‘Ponte Vecchio’, murmullo de voces y sueños
#DesdeMiVentanaVerde, episodio 3. La autora sabe que viajar en tren es una caja de sorpresas. Los pasajeros de los vagones van y vienen a voluntad. Lo comprobó en aquella muchacha de ligero vestido blanco de viscosa y estampado de tanta ilusión que ante la cálida luz italiana había, por fin, serenado su espíritu
#DesdeMiVentanaVerde veo oscurecerse el cielo, como mismo pareció esconderse el sol cuando abandonábamos Venecia desde la estación de Santa Lucía. En tren, claro… Después de todo, teníamos el propósito de seguir en Italia.
Nunca resulta fácil despedirse de Venecia (menos aún, esta vez, de Coccolone). Miras atrás continuamente desde la ventanilla mientras todas las cúpulas, desde San Marcos a Santa María de la Salud, flotan sobre las aguas.
Sólo los primeros girasoles que aparecen a ambos lados de las vías, rumbo a Florencia, te hacen desistir de darte la vuelta y regresar a ‘La Serenissima’.
El paisaje cambia. Son el azul del cielo y, sobre todo, el amarillo de éstos girando hacia el sol, los que te hacen olvidarla. Al menos, momentáneamente… Y hasta la próxima.
Además, si viajar en tren invita siempre a la aventura, sucede aún con más motivo en Italia… ¡Asumámoslo con agrado! Es la mágica receta italiana y ‘basta cosí’.
Los vagones se convierten en verdaderas cajas de sorpresas donde los pasajeros vienen y van a voluntad, cambiándose de asiento según les convenga a medida que las estaciones van pasando, una detrás de otra.
Estaba claro que aquella muchacha no había encontrado aún un puesto de su total agrado, a juzgar por todas las veces que ya se había cambiado desde que se subió en Bolonia.
Yo sólo podía pensar en que la última postal que me había llegado era del puente de piedra más antiguo de Europa y, seguramente, el más bonito del mundo… ‘Il Ponte Vecchio, certo’.

Puente Vecchio, sobre las aguas del Arno, con la luz de ensoñación que atrae a millones de turistas y paseantes, (Foto E21).
Acaso buscaba también ella una imagen atesorada en una postal anterior, o quizá, aún no la había encontrado y debutaba en esa luz italiana, siempre cálida, que se cuela por todos los arcos al atardecer.
Y es que al mirar Italia, afuera, por la ventanilla del tren, recordé a Borges sobre ‘el Sueño’… “¿Quién serás esta noche en el oscuro Sueño, del otro lado de su muro?”.
Volví mi mirada, de nuevo, al rostro de aquella muchacha inquieta y sentí que también ella se interrogaba sobre su identidad la noche que se acercaba.
(¿Quién se asomaría a ella? ¿Debería llegar hasta el final del trayecto o bajarse antes? Quizá esperaba a que el ángel de la Anunciación que se halla en Cortona, muy cerca de Florencia, le susurrara qué hacer al oído…).
Sí, tales eran pues las esperanzas que delataban todos sus gestos. Las expectativas que había depositado en aquel pañuelo de florecitas al cuello. Perfectamente coordinado con el ligero vestido blanco de viscosa y estampado de tanta ilusión, como amapolas rojas llenaban el vuelo de su falda al bies.
Las brumas de la Toscana empezaban a apoderarse del cielo al caer de la tarde y este hecho pareció serenar su espíritu inquieto. Ya no cambió más de asiento.
‘Tutto a posto’, que diría un italiano, mientras estiraba suavemente la tela de su vestido con la punta de los dedos, como si las amapolas fueran a salirse una a una.
Sonrió y me di cuenta de que sus sueños se habían apoderado de sus pensamientos, por completo. De manera involuntaria lo pronunció de viva voz y, retirada como estaba, tan sólo pude leer sus labios.
Pero lo entendí con absoluta claridad… Supe, entonces, que se bajaría al final del trayecto, en la estación de Santa María Novella de Florencia.

Ponte Vecchio y Florencia se dan la mano en cada rincón, como las estatuas reales de la plaza del ducado. (Foto E21).
La luz pasaría por debajo de sus arcos al atardecer, pero también al amanecer. Se colaría bajo el murmullo de las voces de paseantes y turistas.
Y lo haría sólo por el placer de curiosear entre las sombras del puente más habitado del mundo, el de mi postal. El mismo que yo crucé una vez tras otra. Después de suspirar, “será en el Ponte Vecchio’, sostuvo. Y volvió a sonreír.
Para seguir leyendo:
Episodio 1. Gueto judío de Venecia, en el verde de la memoria.
Episodio 2. Sátira de la Crucifixión más allá de la plaza San Marcos.