos, entre los que los civiles superan los 100.000 y más de 15.000 son niños. Bueno, eran.
Pero esas son las cifras de aquellos que ya dejaron de sufrir, porque si hablamos de los refugiados y desplazados, sepultados bajo el mar aparte (a veces la muerte sabe a sal), estos números se disparan hasta casi 5 millones fuera de Siria y otros 7 millones, dispersos dentro de las fronteras de un país deshecho por completo.
Porque, en realidad, quién conoce con exactitud la cifra total de fallecidos y desaparecidos a bordo de lanchas que jamás llegaron a ninguna parte, o los nombres de tantos como se pusieron un chaleco chino que no flotaba, aunque se vendieran como salvavidas.
¿Cuántos billetes para ‘un viaje a ninguna parte’ han pasado por las manos de las mafias que trafican con el ‘género humano’? Quién, en verdad, conoce esa otra cifra…
La ONU calcula que unos 13 millones de personas necesitan ayuda humanitaria para subsistir dentro del país, y casi la mitad son menores de edad.
El drama de la población siria ha sido, y aún es, la peor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Porque, a tenor de lo visto, es una huida hacia adelante que no admite retorno. A pie. Empujados por el miedo.
Hace año y medio decíamos que Alepo, la que fuera la mayor ciudad de Siria, era un orfanato en ruinas. Unas ruinas en las que sólo quedaban ya los que no se habían podido marchar.
Y de esos que tuvieron que quedar, se calcula que 9 de cada 10 menores fueron reclutados para el combate. En cualquier caso, los niños que han logrado sobrevivir, han crecido con el conflicto… ¿Cuáles son pues sus opciones reales de futuro?
Duma en Guta Oriental, a las afueras de Damasco, es la última lección de geografía siria que estamos recibiendo desde Oriente Medio, un nombre más…Aún quedaban allí decenas de miles de civiles cercados por la guerra. Recordemos que no es lo mismo ver un cadáver, que ver morir a alguien.
“En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo y a disfrutar de él, en cualquier país”. Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 14. Dice un proverbio árabe que “Los ojos no sirven de nada a un cerebro ciego”.