Petra y mucho más allá del desfiladero
Memorias de nuestros viajes, episodio 13. La autora descubre que una vez pasado el Tesoro nabateo, joya de Oriente Próximo, se encuentran, a hora y media de camino en ascenso, las mejores vistas del desierto de Wadi Rum
De todo cuanto vi antes de #quedarmeEncasa,… Hay siempre aventuras inesperadas, de ésas que empiezan casi como por casualidad y, sin embargo, se convierten en el momento estrella del viaje.
A veces, el destino elegido ayuda, claro está. Y en ocasiones, además, ese otro Destino (ya sabes, el que decide por ti casi siempre), te sorprende con algún añadido que resulta irrenunciable.
Si te digo que hemos cruzado el río Jordán hasta su otra orilla y que nos encontramos de camino hacia ‘la Ciudad Perdida’… Seguramente, ya habrás imaginado que estamos pisando tierra jordana.
Pero no con la intención de explorar Ammán, sino con la idea de continuar hasta Petra. Porque, con sinceridad… ¡¿Cuántas veces no has entrado ya por el estrecho desfiladero que conduce hasta el conocido ‘Tesoro’?!
Al menos cien, seguro. Con el cine, claro… Creo que casi todos desde que vimos por primera vez a Harrison Ford a caballo, en la tercera entrega de Indiana Jones, junto a Sean Connery (‘Indiana Jones y la última cruzada’), hemos deseado alguna vez ir a Petra…
Pues bien, así fue y el día llegó. Claro que por el camino no se te ocurre perderte las ruinas romanas de Gerasa, o una visita a Madaba y el Monte Nebo, desde donde Moisés contempló ‘la Tierra Prometida’ de Israel que jamás pisó.
Pero seamos claros… Estás contando las horas hasta llegar, al fin, al estrechísimo cañón que da entrada al inmenso yacimiento arqueológico de Petra o ‘la Ciudad Rosa’, como también se la conoce por el color de su piedra arenisca.

Petra con el desfiladero que te conduce al ‘Tesoro’ junto a los camellos, compañeros inseparables de la travesía. (Foto Espiral21).
Da igual las veces que lo hayas visto, ya sea de la mano de Steven Spielberg, o en las decenas de documentales y hasta reportajes del National Geographic. Petra te supera. Siempre.
Y es que el comercio de caravanas y la ambición de los mercaderes de otros tiempos, hizo de la capital de los antiguos ‘nabateos’… Un espectáculo para toda la eternidad. Al menos, mientras la Tierra se mantenga como está.
La monumentalidad con la que te encuentras tan pronto la punta de tu nariz asoma por el desfiladero es tal, que poco importa si te das con el lomo del caballo de quien decidió entrar como Indiana Jones.
¡¡Es que al caballo ni lo ves!!
Es un momento mágico, de verdad. De ésos en los que quisieras parar el metraje de tu propia película, pellizcarte, y así conseguir que tus sentidos no caigan presos del hechizo que se alza ante ti.
Porque no puedes permitirte ni un segundo de distracción… La Luz cambia por minutos y, con ella, la estampa de la majestuosa fachada del templo de ‘Al Khazneh’.
Seguramente los 45 metros de alto más fotografiados de todo el reino Hachemita de Jordania, y la imagen más famosa de Petra. De pronto, sientes envidia de otros tiempos y tu imaginación vuela hasta las mentes de quienes fueron capaces de excavar semejante maravilla en la roca…
¡Menos mal que ahora el número de fotos, posados y ‘selfies’ que puedes hacer es materialmente infinito!
Sólo la curiosidad por seguir adelante en el camino rumbo hacia la ‘ciudad de los vivos’, te saca de toda esta explanada de tumbas que es el primer perímetro de Petra.
(Claro que ante tanta belleza, nadie se plantea si son tumbas lo que estás fotografiando una y otra vez a tu espalda).
Aquí, entre las vetas rosadas de la piedra, poco importa que fue de los vivos o que estuvo reservado a los muertos para toda la eternidad. En todo caso, nosotros somos ahora su eternidad.
Pero te confesaré, antes de seguir con el relato, que debo desvelarte algo… Al llegar la noche anterior, alguien nos dijo que el verdadero ‘tesoro’ de Petra no estaba a la entrada, que habría que caminar durante una hora y media más.
Y por ello, al levantarnos la mañana siguiente antes del alba, con el ánimo de ser de los primeros (más o menos), tuve una idea…
Estaba claro que la visita a la montaña merecía un día completo, o al menos, media jornada. Así que cuando vi que los carnosos dátiles ‘Medjoul’ volvían a cruzarse caprichosamente en mi destino, a la temprana hora del desayuno… No lo dudé.
Esta nueva intromisión del dulce fruto en mis viajes debía significar algo. Estaba claro. De modo que, para qué ocultarlo, hice acopio de un buen puñado que nos permitiera aguantar la caminata, y sin almorzar si fuera preciso (como así ocurrió).

Petra guarda sus secretos para los más aventureros. Todavía queda por excavar el 80% de sus yacimientos. (Foto E21).
Así que, volviendo ante la fachada del templo de ‘Al Khazneh’, hicimos un ejercicio de autocontrol y pusimos fin a las fotos para emprender la larga y esperada caminata, que era toda en ascenso.
(Y el calor empezaría a apretar en breve. Había que prever la bajada de regreso. Por supuesto, prescindimos de contar los escalones existentes).
Sintiéndonos absolutamente intrépidos, pero sin látigo ni sombrero de piel ‘Indiana’, el camino estaba lleno de tentaciones y fuimos dejando atrás las ‘tumbas reales’, el teatro con sus 45 filas de asientos, los restos de mosaicos de su iglesia bizantina…
El paisaje montañoso te envolvía tanto como el intenso azul de su cielo limpio, y tus pies ya formaban parte de aquella arenisca, literalmente. Te sentías tan integrado que era como si, de un momento a otro, fueras a empezar a hablar en otra lengua.

Petra: coronar la cima del monte significa ver el Valle de la luna. En lo alto, la tienda de un beduino (con la bandera jornada) te agasaja hasta el final. (Foto E21).
Hasta que por fin aparece. El Gran Templo que fue descubierto más tarde, el Monasterio o ‘Ad Deir’, a los pies de otro desafío más. Un peñón por encima de donde fue esculpida esta otra fachada y la promesa del verdadero tesoro, en realidad…
Cuando terminas de subir, tienes la vista panorámica más espectacular de todo el Desierto de Wadi Rum ante ti. ‘El Valle de la luna’ a tus pies y el verdadero tesoro de la naturaleza que te regala Petra desde lo alto.
Y una sorpresa… Una ‘khaima’ o tienda de un beduino de hoy, cómo no, surtida de mil y un pequeños tesoros. Pero con un asombro más, este jordano del desierto compartía tienda con su esposa… Una canaria que también un día sucumbió al amor en ‘Uadi Rum’.
(Para seguir leyendo)
Relato 1. La tarde que busqué los caballos de la puszta húngara.
Relato 2. ‘Candomblé auténtico’ o cómo camelar a 50 turistas en Salvador de Bahía.
Relato 3. Fuí a bailar ‘Zorba el griego’ y me encontré con el seísmo de Atenas.
Relato 4. Jerusalén, un rostro distinto según la hora del día.
Relato 5. ‘Fumata Blanca’ y Roma entera corrió hacia mí.
Relato 6. Nikko y los 3 monos del puente rojo.
Relato 7. París guarda mi secreto en Hotel Du Nord de Laurent y Farid.
Relato 8. Los dátiles de Auschwitz en un tren por Polonia.
Relato 9. Modelos de Botero en un ‘Hammam’ turco.
Relato 10. La oreja de Dionisio escucha los secretos de Sicilia.
Relato 11. Laponia me regaló el ‘Sol de Medianoche’.
Relato 12. Giza me sostuvo en la eternidad unos segundos y Aicha me trajo de vuelta.
Relato 14. Venecia enamora más si la Luna es de pomelo.
Relato 15. Pekín, la ciudad de recuerdos color marrón.
Relato 16. Win Wenders me mostró al ángel de Berlín en un hotel de 2 estrellas.
Relato 17. Essaouira el tango de las gaviotas.