¿Por qué importan los sucesos de Tel Aviv?
Israel ha entrado en una deriva peligrosa para Occidente. Una confrontación civil como la protagonizada en la noche de este domingo, provocaría una explosión en cadena que haría caer al Gobierno y llamaría la atención de los países limítrofes, como Jordania, Líbano, Siria y Egipto
Israel es para Occidente un aliado estratégico en una de las zonas más sensibles del planeta.
El país sufre una crisis política sin precedentes desde la creación del Estado en 1948, salvo los episodios bélicos como la guerra de los Seis Días.
Los partidos han fracasado una y otra vez en dar estabilidad a la economía y a una sociedad peculiar donde los ultraortodoxos van camino de alcanzar el 15% de la población (casi 2 millones); es un sector no empleable, subvencionado por la Administración al estar volcado en la procreación y cuidado de los hijos y en el estudio de los libros sagrados (Torá).
La reforma de la Justicia que ha llevado a las calles a decenas de miles de personas (este lunes se activa una huelga general), tiene su base en un intento de Netanyahu de alcanzar la inmunidad para no dar con sus huesos en la cárcel por varias condenas de corrupción, como la compra de sumergibles alemanes para la Armada.
La paciencia ciudadana se agotó tras la sucesión de gobiernos de multipropiedad sin rumbo ni futuro. Las empresas de lanzamiento tecnológico (casi la mitad del PIB) y el turismo religioso y laico (un 20%) están perdiendo credibilidad reputacional cuando se cuestiona la homosexualidad pública o se atacan los iglesias cristianas de Jerusalén por radicales ortodoxos.
Israel ha entrado en una deriva peligrosa para Occidente. Una confrontación civil como la protagonizada en la noche de este domingo, provocaría una explosión en cadena que haría caer al Gobierno y llamaría la atención de los países limítrofes, como Jordania, Líbano, Siria y Egipto, rivales antagónicos de una Democracia (la israelí) que no ha cumplido el siglo, pero que ha sido capaz de crear una simbiosis con Estados Unidos y Europa de la que dependen miles de sinergias financieras.
Próximo Oriente no está para bromas ante la devastación de algunas zonas de Ucrania y el despliegue de arsenal atómico de Putin en Bielorrusia, o ante la irritación de los Estados Bálticos por comprobar cómo el Kremlin infectó de espías sus capitales, provocando una salida en masa de ciudadanos rusos sospechosos de trabajar para la antigua KGB (hoy, FSB).
Los sucesos de Tel Aviv y del resto de ciudades israelíes socavan la economía mundial y, por proximidad, afectan a Europa en un contexto tan delicado como complejo de digerir.