Milan Kundera, el escritor que buscó la presencia del ser
“Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, qué es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen es nuestro mayor misterio"
Milan Kundera… Y se marchó el hombre que sólo quería de los demás su mera presencia, antes aún que ser amado. Al menos, eso nos dejó dicho en ‘La insoportable levedad del ser”
“Deseamos tanto ser amados que aguardamos recibir en vez de dar”… Sostenía el hombre que no dudó en afirmar a comienzos de la década de los 80 que, al igual que los checos tuvieron que asumir (atónitos), la eliminación de su propio país bajo la invasión rusa en el 68…
Los ucranianos estaban desapareciendo del mundo desde cinco décadas atrás (40 millones, sostuvo), sin que el mundo hiciera el menor caso. Denunciaba que el mapa de Europa estaba cambiando ante los ojos de un mundo que nada hacía. La inacción de Occidente volvería a repetirse…
Una Europa que, ya desde entonces, a Milan Kundera se le antojaba frágil. Quizá incluso, herida de muerte. (Como vemos, la pérdida del suelo bajo los pies de una Ucrania sin cielo no es nueva).
Y de aquellos polvos, estos lodos. Porque, ciertamente, para aniquilar a un pueblo, primero, se le priva de su memoria. Lo que Kundera llamaba “el olvido organizado”, a manos de un poder que pretende privar a un país de su propia conciencia como nación.
Silenciar su cultura y su historia, la mirada de su memoria. Y automáticamente, remplazarla por otra escribiendo nuevos libros al tiempo que se señalan nuevas fronteras. Hasta que la gente llegue a olvidar lo que son y quienes fueron. Y hasta olvidar que ya lo olvidaron…
Así se liquida a un pueblo. Se empieza por la memoria, matando su pasado, hasta perder la propia identidad. Reescribiéndola. Y entre un punto y otro de ambos extremos, sólo nos queda la poesía para salvarnos, Para existir.
La pérdida de un librepensador de la talla literaria de Milan Kundera es irremplazable, pero sobre todo, profundamente triste. El escritor que supo aunar el encuentro entre dos mundos para contar en francés ‘la Primavera de Praga’ y, en checo, su visión de Europa.
Pero también nos queda la risa y la alegría, imprescindibles en su obra como en la vida, para seguir abriendo los ojos al mundo cada mañana. Después de todo, idealizamos el futuro como mismo idealizamos la propia infancia.
Porque como decía Milan Kundera: “Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, qué es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen es nuestro mayor misterio”…