Leonardo, los lienzos de las emociones más profundas
#TeCuentoUnSecreto relato 2. La autora, en su viaje por el mundo, cuenta con el corazón en un puño cómo discurrió la mayor exposición del artista italiano, en la National Gallery de Londres, ahora que la serie televisiva de La 1 llega a su fin con un récord de audiencia. "Nos asomamos a su revolucionaria visión de la perspectiva y, sobre todo, a su mirada del alma"
#TeCuentoUnSecreto a voces… Porque si algo nos ha ayudado en estos tiempos de espera y, como te decía, en este modo de relacionarnos y de permanecer, involuntariamente, son las series.
(¿Quién no se ha saltado por completo sus horarios, desvelado, y entregado por completo a esa otra vida que discurre a voluntad de un sólo clic?)
Me quedo con la recién concluida de ‘Leonardo’. Arte y ciencia pero también intriga y pasión en esta intromisión de una serie imprescindible en la historia del genio renacentista, siempre a través de sus obras.
Porque esa manera de penetrar en la Historia a través de los lienzos de Leonardo, a mí volvió a abrirme la ventana de par en par. Y aquí, sentada con los pies colgando, regresé a aquella escapada a Londres que tantos secretos me desveló sobre los pigmentos de Leonardo Da Vinci.
Decía Goethe que “sin haber visto la Capilla Sixtina, uno no puede formarse una idea apreciable de lo que el ser humano es capaz de lograr”… Pero yo me atrevo a añadir que sin haber visto una exposición de Leonardo, tampoco.
Así que ‘se la vita è’ (si la vida es), como dicen los italianos, puede ser que ello suceda en Londres en vez de en Milán o Florencia…

Colas para entrar a la exposición de Leonardo da Vince, en Londres, una de las más importantes en la historia de obra del genio italiano. Las entradas estaban agotadas desde el primer día.
La mañana era fría en Londres como casi siempre, para qué negarlo, aunque luciera el sol en un cielo azulado. Pero ’Leonardo en la Corte de Milán’ era una exhibición única, que había tardado cinco años en organizarse.
(La cola daba la vuelta a la National Gallery dos veces, lo que la convertía casi en una espiral. Entonces no importaba la distancia de seguridad, sino el no perdérsela).
Centrada en el período de mayor apogeo del artista florentino, el tiempo que estuvo a las órdenes de Ludovico Maria Sforza, ‘el Moro’, el gobernador de la ciudad de Milán. (Y siempre antes de que ‘Da Vinci’ pintara la ‘Mona Lisa’).
Obras exclusivas de museos como el Louvre, el Hermitage o desde el mismísimo Vaticano, fueron llevadas hasta la capital del Támesis. Persistencia y diplomacia de muchos en el camino hasta llegar a aquel lujo para los sentidos.
Una verdadera ocasión de oro para los amantes del arte, pero sobre todo, para los entusiastas del genio de Leonardo da Vinci. ¡Y quién no lo es!
Reunía por vez primera el mayor número de pinturas de cuantas se conservan de Leonardo, quien pintó tan solo 20 cuadros a lo largo de su carrera. Pero se sabe únicamente de 15.
La exposición contaba con un total de nueve lienzos, además de otras 50 obras entre dibujos y bocetos. (Algunos de los esbozos eran de la colección privada la reina Isabel II).
Pero el secreto de ese instante, que aflora ahora a la ventana de mi memoria, tiene nombre propio… Se exponían por vez primera, frente a frente, sus dos versiones de ‘La Virgen de las Rocas’, jamás mostradas juntas hasta aquella exposición.
‘La Virgen de las Rocas’ prestada por el Louvre, anterior en el tiempo (1491/2-9) y la entonces recién restaurada por la National Gallery (1506-8). De modo que ésta última estaba, sencillamente, en casa.
(Ni tan siquiera el propio Leonardo pudo verlas así en su día, juntas en un mismo espacio).
Al igual que en la serie televisiva de ‘Leonardo’, ya no importaban su actividad como inventor de increíbles artilugios o sus estudios científicos plasmados en dibujos, que ahondaban en la anatomía humana.
Nos asomábamos a su extraordinaria técnica del volumen en el retrato y su revolucionaria visión de la perspectiva. Pero también y, sobre todo, nos asomábamos a su mirada del alma.
Leonardo transformó el mundo de la pintura para siempre, porque lo revolucionó en la representación misma del interior del ser humano, de las emociones más profundas.
Y ello quedaba patente en algunos de los retratos exhibidos en Londres, como ‘La Dama del armiño’, con su enigmática mirada, en la que Leonardo pintó a la amante de 16 años del Duque Ludovico.
En posición medio girada, la pose lo convierte en el primer retrato verdaderamente moderno… Y es que en ese retrato (que empapelaba buena parte de Londres con el merchandising de la exposición), Leonardo penetraba hasta el interior de su alma.
Pero volvamos al secreto, a las dos versiones enfrentadas de ‘La Virgen de las Rocas’… Ambas, cara a cara.
La primera realizada por encargo de una asociación religiosa francesa de la época y por la que, según cuenta la historia, Leonardo tardó 20 años en cobrar su estipendio. (Lo que determinó que se lanzara a la realización de la segunda versión, en poder de la National Gallery).
Quizá fue ese turbio enfrentamiento durante tantos años lo que empujó al genio de la luz a resaltar la mano del ángel de la derecha, un Uriel sonriendo cómplice, en posición hacia la Virgen y el Niño… Con ese dedo señalador fruto de la inspiración divina.
Quizá acusador de cuanto ven los ojos de Dios, en un lenguaje subliminal muy ‘Da Vinci’; detalle del que luego prescindiría en la posterior versión inglesa.

Gioconda fue una de las pocas obras que no se expulso en Londres. El cuadro permence en Louvre, su propietario. Se considera la obra más grande de la historia del arte.
Precisamente, ésos son los secretos ‘Da Vinci’ que siempre guardan bien escondidos los cuadros de Leonardo…
Pintó ‘La Virgen de las Rocas’ planteando una composición piramidal y centrada, ordenando la disposición de las figuras de la Virgen, el Niño y San Juan Bautista, según sus actitudes. A los que añade un ángel con un mensaje claro, pero poniendo como punto central de fuga al niño.
El impresionante tratamiento de la luz y de las sombras, con la técnica del claroscuro, le confería una extraordinaria naturalidad a las obras de Leonardo. De hecho, las dota de “un relieve casi escultórico”, en palabras de los expertos…
Y su descubrimiento del “esfumado” como forma de entender la pintura, tan visible en esta obra, que crea esa superficie suave y aterciopelada. Inevitablemente, el misterio rodea al cuadro de manera casi tangible hasta fundir las figuras con el ambiente.
La luz parecía venir de dentro del lienzo y también de fuera a la vez, de Londres en este caso… La exposición recogía un momento histórico en el que el polifacético artista italiano se había consagrado como figura pública y, lo que es más importante, cambiaría la pintura para siempre.
El cauce del río en el lienzo te lleva a recordar aquellas palabra aprendidas de “Todo el que beba de esta agua no volverá a tener sed”. Como en el Arte, después de Leonardo y aquella escapada a Londres.
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