Mar Muerto, el gran lago salado en el desierto del Qumrán
Historias con huella, relato 13. La autora confiesa que su viaje al Mar Muerto, frontera entre Israel y Jordania, es una experiencia única. Los colores han sido sustituidos por la dura belleza del desierto. Y además admite que llamarlo Mar Muerto puede ser contradictorio porque está igualmente lleno de otra vida
#NuevaNormalidad y el viento vuelve a soplar. Seguimos apostando por esos filos que te colocan entre dos mundos, con un pie en tierra y otro… sobre el mar.
Sí, sobre, recalcado con toda la intención. Porque si no echamos mano de lo más fantasioso que nos brinda tanto bocado de realidad, ¿cómo evitar la mordedura de la rutina?
Dando por sentado que no me es nuevo este espíritu de rebeldía, la visión de aquel viejo rompeolas con su antiguo torreón de vigilancia en el puerto de Acre, me trajo otra canción. Sería el viento ‘silbón’ pero…
“Hoy el viento sopla más de lo normal.
Las olas intentando salirse del mar
El cielo es gris y tú no lo podrás cambiar
Mira hacia lo lejos busca otro lugar
Y cien gaviotas donde irán”
Irán donde sólo ellas quieran ir, porque son las gaviotas las que mejor conocen el viento. Así que, en efecto, busqué otro lugar. Pero estaba claro que no íbamos a abandonar Israel sin visitar ese otro mar.
El mar más singular de todo el planeta. El Mar Muerto. No hay manera más fantasiosa de esquivar la dentellada de la rutinaria costumbre de un baño de mar (al uso), que intentar sumergirse en las misteriosas aguas del Mar Muerto.

MarMuerto con piedras de sal en uno de los espacios naturales más enigmáticos del planeta. (Foto Turismo de Israel).
Si lo consigues, claro. Te aseguro que no hay mayor desacato que pretender zambullirse en este lago salado, el punto más bajo en tierra firme con diez veces más sal que un océano. Y te contaré los detalles del por qué esto es más que cierto.
A más de 400 metros bajo el nivel del mar, sus orillas bañan Israel y Jordania. La fama mundial del Mar Muerto se debe, precisamente, a que sus aguas hipersalinas te permiten bañarte pero no bucear o ‘margullar’.
Si se tratara de una adivinanza… Te diría que puedes mojarte sin llegar a empaparte, y que zozobrarás en el intento pero sin naufragar jamás.
Más que remojarte, te impregnas de un sinfín de maravillosas propiedades que te hacen sentir la piel en el instante más suave de toda su vida (incluido cuando eras sólo un bebé). Te lo aseguro.
Eso sí, no esperes refrescarte del calor. Porque éste es aún superior dentro del agua que fuera de ella. Y más allá de remojarte, por supuesto, tan sólo podrás flotar. Jamás Nadar.
¡Pero ahí está lo divertido del asunto! Todos tus esfuerzos se concentran en mantenerte en esa misma posición de ausencia de gravedad, porque como tu cuerpo se gire lo más mínimo con tendencia a darse la vuelta… ¡Deberás evitar las salpicaduras!
Si ello sucediera, desearás tener gafas de sol o incluso, aún mejor, de piscina. Puestas, claro. Después de todas estas explicaciones, se diría que más parece una tortura que la evasión de un nuevo destino.
En absoluto. Es una de las experiencias más divertidas y alucinantes que hayamos compartido en un viaje.
De repente, todas tus referencias cambian y, sin abandonar el país en el que te encontrabas, descubres que has dejado atrás el Mediterráneo y que no cabe la menor duda… Estás en Oriente. Oriente Próximo.
Los colores han sido sustituidos por la dura belleza del desierto. Y aunque lo llamen Mar Muerto porque casi ninguna criatura acuática es capaz de sobrevivir bajo sus aguas, está igualmente lleno de otra vida.

Los colores rojizos del desierto y el azul del mar describen un escenario idílico. Foto Turismo de Israel).
Y es que éstas mismas que hacen de la arena un nutritivo barro y de sus fondos, un cofre de tesoros salinos… Te brindan un instante inolvidable cuando te acuestas sobre ellas rodeado por el rojizo desierto del Qumrán.
(Allí donde fueron encontrados los famosos manuscritos, los más antiguos hallados hasta ahora de los textos bíblicos).
Sientes su evaporación porque prácticamente la respiras. Todo el tiempo que el Mar Muerto te lo permite, eso sí. En cualquier caso, lo suficiente para al menos hacerte la típica foto.
Periódico, libro o folleto… No lo negaré. Todos nos fotografiamos leyendo. Desconozco la relación directa entre la sal y la lectura, pero me atrevo a afirmar que su denominador común es la relajación.
Esa maravillosa sensación de entrega, de dejarse llevar, que te incita a identificar la apacible situación de tumbarse sobre las aguas con la paz que proporcionan las páginas de un buen libro.
Después de todo, si éste es realmente bueno, también te hará zozobrar. El ‘Mar de la Sal’, como lo llaman los hebreos, o el ‘Mar de Lot’, como menos frecuentemente se refieren a él los árabes… No te deja indiferente.
El barro verde-grisáceo en el que se te hunden los pies invita a cubrirse el cuerpo con él, pues además te hace las veces de auténtico protector solar.
Pero sobre todo, tras retirártelo con sus mismas aguas después de unos diez minutos (no creas que aguantarás mucho más con él puesto), sentirás su riqueza mineral como una capa casi oleaginosa sobre tu piel.
(Perceptible durante días… Te lo aseguro. Para ello son nada menos que hasta 35 clases distintas de minerales, sobre todo, calcio, magnesio y potasio).
Resulta curioso hasta qué punto seduce, pese a la incomodidad de sus condiciones climatológicas. No descarto que parte de su magnetismo provenga del hecho de que recibe agua del río Jordán, donde tantas cosas pasaron.
Sin duda es una de las travesías más alucinantes. Hasta Cleopatra flotó en sus aguas azul-metálico, así que… ¿Por qué no elevarse un poco mientras no hacemos otra cosa que flotar sin esfuerzo alguno?

Como el plató de una película de cine. Las cuevas de Qumran en primer término y el Mar Muerto al fondo. No se puede pedir más. (Foto Turismo de Israel).
Después de todo, la vida no es otra cosa que intentar mantenerse a flote a toda costa, pero con el mayor esfuerzo de este mundo, cada día.
“Y tus miradas, dónde irán”. Donde vayan esas cien gaviotas que dejaste atrás…
Leer el resto de los relatos:
1. Puerto de Las Nieves donde los besos eran robados con sabor a salitre.
2.Procida la isla del limoncello que sedujo a Neruda.
3. Sicilia es irrepetible, pero el cine la hizo eterna.
4. Malta, en el Mediterráneo al encuentro de Corto Maltés.
5. Brindisi el tacón de la bota de Italia que reina en el Adriático.
6. Santorini, la mayor belleza de otro tiempo.
7. Naxos, donde los sueños se vuelven azules sólo si te descalzas.
8. Ikaria, las alas de cera más longevas de Europa.
9. Patmos resucita tu boca en los cielos.
10. Calcídicas, los tres dedos de Eolo en el Egeo.
11. Príncipe, las islas turcas donde separas las nubes con las manos.
12. Acre, donde el mar se paró en Tierra Santa.
14. Mar de Galilea, donde el Pez de San Pedro pasa de plateado a dorado.