‘Mientras dure la guerra’… Baraka para Franco (Y además, un burro)
Amenábar lo hace (sorprendernos), porque nos ofrece el trasfondo del conflicto de la Guerra Civil Española desde la mirada de un librepensador como Miguel de Unamuno, humanista por encima de todas las cosas
‘Mientras dure la guerra’ sorprende desde el primer minuto. Y lo hace, no sólo porque Alejandro Amenábar sabe situarse en la bocana, retratando por igual a ambos bandos, dejando el juicio de los vientos que de nuevo arrecian al espectador…
Lo hace (sorprendernos), porque nos ofrece el trasfondo del conflicto de la Guerra Civil Española desde la mirada de un librepensador como Miguel de Unamuno, humanista por encima de todas las cosas.
Denostado en numerosas ocasiones y, sin embargo, tolerante hasta decir ‘basta’, pues en el fondo, admitía y toleraba lo más difícil… Esto es, el propio cambio de postura cuando es el mundo de tu alrededor el que se ve alterado, forzándote a la adaptación.
Acaso haya otro cambio más duro que el de la propia opinión cuando el mundo entero en el que creías, se desmorona sobre las columnas de tu pensamiento, tu norte y hasta tu alma, en el caso de Unamuno.
Y es que no hay quien calle a la razón cuando se acompaña de una lengua bien afilada, en la boca de alguien que ama las palabras tanto como a la vida.
Miguel de Unamuno, catedrático de Griego y Rector de Salamanca antimonárquico (acaso haya otra manera mejor de creer en el pueblo que rechazar la monarquía), era doblador de papel pero inflexible con las palabras.
Hablaba cuando quería pero sólo de aquello que era de su interés y si no, se entretenía con el ‘Origami’, papiroflexia o arte de doblar el papel hasta darle la forma deseada.
Un burro. Esa es la primera figura salida de las manos de Unamuno en el café salmantino de sus tertulias con los amigos Atilano (pastor evangélico), y Salvador (catedrático de literatura).
El joven Salvador, antiguo alumno de Unamuno, le muestra su inquietud sobre el alzamiento nacional del 18 de julio del 36. Le pide al anciano maestro que aterrice y vea lo que está pasando en realidad…
Le habla del fascismo de Italia y de Alemania, y del asesinato de Lorca, pero Unamuno ni siquiera se cree que el poeta ‘granaíno’ haya muerto realmente. La misma incredulidad que tantos españoles de entonces mostraron… ¡¿Una guerra y con la bandera republicana aún ondeando?!
(Habrá quien se sorprenda porque Unamuno/Amenábar elija un burro, en vez de un león, la primera vez que sus amigos le hablan de Franco en el café…). Perdón, ¿de verdad, habrá quien se sorprende porque Unamuno eligiera un burro de papel en vez de las palabras?
Cesado de su cargo de Rector por la República por defender el alzamiento ante los agujeros en el camino de la República. Y de nuevo, apartado por Franco por criticar el alzamiento y los crímenes de su violento revanchismo, represor y opresor.
¡Pero, ¿qué esperaban de un hombre que huyó de su destierro en Fuerteventura para evitar su restitución por amnistía?! Ni con unos ni con los otros.
La interpretación de Karra Elejalde, totalmente sumido en el sufrimiento interior del hombre que rechaza las cadenas del pensador, es sobresaliente.
Y el momento en el que hace una proclama universal de su famoso “vencer no es convencer”, proferido en su discurso contra Millán Astray ante una audiencia militar, ‘casi jauría’, ávida de muerte y henchida de nacionalismo malentendido… A buen seguro, pasará a los anales de la interpretación del cine español.
“Cocotta Unamuniensis” es el nombre del artículo que Unamuno escribió en su día, dando toda una base científica a la papiroflexia o ‘cocottología’, como a Miguel de Unamuno le gustó rebautizarla partiendo del francés.
Pero ‘Baraka’ es el nombre con el que los árabes se refieren a esa suerte que la mismísima Providencia parece otorgar a quien le acompaña siempre en la vida.
Y sin embargo, que el cielo nos guarde de la ‘Baraka’ en manos de nombres como el de Franco, capaces de doblar las vidas de otros hombres entre sus manos como si de papel se tratara. Y sin más palabras que… mientras dure la guerra.