Nueva York en los 20 años del 11-S: conocer es recordar
#TeCuentoUnSecreto relato 10. La autora, en su viaje por el mundo, recuerda con emoción la sonrisa del señor Nieves. Seguía en su puesto del hotel de Broadway tras las atentados y pese a ese escalofrío que flota en el ‘World Trade Center’. La Zona Cero, se llamó. Inmensa, con la boca bien abierta al decir inmensa, pero enormemente vacía
#TeCuentoUnSecreto que flota en la nada de no importa dónde. Bueno, quizá sí que interese, al menos, por esta vez. Durante mucho más tiempo del que impondría el decoro, busqué en su mirada…
Porque decía Platón que “conocer es recordar”, como premisa básica de la ‘teoría de la reminiscencia’, según la cual, la enseñanza consiste en recordar lo que el alma sabía cuando habitaba en el mundo inteligible de las ideas.
Pero eso era antes de caer a la caverna, es decir, al mundo sensible, y quedar encerrada en el cuerpo y timoneada por los sentidos, tan expuestos siempre al engaño y a la distorsión más subjetiva de la realidad (Tan manipulables).

Nueva York es, posiblemente, una de las ciudades con mayor número de abrazo del último siglo. En la foto 2 familiares, junto al monumento de la Zona Cero. (Foto Cnbc TV).
De modo que en esa espiral del tiempo habría un continuo devenir cíclico entre pasado y presente, donde todo vuelve y se repite para dibujar el futuro.
Recordemos, pues. Asomémonos a ese pozo de sabiduría en el que la vida queda retratada para la inmortalidad, aún en la misma muerte.
Y por eso busque en su mirada, que era la mía… Porque mi alma sabía que era la misma persona con la que me crucé ante los azulejos del recuerdo tiempo atrás. (‘Tiles for America’ o ‘Azulejos por América). Justo cuando las fotos de las pérdidas habían dejado paso a los coloridos recordatorios.
Parecía olvidado, al menos, ese escalofrío dejado en el cuerpo por el silencio de ese gran lamento que flota eternamente en el ‘World Trade Center’. La Zona Cero, se llamó. Inmensa, con la boca bien abierta al decir inmensa, pero enormemente vacía.
Poco importa lo que se eleve allí ahora, 20 años después, y lo firme que sea. Mas lo eran las Torres. Sin posibilidad de volver a llenar con lo que faltará para siempre. El paseo por el DownTown de Nueva York cambió de tono. Cambió para siempre.
El ladrillo color ocre de la cercana iglesia de la Trinidad, y el verde de su modesto campo santo (ahogado por la ciudad que nunca duerme), contrasta ahora más que nunca con el brillo en plateado de la economía que la rodea de rascacielos. (Y lamentos).
Dos enormes haces de luz que se elevan hacia el cielo cada 11 de septiembre, para rememorar el atronador silencio de todas esas almas que se esfumaron en un instante.
Pero quizá los neoyorquinos ya no quieran mirar más hacia arriba, pues el último día que elevaron la vista vieron caer mucho más de cuanto desapareció tan rápido. El latido allí es otro.

Bruce Springsteen, en el homenaje de septiembre de 2021, a las víctimas y familiares. (Foto Bloomberg TV).
Pero te cuento un secreto a voces… El mundo entero cambió después del 11S y el tango se equivoca, porque 20 años son una vida entera. Una vida llena de planes, de sueños, de afectos y sí, también de viajes.
Voces silenciadas, sepultadas en un gran pozo de almas, que no se seca nunca pero tampoco da de beber a nadie. Así de baldíos son los abrazos rotos y los besos que jamás se dieron.

Nueva York recordó a sus seres queridos en una larga valla de azulejos. En la foto, la autora junto al coreógrafo canario Francisco Martínez, residente en la Gran Manzana. Pese al dolor, los neoyorkinos no han querido perder la sonrisa como mecanismo de superación. (Foto E21).
Inevitable, al pasar por allí, no acordarse de quienes eligieron morir antes de morir, saltando desde los 110 pisos de estas dos inmensas tumbas de acero y cristal.
Ofrecieron en directo su último aliento al mundo entero, y les pusimos rostro y silueta cuando se arrojaron vivos a la muerte. Ya no lo estaban, en realidad, cuando entregaron así la vida. Paradójicamente, la desesperación, les entregó el control arrebatado.
Pero me queda la sonrisa del Señor Nieves… Sin decoro, busqué en su mirada y sí, era él, el del hotel de Broadway. Neoyorquino de pro, no había abandonado ‘la Gran Manzana’ tras los atentados, como otros muchos.

Algunos de los presidentes que asistieron al tributo por las víctimas, como Clinton, Obama y Biden. Los republicanos no acudieron. (Foto Bloomberg TV).
No me atreví a preguntarle si miraba la interminable valla de azulejos por curiosidad, como yo, o por la nostalgia que alimenta la memoria hambrienta ante la pérdida.
Después de todo, su cálida sonrisa bajo el bigote hispano, seguía siendo la misma. Quisiera creerlo, al menos, para que no se me enfriara el alma.
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