Máñez mira al continente africano, pero quizás es tarde
La intención de Elena Máñez es noble pero el tiempo pasa y el negocio comercial y financiero con África occidental sigue envuelto en una quimera imposible.
Máñez ha tratado de adaptarse a la política española para dar un impulso a las relaciones geopolíticas, estancadas tras la llegada de Mariano Rajoy al poder en 2012.
Los planes de África diseñados por el primer ministro de Exteriores de Zapatero, Miguel Ángel Moratinos, dieron frutos a la hora de abordar la cooperación internacional en el continente vecino, al que España le dio la espalda durante décadas.
Salvo el conflicto territorial del Sáhara (del que España es el titular), Moratinos dio credibilidad al hecho africano, como el deshielo con Guinea Ecuatorial, que se convirtió en la puerta de entrada en países productores de petróleo como Nigeria, Gabón o Angola.
Lo que pasó después es de manual. Llegó 2008 con una crisis financiera de órdago y, más tarde, Zapatero perdió el poder.
Los escasos avances (por ejemplo, la apertura de Casa África en Las Palmas), dieron paso a un tiempo de tedio y fatiga institucional que se han encasquillado como un mantra al atardecer.
Ahora, con la irrupción del Covid, España trata de mostrar su solidaridad como puente hacia países afectados por la pandemia con el envío de medicinas, vacunas y medios sanitarios. Es, de nuevo, un acicate para buscar fórmulas de concertación concertación en las áreas subsaharianas, que son, al fin y al cabo, las grandes olvidadas de la política nacional y autonómica.
Los 4 ejes presentados por Máñez solo serán creíbles si Canarias logra que la quinta libertad aérea (contemplada en el REF) es una realidad a corto plazo. Sin conectividad, el comercio exterior canario no pasará de ser una mera anécdota, sin rumbo ni destino.
Cabo Verde es un ejemplo. Es un socio macaronésico de proyectos europeos y, tras el adiós de Binter, volar de Gran Canaria a Praia supone invertir 30 horas a través de Madrid y Lisboa. Pongan en la lista Costa de Marfil, Ghana, Benin… Dos días, como mínimo.
Y, para más catastrofismo, la inestabilidad del Sahel hace inviable el acceso a mercados como Mali, Níger o Burkina Fasso, accesibles desde Dakar. Quizás, ya llegamos demasiado tarde.