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Pareja típica de 'mineiros' de Ouro Preto, en una diversidad de colores que hace inolvidable la hospitalidad y gracia de sus habitantes. Foto E21.

Ouro Preto, la riqueza brasileña de ‘Doña Bella’

#UnViajeUnInstante, relato 9. En su itinerario del mundo, la autora pasea por las calles de una de las grandes telenovelas cariocas sin miedo a descender más de 100 metros hasta las profundidades de las minas de oro y esmeralda, símbolos del sueño y la tristeza

Nadia Jiménez Castro
Escrito por:
Nadia Jiménez Castro @nadiajimenez80
18 abril, 2021 - 5:51 pm
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#UnViajeUnInstante y centenares de rumores de otros tiempos. Y de lugares lejanos, también. Tan lejanos que llegan a ser hasta profundos. Porque la curiosidad, cuando se vuelve intrépida, se hace insaciable.

En ocasiones, hasta casi el límite del riesgo… Porque te dices a ti mismo aquello de “total, ya que estoy aquí, ¿cómo no voy a probar? Aunque sea mirar”.

Y asomarse a un agujero no es cualquier cosa, sobre todo, cuando puedes descender por él. Tengamos en cuenta que el cine, ese gran fabulador, ya ha hecho el resto por nosotros, lo que se dice toda una labor de campo para predisponernos a la aventura más fantasiosa.

Por ello, si estás en la maravillosa localidad de Ouro Preto, descubriendo ese otro Brasil desconocido que atesora el Estado de Minas Gerais, en una altitud que te hace sentir como un conquistador y recordar los episodios más sugerentes de ‘Dona Beija’ (Doña Bella) de Araxá… Puede pasar cualquier cosa.

La autora, minutos antes de bajar a 120 metros de profundidad en las minas de Ouro Preto, un corazón de historia en Brasil. (Foto E21).

Incluso, que decidas bajar a 120 metros de profundidad de una antigua mina de oro. Y mira que Ouro Preto es, probablemente, una de las localidades históricas más lindas de ese interior que te lleva hasta lo que fue ese ‘Ciclo del Oro’ de Brasil.

De estampa colonial, Ouro Preto te invita al callejeo continuo como un verdadero viaje en el tiempo, costumbrista y apacible. Te empuja a la charla permanente con los lugareños, ante una tacita de café ‘Maffort’…

Ajustadamente fuerte como para engancharte a ese primer sabor y suficientemente suave como demandarte una segunda taza. Una auténtica sonrisa que devuelves para ver qué se esconde tras ella.

Sin embargo, pese a todo ese “que coisa mais linda, mais cheia de graça” del dejarse llevar brasileiro, que te atrapa entre el aroma de las mangas y la pasta de guayaba del desayuno, y el sol de la caminata dando en las fachadas blancas de las innumerables iglesias barrocas…

Calles empinadas de arquitectura colonial, en el centro de Ouro Preto. (Foto Espiral21).

Está la bendita y también tentadora curiosidad, más allá de la preciosa puesta de sol en la Plaza Tiradentes, frente al Museo de la Inconfidência.

De manera que no es de extrañar que si te subes con gusto al tren ‘Maria Fumaça’, que conecta las ciudades de São João del Rei y Tiradentes, mientras los niños te saludan al verte pasar en este vapor de 1880, también te montes en ‘ônibus o busão’ para desplazarte hasta la villa de Mariana.

Y es que a sólo 15 kilómetros en bus de Ouro Preto se encuentra la ‘Mina da Passagem’, la mayor mina de oro abierta al público en el mundo, y por la que te desplazas en un carrito que va por raíles.

Juro aquí mismo que hubo momentos tan inquietantes durante el recorrido que, al menos en dos instantes de mayor estrechez, miré hacia atrás convencida de que una gran bola de piedra, como la de Indiana Jones, podría rodar sobre nuestras cabezas.

Entrada a la mina desde una altura de 100 metros, en los vagones descendentes. (Foto Espiral21).

Por otro lado, las risas por los vaivenes y traqueteos entre subidas, bajadas y giros bruscos, como si de una verdadera montaña rusa se tratase, fueron tales que repetiría la experiencia sin dudarlo ni un segundo.

Las estampas de misterio y soledad por momentos, el eco invasivo y la omnipresencia de Julio Verne en tu cabeza a lo largo de estos más de 300 metros de andadura subterránea, hacen única la experiencia.

Pero, sin duda, es el llegar hasta un sorprendente lago de aguas cristalinas formado por los acuíferos que inundan los túneles, lo que te para el reloj del tiempo y te lleva a preguntarte… ¡Pero, ¿dónde estoy realmente?!

Interior de las minas de oro, con la autora descendiendo de los raíles de la visita organizada. (Foto E21).

De pronto, te paras. Y lo haces porque parece que el eco te devuelve otras voces distintas a la tuya, decenas de ellas. Se diría que todas aquellas piedras oscuras (el oro oscurecido por una capa de paladio), te gritaran su historia.

El sueño y la tristeza de la gran fiebre del oro. Hoy, la nada para quienes te lo cuentan.

La nada, el silencio, la oscuridad. El sello de identidad de las minas de Passagem. (Foto Espiral21).

 

Para seguir leyendo

Relato 1. Charlotte en la Isla, un chocolate en París con aromas de Sri Lanka.

Relato 2. Belén hace de una franquicia de café un sueño propio.

Relato 3. Laguna de Naila, el paraíso de los colores infinitos e imposibles.

Relato 4. Agadir, la escritura con arena y sal de ‘Dios, Patria, Rey’.

Relato 5. Florencia y toda la suerte del mundo en el hocico de un jabalí.

Relato 6. Torre de Pisa, como un girasol que siempre te mira de frente.

Relato 7. Pan de vida más allá de la Basílica de la Natividad.

Relato 8. Turín, el ‘oficio de vivir’ del gran Césare Pavese.

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Nadia Jiménez Castro
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Nadia Jiménez Castro @nadiajimenez80
18 abril, 2021 - 5:51 pm
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