Papa nombra venerable al cura canario que palió el cólera y la hambruna
Antonio Vicente González, el primer párroco de Santo Domingo en Vegueta, murió contagiado con tan solo 34 años de edad
Papa Francisco nombra venerable a Antonio Vicente González, el cura canario que palió el cólera y la hambruna en Gran Canaria a mediados del siglo XIX.
Este miércoles, 23 de diciembre de 2020, en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán (Plaza de Santo Domingo en Vegueta), se informará en rueda de prensa el alcance y significado del nombramiento como venerable del siervo de Dios, Antonio Vicente González.
Para el encuentro ante los medios se contará con la presencia del obispo de la Diócesis de Canarias, José Mazuelos, el delegado episcopal para la Causa de los Santos, Higinio Sánchez; el deán de la Catedral, Nicolás Monche, el párroco de Agüimes, Miguel Lantigua y el párroco de Santo Domingo, José Domínguez.
Después de un largo proceso, primero en la Diócesis de Canarias y luego en Roma, el Papa Francisco desingó venerable -paso previo a la beatificación- a quien se convertirá en el tercer grancanario en subir a los altares (en 2013 fue declarada beata la Sierva de Dios Sor Lorenza Díaz Bolaños, natural de Santa María de Guía y esperamos la fecha de beatificación -ya aprobada por el Papa- del fraile dominico, natural de Carrizal de Ingenio, Tomás Morales).
Antonio Vicente González nació en Agüimes en 1817. Formado en los dominicos, fue desde su ordenación el primer párroco de Santo Domingo, en el barrio de Vegueta, en Las Palmas.
También ejerció como fiscal de la diócesis, secretario, vicerrector y catedrático de Teología del seminario.
Sin embargo, a pesar de ser un gran orador, fue recordado sobre todo por su fe y su amor a los pobres y enfermos. En 1847, cuando la hambruna llegó a la isla grancanaria, instaló en su parroquia un centro de caridad pionero.
Ese mismo centro se transformó cuatro años después en un pequeño hospital improvisado para hacer frente al cólera.
La epidemia se extendía rápidamente debido a las insalubres condiciones de vida de las clases más pobres y muchos huyeron de la ciudad.
Pero el padre González siguió al pie del cañón. «Se dedicó a hacer de médico, de padre, de hermano y de sacerdote». Acabó contagiándose y murió a los 34 años, lo que le ganó la fama de ser el «buen pastor canario».
Al venerable de Agüimes se le atribuye un milagro ocurrido en 2005, a quien se encomendó una familia de Gran Canaria para salvar la vida de uno de sus miembros aquejado de un aneurisma de cuarto grado que le mantuvo dos meses en coma.